Su hija Rauda Jamís y otros familiares, amigos, intelectuales y pueblo guayense ofrecieron el último adiós al poeta, pintor y diplomático. Autor: Andrei Álvarez Frías Publicado: 21/09/2017 | 05:58 pm
La octogenaria espirituana Rosa Castañeda no olvida aquella mañana del año 1946 cuando la maestra de Geografía anunció la llegada de un nuevo alumno. Desde el primer momento en que divisó al niño con rasgos que indicaban otra nacionalidad, reconoció que tenía talento y trascendería en el tiempo.
Y no erró; precisamente Fayad Jamís Bernal se destaca como uno de los principales artistas cubanos del período vanguardista. El poeta, pintor, diseñador, periodista, diplomático y traductor nació en Zacatecas, México, en 1930, y murió en La Habana en 1988.
«No conversaba mucho, pero se detenía a observar todo. Demostraba mucha sensibilidad y se interesaba por los temas de la cultura», rememora la anciana yayabera.
Aunque llegó a Guayos tras transitar por varias ciudades del país y su origen era mexicano, el «Vagabundo del alba» siempre hizo suyo ese poblado del centro de la Isla y al borde de la Carretera Central. Allí encontró a varios de los escasos amigos que marcaron su vida y descubrió su don para las artes.
En el pequeño pueblo, identificado entonces por el quehacer del central azucarero, aprendió los rituales del dibujo, publicó su poemario Brújula y organizó su primera exposición personal, inaugurada en Sancti Spíritus en 1949.
«Moro», como muchos le decían, en una entrevista realizada por el periodista Orlando Castellanos, publicada en el CD Palabra viva y editado por el Centro Pablo, expresó: «Realizaba los clichés para el cine del pueblo y me ganaba el dinero dibujando las envolturas de mazos de tabaco. Una mañana leí en un periódico sobre la convocatoria para ingresar en la escuela de artes plásticas San Alejandro y decidí matricular en ella. El 4 de octubre de 1949 partí de mi querido Guayos hacia la capital».
En La Habana, Fayad continuó pintando y escribiendo versos. Se relacionó con la intelectualidad de la época e integró el mítico grupo Los Once. Debido a la situación política y económica que atravesaba la Isla en 1954 decidió viajar a París, donde residió durante cinco años.
Ni Europa, ni su estancia en México como diplomático, hicieron que Fayad olvidara al pequeño terruño del centro del país. En ese rinconcito quedaron familiares, amigos y gran parte de su vida. Sin previo aviso, llegaba cada vez que podía vestido con guayabera de mangas largas. Visitaba siempre el taller de artes plásticas, dirigido por Mario Félix Bernal, y dedicaba muchas horas a conversar sobre el quehacer cultural del país con los intelectuales Tomás Álvarez de los Ríos y Crucelia Hernández. Se le recuerda siempre como una figura hierática con los brazos cruzados, que miraba seriamente de un lado a otro.
En reiteradas charlas con coterráneos y colegas de la capital, y por medio de cartas que aún se conservan, reveló su amor hacia el poblado y su deseo de ser enterrado allí.
Lamentablemente la muerte tocó sus puertas en la capital del país, por lo que su cadáver fue depositado en la bóveda dos, perteneciente al Sindicato de Artes y Espectáculos, ubicada en el cuartel noroeste de la Necrópolis de Colón. Tras la exhumación, los restos se trasladaron hacia el Osario de la Asociación Nacional de Operadores Cinematográficos, según revelan los archivos del camposanto.
El deseo del «Mexicano», como también se le conoció, de descansar en la eternidad en su amado poblado, no quedó olvidado. Su amigo Tomás Álvarez de los Ríos, mientras vivió, insistió en el traslado de sus restos. La joven espirituana Damaris Rodríguez Ramos, con la autorización de los sobrinos del «Moro», Alba y Alex Jamís, intenta honrar su memoria con un proyecto cultural dedicado a promocionar la vida y la obra del pintor.
