Algunas de las familias que reciben las donaciones de Unidos por ti acompañadas por Lisy y Darío (al centro) Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 21/09/2017 | 06:15 pm
Los sueños nos mantienen con vida, dijo Patricia Sú Olbera desde sus 16 años. Y nos quedamos pensando en su esperanza. He descubierto lo fuerte que soy, comentó Xochitl Sanfiz Díaz, que empezará a estudiar Veterinaria en septiembre. Y otra vez la admiración se adueñó del alma.
Granjita Feliz es más que un proyecto, más que una idea noble, más que la iniciativa de dos personas maravillosas con el apoyo de grandes seres que se aventuraron a seguirles. Esa comunión de cariño y empeño ha sido capaz de transformar vidas, de tomarlas de la mano y rescatarlas de cualquier vacío, de encaminarlas hacia un futuro.
No es solo el apoyo material, reconocen quienes reciben los beneficios, aunque cierto es que ayuda que otros se preocupen por la calidad de vida ajena y apoyen el diario bregar de la familia, que debe sacar adelante a sus hijos o hijas pacientes oncopediátricos (que padecen o han padecido cáncer). Se trata también de esa energía que llega de quienes sufren los mismos dolores y se atreven a compartirlos para que toque menos.
En Granjita Feliz el amor y la esperanza se multiplican. Ya rememoran Darío y Lisy cómo comenzaron a tocar de puerta en puerta para conformar esa pandilla noble de Unidos por ti, iniciativa dentro del proyecto que se encarga cada mes de que varios colaboradores donen de sus producciones el sustento que mejorará la calidad de vida de quienes más lo necesitan.
Y la voluntad no ha sido solo para unir esfuerzos productivos. Las actividades que acoge el otrora Liceo de Guanabacoa, hoy Casa de Cultura Rita Montaner, son también fruto de la creatividad de quienes saben que dando se multiplican y crean amor. Y así, quien se atreva, puede conquistar el escenario en el espacio Sueños compartidos, encuentro que habitualmente regala algo de música, teatro, danza o lo que se les ocurra a quienes participan. Todo contribuye a hacer más felices a las 25 muchachas y muchachos que hasta ahora integran esta peculiar hermandad. Aunque el grupo es infinito, porque reúne a familiares de los que creó la sangre y de los que combinó la vida.
Hace 12 meses soñamos con hacer realidad Unidos por ti. Hicimos un compromiso y lo hemos cumplido, dicen Luis Darío Martos González y Elizabeth Frómeta Mejías, Lisy y Darío para todos. Este matrimonio ha acondicionado un espacio de su hogar hasta convertirlo en una terraza de 25 metros cuadrados de superficie dedicada a la cunicultura (crianza de conejos). Allí logran ocho toneladas de carne al año. Persiguen además promover cultura, educación medioambiental, salud mental y agricultura familiar urbana.
Compartir la esperanza
«Nunca imaginé que existiera algo parecido, porque estas personas no piden nada y siempre están dando amor. También es bueno que nos ayuden con la dieta que debemos llevar. Por otra parte, en el proceso de la enfermedad, a veces no podemos relacionarnos mucho con otros, porque somos muy vulnerables. Con este grupo, vamos reincorporándonos a la sociedad», me dice Patricia, y confiesa que a veces canta cuando se embulla en los encuentros.
El espacio Sueños Compartidos es uno de los que reúne a la comunidad para regalar algo de arte. Foto: Abel Rojas Barallobre
Con sus 15 años, Leydis Lázara Posada Cañizares me cuenta que comenzará en el preuniversitario y siente que reunirse con estas amistades ayuda a quienes están atravesando su situación, porque les levanta la autoestima y los anima a seguir adelante y luchar por salir bien.
«Para mí ha sido maravilloso, porque los pacientes de Oncopediatría casi siempre tenemos algún complejo ante los demás. Pero aquí nos sentimos familia y nos han enseñado a salir al mundo. Llegué sin conocer a nadie y ahora soy amiga de todos», confiesa Lizuán Arioska Guillén, quien comenzará a estudiar Información de la Salud.
«Desde que llegué al proyecto me siento mejor, porque las muchachas nos hemos apoyado entre nosotras, y nuestras familias conversan muchísimo. Llevo pocos meses, porque estaba operada y recientemente me incorporé», dice Loreny López Díaz, que comenzará Ingeniería Industrial.
Xochitl Sanfiz relata cómo Darío y Lisy la «reclutaron», ese término guerrillero que emplean para describir su integración a Granjita Feliz. Al principio, ella no creyó que fuera posible un proyecto como este. Pero desde el primer encuentro quedó prendada, porque todo devino una experiencia emocionante en la que acabaron llorando de felicidad y emoción, al compartir las historias.
