Es esta la única ocasión en que el Apóstol perfiló el pabellón de la Patria. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 06:32 pm
El Apóstol de la libertad de Cuba encontró tres sinónimos para explicar la trascendencia de todo gran escritor: gran pintor, gran escultor y gran músico. Esta hermosa trilogía está encarnada a lo largo de la obra martiana. Por la falta material de tiempo, pero nunca por carencia de talento natural, Martí no se pudo dedicar a la pintura. Sin embargo, fue un inspirado dibujante.
En la adolescencia tuvo esa especial inclinación cuando ingresó en la clase de dibujo de la Academia San Alejandro en La Habana, aunque su paso fue de apenas un mes, al inicio del curso escolar 1867-1868. De manera autodidacta desarrolló esa habilidad.
Son relativamente escasos los dibujos martianos. No fueron realizados para exhibirse en público; se encuentran en sus cuadernos de apuntes, e incluso, en hojas sueltas. Ninguno parece ser una obra acabada, pueden adolecer de defectos técnicos, pero todos, en un conjunto caracterizado por la capacidad sintética de rasgos, contienen una interpretación pictórica de las ideas de aquel hombre genial: responden a la necesidad de expresar, de recordar o de documentar. Al vuelo podemos escoger algunos ejemplos.
Ilustrar las palabras
En Martí se puede considerar el deseo ferviente de ilustrar sus propios versos. Tal es el caso del poemario Ismaelillo, donde se comprueba que el grabador del libro siguió instrucciones del autor para confeccionar las pequeñas ilustraciones que adornan sus páginas.
Una versión del poema A la palabra presenta en sus propias cuartillas originales la unión de versos y dibujos: en lo alto se encuentra el león rugiente que desciende de la montaña al valle; debajo, el árabe fiero en su dorada cabalgadura y, por último, claramente dibujada, la lira imponente, serena y alzada en la más alta cúspide de la tierra.#
De otro momento, en una hoja que corresponde a la Conferencia Monetaria Internacional celebrada en Washington en 1891, constatamos la batalla entre la idea imperial y la idea de libertad: a una caricatura del Tío Sam, de hirsuta cabellera y puntiaguda barba, le acompañan los esbozos de un alegórico ex-libris compuesto por un libro abierto provisto de simbólicas alas, entre las que existen sus iniciales (JM) enlazadas, con la frase: «Por América» a manera de corona.
Lo extraordinario de la página es el dibujo centrado en su parte inferior, que constituye un excelente autorretrato de contorno triangular, con frente de amplias entradas que recuerda la escultura que Juan José Sicre realizó para la hoy Plaza de la Revolución, imagen universalizada como emblema del Centro de Estudios Martianos.
Encontrarse con la manifestación inédita de la creación martiana siempre conduce a la admiración bienhechora. En la papelería del insigne político y poeta se encuentra un boceto de valioso significado. El testimonio de su autenticidad está fijado con el siguiente texto mecanografiado:
«Este dibujo al lápiz fue encontrado en el baúl que el Maestro José Martí entregó a doña Ángela del Castillo y Agramonte de Fernández antes de salir para Cuba en 1895. Y para constancia de ello firmo la presente en La Habana a sep. (tiembre) 15 de 1939». Emilio D. Cassi, esposo de Cocola (firma manuscrita autógrafa).
Isabel Carolina Fernández del Castillo, conocida desde su infancia por Cocola, era hija de Miguel Fernández y Ledesma y su esposa Ángela, en cuyo hogar fue acogido por primera vez el revolucionario desterrado al arribar a Nueva York en enero de 1880. El patriota amigo, 17 años mayor que Martí, había compartido con este los trabajos forzados en las canteras del Presidio Político y murió en sus brazos en 1891.
Su hija, que disfrutó desde su infancia el cariño del Apóstol, falleció en El Calvario, pueblo periférico de la capital, el 18 de agosto de 1939. Su viudo, Emilio D. Cassi, italiano y oficial del Ejército Libertador, cumpliendo la última voluntad de aquella, entregó pocos días después a Gonzalo de Quesada y Miranda la valija que el Apóstol había encomendado a la madre de su esposa. En esta se encontraban manuscritos y valiosos objetos, como los que conservaba el autor de los Versos Sencillos, de María García Granados: la almohadilla de olor, la breve nota que acompañaba ese obsequio y la fotografía dedicada por la Niña de Guatemala. En esa misma ocasión, el acucioso investigador martiano debió recibir el dibujo referido.
«La nación empieza con la justicia»
El sentido estético de José Martí se refleja en el mensaje gráfico que ahora se presenta por primera vez.
