Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Paisaje mínimo de una década sombría

Un aula es el mejor museo para acercar a los jóvenes a un pasado triste que deben conocer

Autor:

Nelson García Santos

SANTA CLARA, Villa Clara.— Mientras uno va imaginando las horas horrendas vividas por los jóvenes revolucionarios torturados a finales de la pasada década de los años 50, un escalofrío irrumpe en el cuerpo al apreciar los instrumentos empleados con ese fin por los esbirros de la dictadura de Fulgencio Batista, en la antigua estación de policía de esta ciudad.

Allí, en el aula especializada en Historia de la escuela secundaria básica urbana El Vaquerito, se exponen el quemapié de hierro, los férreos blackjacks, el vergajo de toro, el sacauñas, el pinchaojos y un artefacto para aplicar electricidad… Y colgada de un soporte está la soga utilizada para simular o realizar ahorcamientos.

Solo basta mirarlos para, de súbito, tener a la vista ese paisaje distintivo de la sombría dictadura batistiana, período histórico que algunos trasnochados quieren olvidar o cambiar ahora, al anteponer una nostalgia por la otra Cuba. ¿Cuál? ¿La de los esbirros y sus compinches?

Cincuenta y siete años después

Cuenta Arístides Rondón Velázquez, profesor de Historia, que la idea de crear este recinto expositivo le surgió tras leer el reportaje Cámara de tortura, publicado en la revista Bohemia correspondiente a la semana del 18 al 25 de enero de 1959. Su autor fue el periodista Samuel Feijóo, quien creó, con el paso de los años, una reconocidísima obra literaria.

Rondón Velázquez reconoce que, de inmediato, las direcciones de la Unión de Jóvenes Comunistas y de Educación en el territorio apoyaron la iniciativa para establecer el Aula de Historia, situada en dos calabozos de la antigua estación de policía, actual sede de la secundaria básica.

Así les aplicaban la corriente en el oído a los revolucionarios.

En el mismísimo local donde torturaban para intentar arrancar confesiones a los revolucionarios, se aprecia ahora, 57 años después, una réplica de los instrumentos originales que se conservan en el Museo de la Revolución en La Habana.

El recinto expositivo incluye también una muestra de testimonio gráfico y de texto, en el período 1952-1958, sobre cómo era la Cuba de los años 50, cuando, además de los asesinatos, imperaban los desalojos, el desempleo, la falta de atención médica y otros males…

Igualmente, se pueden apreciar fotos y datos biográficos de los villaclareños que participaron en el desembarco del yate Granma, en el ataque al Cuartel Moncada y de otros jóvenes del territorio que lucharon contra la tiranía. También hay un espacio dedicado a logros de la Revolución e imágenes de la presencia de Fidel en la provincia.

Desde donde germinó

Joel Padrón Padrón, jefe del Departamento Político Ideológico de la UJC en Villa Clara, argumentó que con este proyecto se proponen estimular en niños, adolescentes y jóvenes el conocimiento de la historia a partir de los escenarios donde se escribieron sus capítulos. El Aula ha tenido un buen impacto. Está previsto que la recorran estudiantes de diversos centros educacionales del territorio, y contará con la guía de un profesor de Historia de Cuba.

Entre escalofríos

Basta con apreciar los rostros de los jóvenes que recorren la muestra para notar cómo los impresiona ver los instrumentos de tortura y, más todavía, cuando se les explica su modo de empleo.

Todas las técnicas producían dolores descomunales. El simulacro de ahorcamiento se llevaba a cabo lentamente, pero cuando la asfixia estaba a punto de matar, aflojaban la cuerda para exigir la confesión. El método para pinchar los ojos consistía en apretar sobre estos una banda de cuero, lo cual provocaba que la pupila se proyectara hacia afuera. Entonces la pinchaban con un punzón, mientras las uñas se las iban volteando, poco a poco, con una pinza. La corriente la aplicaban en el oído interior y en los testículos.

Hasta al menos sensible se le apretuja el corazón al conocer esos detalles y apreciar los instrumentos para las perversas prácticas. Alivia un poco la pena el saber que estos torturadores batistianos tuvieron que responder por sus crímenes ante la justicia revolucionaria. ¡No hubo impunidad! Estimula también constatar que los jóvenes aprenden un poco más del pasado, para pensar y sentir mejor el presente.

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