«Nunca había encontrado una adolescente que compartiera mis sentimientos, y eso me ayuda a salir adelante porque las veo contentas y digo: ¿por qué no voy a estarlo yo? La enfermedad no me deprime, porque creo que se trata de una meta; la mía es vencerla, y ya lo hice. Me gustaría que los jóvenes siguieran adelante al ver nuestras historias, que venzan, porque pueden. Siempre dije que esa enfermedad no iba a poder conmigo. Y no pudo», confiesa con grandeza.
Yordanis Domínguez Aguilar, estudiante de Preuniversitario, dice que agradece el tiempo con este grupo. Hasta ahora, solo viene a aplaudir, pero puede que se embulle a actuar en cualquiera de las manifestaciones. Y se ve que no le falta atrevimiento, porque es capaz de desarmar equipos en su casa con esa pasión que siente por la electrónica. Incluso, llega a incursionar hasta en la cerámica y la pintura. Talento y ganas tiene de sobra.
Otros como Yoander López Méndez, que comenzará a cursar Medicina, o Roberto Javier Valdés García, que se prepara para iniciar la enseñanza secundaria, prefieren hablar menos. Solo se ríen. Muchos se conocen de la escuela; la mayoría ha convivido en el hospital. Pero desde hace un año pueden ostentar de ser una comunión maravillosa.
Francisco Pérez Rodríguez, entre tímido y feliz por lo que siente al ayudar a estos jóvenes, me cuenta que desde la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Juan Oramas, donde labora, se asiste mucho a los pequeños pacientes. Pero Francisco no vino solo, llegó a esta comunidad acompañado de su hija, quien también es paciente oncopediátrica. Hoy ayuda a los demás con el yogurt y la leche de sus animales.
Eneida Malvares Aguiar comenta que en su UBPC 26 de Julio están muy entusiasmados, porque cada día se incrementan las personas en el proyecto. Su centro laboral contribuye todos los meses con los cultivos de sus finqueros y la crianza de sus animales. Pero no es solo la ayuda lejana. Eneida asiste a estos encuentros porque se siente muy a gusto.
Las granjitas se multiplican
Lo que comenzó siendo quizá una soñadora idea de enamorados, es hoy una realidad que cambia vidas. Proyectos como Unidos por ti van llegando a los menores de otros municipios de La Habana, y muchos en otras provincias como Artemisa, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba y Pinar del Río se interesan por darse y crecer.
Como han explicado Darío y Lisy, Unidos por ti ha encontrado a todas las formas productivas prestas a la solidaridad militante: cooperativistas, finqueros, cuentapropistas y otras personas jurídicas y naturales han estado dispuestas a la plena realización de un noble empeño. Entidades económicas, instituciones y organizaciones sociales muestran sus sentimientos de solidaridad, fraternidad y altruista humanidad.
Así marchan cargados de esas cualidades, «con todos y para el bien de todos», y por encima de ventajas económicas, ven en su acción la más noble expresión de la vigencia del pensamiento martiano y de la práctica consecuente de Fidel. Bien lo defienden estos hacedores de fe, que andan sabiendo que Unidos por ti es ser consecuentes con la vida, es realizar desde una anónima disposición el concepto de Revolución y demostrar que sí se puede; es abrirse al amor, dejar que las ideas vuelen y germinen en otros, para construir un mundo mejor con la fuerza y el vigor de todas y todos.
Donde nace la bondad
Luego de más de dos años de ejecución fiscalizada por el Grupo Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana, con el apoyo del Club Martiano Fijamos rumbo, de la Sociedad Cultural José Martí, el Proyecto Comunitario Granjita Feliz es visitado por cientos de familias para conocer sus experiencias productivas y los talleres sobre cunicultura y alimentación animal que desarrollan en escuelas primarias, secundarias, preuniversitarios e institutos ubicados en Guanabacoa, Regla y Boyeros.
La incorporación a la actividad agropecuaria de las familias necesitadas de alimentación especial, como los niños oncopediátricos, los autistas, síndromes de Down, discapacitados intelectuales y físicos, es un medio de soberanía alimentaria, obtención de ingresos adicionales y función terapeútica. En los 11 meses de Unidos por ti se han entregado más de ocho toneladas de alimentos a las 25 familias de niños con cáncer en Guanabacoa.
Entre los principales donantes se encuentran las UBPC 26 de Julio, Juan Oramas, 13 de Marzo y Cinco Palmas, la UEB de Aseguramiento de la Empresa Agropecuaria Bacuranao, las granjas urbanas El Roble, Guanabacoa y Monumental; las CCS Agustín Marrero y la Vaquería Pradera Roja, de La Habana del Este; CCS Briones Montoto, Daniel Hernández, Manuel Ascunce, Pedro Lantigua, Efraín Mayor y Rolando Pérez Quintosa; CNA Purita, de San Miguel del Padrón; y cuentapropistas como la Vinatera Brayan y Minicake Mercy. Participan además el Palacio de Pioneros de Guanabacoa, la Empresa de Servicios, la UBIA y la OBE de Guanabacoa, así como las tiendas El Triunfo, la Alianza y Casa Grande.