La imagen consta de tres elementos principales. El primer plano es una balanza en equilibrio, cuyos brazos están identificados con los nombres latinos de Lex y justiciae. Aparece como soporte de esta un libro abierto, símbolo de la sabiduría, la cual recuerda por sus contornos a los esbozados en 1891. El fondo, que se dibujó a instancia final, corresponde a la bandera cubana; y es esta la única ocasión en que el Apóstol perfiló el pabellón de la Patria.
Fue en el Maestro la bandera de los cubanos un símbolo íntimo por cariño y público por trascendencia. Recuérdese que era la única enseña latinoamericana que no representaba a una república independiente.
En el Museo Casa Natal, la Fragua Martiana, el Museo Bacardí y el Museo Provincial de Ciego de Ávila, se conservan banderas cubanas que pertenecieron a Martí, desde la pequeña que durante años portase dentro de su billetera «para dignificar el dinero», hasta la que recibiera de manos de Pedro Agustín Pérez, en Guantánamo, al incorporarse a la guerra. Era frecuente que Martí la convirtiera en personal obsequio, como lo hizo con el mexicano Israel Mercado (hermano de Manuel Mercado) y con sus compatriotas Agustina Gamba, Leandro Rodríguez y Emilio Gordillo.
La bandera cubana más valiosa que se conserva del Apóstol es la escarapela mambisa que perteneciera al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, y que resplandecía sobre su pecho, hace 120 años, en el combate de Dos Ríos.
El dibujo martiano que hoy se presenta al público es una síntesis artística de la lógica de un movimiento conceptual.
«El mundo es equilibrio, y hay que poner en paz a tiempo las dos pesas de la balanza»#, afirmó el Delegado del Partido Revolucionario Cubano exactamente un año después de la fundación del periódico Patria. El equilibrio, cuya imagen clásica representa la balanza, es el arte de compensar dos fuerzas que se presuponen, en este caso, la Ley y la Justicia, a través de un punto de apoyo dado por la sabiduría.
La balanza es además un instrumento de medición que indica cuánta justicia está representada en la ley, no solo por el diseño de sus normas, sino por su contenido, alcance e interpretación. La armonía entre ley y justicia ha de ser, entonces, íntegra y mesurada, recta en sus intenciones y objetiva en sus juicios, para evitar extremismos, desproporciones y parcialidades. Así, como en la antigüedad existieron falsificadores de balanzas, también han existido a lo largo de la historia del mundo falsificadores de la justicia, que son los grandes causantes de los males humanos y sociales. Este peligro aún nos acecha.
«No hay placer como este de saber de dónde viene cada palabra que se usa, y a cuánto alcanza»#, indicaba el Maestro. La raíz latina de la palabra equilibrio es aequus, que equivale a igual, también utilizada para equidad. Entre ley y justicia ha de existir un balance equitativo de tal magnitud, que de la propia norma irradie la esencia de probidad como representación de su grandeza y de la humanidad de aquellos que la hacen y la aplican.
«La nación empieza con la justicia»#, y ello bien se representa con la presencia de la bandera de Guáimaro en el dibujo martiano, símbolo de la consecución de un sueño: la instauración en Cuba de una república con todos y para el bien de todos, donde el ejercicio político tenía necesariamente que estar regulado por la moral. «La primera cualidad del patriotismo es el desistimiento de sí propio; la desaparición de las pasiones o preferencias personales ante la realidad pública, y la necesidad de acomodar a las formas de ella el ideal de la justicia».
El agradecimiento ha de cerrar la brevedad de este artículo. Es el sentimiento que los autores tienen por Elsa Montero Maldonado y Asunción Pelletier (Sucy), leales compañeras de trabajo de Celia Sánchez Manduley.
*Abogada de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos. Profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad de La Habana y asesor de la Oficina del Programa Martiano. Miembro del Consejo Científico del Centro de Estudios Martianos
Fuentes: A la palabra (Versión B). Martí, José. Obras Completas. Edición Crítica, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, t.16 (Poesía III), p.165.
Pobres y ricos. Periódico Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1893. Martí, José. Obras Completas, 28 tomos, Editorial Nacional de Cuba e Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1963-1973, t.2, p.251.
Prólogo a El Poema del Niágara, Nueva York, 1882. Martí, José. Obras Completas, 28 tomos, Editorial Nacional de Cuba e Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1963-1973, t.7, p.234.
Los moros en España. Periódico Patria, Nueva York, 31 de octubre de 1893. Martí, José. Obras Completas, 28 tomos, Editorial Nacional de Cuba e Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1963-1973, t.5, p.333.
¡Vengo a darte patria! Puerto Rico y Cuba. Periódico Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1893. Martí, José. Obras Completas, 28 tomos, Editorial Nacional de Cuba e Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1963-1973, t.2, p.257.