Bayolo comparte con el ajedrecista Anatoli Karpov, considerado uno de los jugadores más extraordinarios de la historia. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 21/09/2017 | 06:16 pm
Jesús González Bayolo sigue siendo periodista, cronista, comentarista, especialista en ajedrez, amante del deporte, amigo, compañero, buena persona, agradecido, internacionalista y cubano legítimo. ¿Quién dice que se fue de Juventud Rebelde? ¿Quién dice que se ha ido de la prensa cubana? Uno se va cuando es olvidado, y aquí en nuestro diario, en el país y en el corazón de ajedrecistas del patio y del exterior, lo recuerdan todavía. Él se ha ocupado de que no lo olviden, escribiendo con la misma pasión de siempre, y ahora con mucha más experiencia que nunca.
—Hace más de un cuarto de siglo que eres como la imagen del ajedrez cubano. ¿Periodista o ajedrecista?
—Periodista, y si puedo añadir, especializado en ajedrez.
—¿Eres de los que defiende la especialización en la profesión?
—Soy de los que considera que el periodista ha de ser aprendiz de todo y maestro de algo.
—¿Cuál género prefieres?
—Siento cariño por la entrevista y la crónica, pero realmente mi género preferido es el que resulte después de haber plasmado mis ideas lo mejor que pueda.
—¿Qué me dices del género más empleado, la información?
—Que debería acercarse más a la noticia. Coincido con el norteamericano Charles Dana, por cierto, amigo de Martí, en que noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro.
—De las noticias exclusivas que publicaste, ¿cuál te hizo más feliz?
—Médico en La Higuera, en 1993, como homenaje al Che. Tenía toda la exclusividad, porque era el único cubano en la comitiva que llevó a la antigua escuelita de La Higuera al primer médico, el paceño Carlos Medina, en un proyecto del centro Félix Varela.
—¿Y cuál la más triste?
—La pérdida de mi amigo el Gran Maestro Guillermo García, conocido por nuestro pueblo como Guillermito.
—Jesús González Bayolo, ¿por qué nunca firmas con tu nombre completo?
—En mis primeras notas no incluía el segundo apellido, y fueron mis jóvenes colegas los que pensaron que debía utilizar su exclusividad, y así nació el G punto.
—¿Has usado seudónimos? ¿Por qué?
—He usado varios ocasionales. Estable, Jesús Evio a partir del nacimiento de mi hijo en 1982, porque con frecuencia publicaba más de un trabajo en la misma página. En textos para DDT usaba GGG, iniciales de mi padre, Gonzalo González González.
—¿Qué es lo que más te satisface del periodismo impreso?
—Ver a alguien leyendo lo que hasta hace unas horas solo eran ideas en la cabeza.
—¿Cuál consideras el mayor elogio?
—El que alguien te diga: «Me quedé con ganas de seguir leyendo».
—¿Existe algo que haya cobrado vida a partir de una publicación tuya?
—El monumento que identifica a Capablanca, obra de Florencio Gelabert, en el cementerio de Colón.
—¿Qué es lo más terrible para un reportero?
—No reportar a tiempo.
—¿Te sucedió alguna vez?
—Estuve cerca… En 1982 cubría un Mundial de pesas en Ljubliana, entonces Yugoslavia. Escribía por las mañanas, porque JR era vespertino. Iba del hotel al centro de prensa a pie, pero esa mañana caía tremendo aguacero. Veo que sale un ómnibus del hotel y me subo. Pero no fue para la sala de competencia, ni para el centro de la ciudad… De pronto me vi nada menos que a las puertas de unas cuevas, que más tarde supe que eran las segundas más grandes del mundo, luego de las de Nueva York. Eran las cuevas de Postoina. Me sentí al borde del infarto, pero me las ingenié para después de mucho vaivén conseguir un télex. Entonces respiré y luego de escribir ya no tenía mejor opción que recorrer en tren varios kilómetros de estalactitas y estalagmitas.
—Tú has sido reportero y jefe de redacción. ¿Qué es lo más molesto para uno y otro?
—Para el primero, que cuando tiene que escribir contra cierre, el jefe se le pare al lado. Para el segundo, que en similar situación el reportero se demore demasiado en entregar la nota.
—¿Qué ha sido y qué es para ti el periodismo?
—El periodismo es excitante. Para mí ha sido la aventura de vivir (empecé con 18 años) y sigue siendo el amor eterno.
—¿Te atreverías a señalar cómo debe ser el periodista?
—Osado, pero no impertinente. Sagaz, observador y con mucha seguridad en sí mismo.
—Has sido sobre todo cronista deportivo. ¿De qué deporte no has escrito?
—De rugby y «kikimbol».
—¿Solo has hecho coberturas deportivas?
—He cubierto desde una cumbre de Jefes de Estado hasta una asamblea sindical, algo tan caliente como un fuego o algo tan lejano como un eclipse.
—¿Personalidades del ajedrez que has entrevistado?
—Karpov, Fischer, Spasski, Najdorf, Ivanchuk, Andersson, Campomanes, Maya Chiburdanidze, Judith y Susan Polgar… Miles (quiero decir, Anthony Miles), entre los más conocidos.
—¿Alguna discrepancia con el periodismo que se hace ahora?
—Solo un pequeño detalle, me gusta que los títulos anuncien el texto que les corresponde, y si lo hacen de forma poética, mejor; pero no los que aunque expresan poesía, carecen de una relación concreta.
—¿Quisieras hacer alguna sugerencia?
—Sería interesante la existencia de un museo del periodismo, para exponer desde la extinta cuartilla pautada y el añejo linotipo hasta documentos históricos y fotos de los más célebres periodistas cubanos de todos los tiempos.
—¿Qué opinas del periodismo digital?
—Es el hijo menor de los medios y, en consecuencia, muy consentido, pero… aparte de que en países como el nuestro todavía solo tienen acceso a él una minoría, hay que tener mucho cuidado, porque, con honrosas excepciones, en los sitios de Internet navega la falta de rigor y sobran los disparates.
—¿Tienes idea de la cantidad de trabajos que has publicado en este diario en más de tres décadas que estuviste en su plantilla?
—No… supongo que algunos miles.
—¿Por qué saliste de Juventud Rebelde?
—Por solicitud del entonces Presidente del Inder cuando Fidel incorporó el ajedrez a la Batalla de Ideas, el 7 de diciembre de 2002. Desde 2003 estoy en el Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez (ISLA).
—Desde entonces te veo con frecuencia en la televisión. ¿En qué curso estás ahora en Universidad para Todos?
—En septiembre comienza un curso sobre los campeones mundiales de ajedrez.
—¿Cómo pueden conseguirse las grabaciones de las clases?
—En cuanto a esto, pregunta recurrente de la afición, no hay respuesta satisfactoria. Habría que digitalizar las clases, debido a la tecnología de grabación que se emplea.
—¿Qué libros has publicado?
—Capablanca, el canciller del ajedrez, edición facsimilar del Minrex, 2002, y Daniel Núñez entre barras y discos, Editorial Deportes, 2013. Como coautor, Ajedrez Integral I y II, así como Lasker, libro gigantesco con autores internacionales, editado en 2009 por la Fundación Lasker, en Alemania.
—¿Qué otros piensas publicar?
—Todos los que pueda. Terminados tengo Fidel y el ajedrez y uno en cuya temática coincidimos tú y yo: Reportaje al nazismo. Casi terminados: uno sobre los héroes cubanos y el ajedrez, otro sobre Capablanca, y otro más que lleva por título De Capablanca a Leinier, en coautoría con el GM Reinaldo Vera.
—¿Puedes darme una exclusiva de tu investigación sobre Fidel y el ajedrez?
—Lo más curioso y menos conocido es una historia anecdótica y larga, que te resumo así: en su partida con el mexicano Terrazas en La Habana 66, hizo una jugada (Ad6) censurada por muchos, pero un estudio reciente del GM Gennadi Sosonko ponderó su valía y la bautizó como la Variante Fidel y el Ataque Fidel.
—Sé que eres conferencista habitual. ¿Alguna que destacar?
—Mi mayor orgullo es la que ofrecí en Venezuela, en octubre de 2012, en el estado de Miranda, con el título Fidel, el Che y el ajedrez. Asistió nuestro embajador en Caracas, Rogelio Polaco Fuentes. Concluyendo, Fidel le telefoneó, le hizo preguntas sobre lo que acababa de ocurrir y de inmediato comenzó a ofrecer una conferencia telefónica (Polanco amplificaba) sobre el Che y el ajedrez. Terminó con su saludo a los presentes. Es lo más extraordinario y honroso que me ha sucedido en una conferencia.
—¿Qué te ha aportado el ajedrez?
—Sobre todo, amigos. Quiero mencionar especialmente a dos, porque en 2004 organicé partidas de ajedrez entre nuestros niños talentos y dos de nuestros héroes de hoy. Ahora se están reviviendo estos topes y nuevamente soy el enlace con mis dos entrañables amigos Ramón Labañino y Antonio Guerrero.
—¿El ajedrez tiene algo de magia?
—La magia existe, o puede existir, en todas partes. Por un acto de magia vivo. Me refiero a la magia de la Medicina cubana. En mayo de 2011 sufrí tres infartos en una semana, y ya el 6 de junio había un hombre —el doctor Paredes— manipulando mi corazón durante unas ocho horas. Más que una operación fue un acto de magia, con muchos prestidigitadores.
—¿Cuál es la mayor riqueza que has tenido?
—El ejercicio del periodismo. Mira, la mayoría de la gente en el mundo entero pierde un tercio de cada día, más o menos, para poder hacer en el resto del tiempo algo de lo que más le gusta. Yo he hecho lo que más me gusta todo el tiempo, salvo cuando he estado circunstancialmente en la construcción o en un surco cumpliendo deberes con la Patria.