«Supe del anhelo de Fayad luego de leer varias misivas entre él y Tomás, además de una entrevista publicada en Juventud Rebelde en el año 2003, donde los escritores Adys Cupull y Froilán González hicieron referencia al tema. Con el permiso de su familia residente en Guayos y Camagüey me di a la tarea de traer los restos hasta aquí», explica la espirituana.
Guayos estuvo en todo momen-to presente en la vida del «Mexicano». Su sobrina Alba Jamís recuerda que la última vez que lo vio había terminado un libro, aún en manuscrito, donde narraba varias historias del pueblo.
«Se titulaba Cómo están las buenas personas, una frase utilizada por Urbano, un personaje popular que expresaba eso cuando llegaba a los velorios. El texto, luego de su muerte, desapareció», añade la guayense.
En los primeros días de marzo de este año se dieron cita Damaris, los sobrinos de Fayad y el antropólogo forense Dodany Machado en el Osario de Operadores Cinematográficos del Cementerio de Colón, con el objetivo de identificar los restos del artista. Luego de varias horas de pesquisa, el especialista comprobó que ninguno de los 80 esqueletos humanos conservados allí era el del «Moro».
Identifican restos de Fayad Jamís
Sin embargo, eso no impidió la búsqueda, por lo que se solicitó el apoyo del historiador e investigador Ercilio Vento Canosa, espeleólogo y especialista de Segundo Grado en Medicina Legal, quien ha identificado a personalidades como el patriota tunero Vicente García y el matancero Manuel García; los del zoólogo alemán Johann Gundalch; de Fray Gerónimo Valdés, Obispo de La Habana, o los de Álvaro Reynoso, entre otros.
La identificación de los restos de Fayad se convirtió en un desafío para el estudioso matancero.
En conversación con JR, el también historiador de la Ciudad de Matanzas insistió en que el mayor interés no estaba sobre la tarea antropológica, sino en la parte humana del asunto, pues parte de la vida del intelectual se desarrolló en el poblado espirituano de Guayos.
La noticia de la voluntad de encontrar y trasladar los restos le llegó a Ercilio por voz de su amigo Alejandro Romero Emperador, presidente de la Sociedad Espeleológica de Cuba, quien le ofreció los antecedentes de la idea y le dijo que para la tarea de identificación de los restos se había designado al colega espeleólogo Gilberto García.
«Por Damaris conocí del valor cultural y afectivo que tenía esta tarea, iniciada el 28 de julio de 2012, y la importancia de recuperar los restos que no estaban correctamente identificados, aunque se suponía el lugar donde debían encontrarse. Supe de otros detalles de la vida de Fayad Jamís, tales como la enfermedad que lo aquejó y llevó a la muerte, sus relaciones familiares y, sobre todo, del movimiento que se gestaba en Guayos en torno a su figura.
«Una identificación de esta naturaleza suele hacerse en países desarrollados, que tienen la tecnología; no trabajan con los originales, sino con moldes, con copias en plástico; nosotros aquí pudiéramos hacerlo, pero es costoso. La medicina legal y la salud pública matancera han hecho un esfuerzo, demostrándose de lo que podemos hacer con alto rigor científico», consideró el investigador yumurino.
Regreso eterno a Guayos
El regreso de Fayad Jamís a Guayos significa el retorno eterno a sus calles, a sus parques, junto a sus amigos de siempre, porque la brújula, definitivamente, encontró su rumbo.
Veintiséis años después de su muerte, Fayad Jamís regresó a Guayos, su pueblo amado, donde descansará eternamente.
Su hija Rauda Jamís, familiares, amigos, intelectuales y pueblo guayense le rindieron homenaje en una ceremonia solemne que tuvo lugar, primero, en el parque del poblado cabaiguanense, en el que tantas veces compartió su entonces naciente obra. Luego, sus restos fueron depositados en un panteón del cementerio de la localidad.
«Aunque nunca le escuché ese pedido, estoy feliz y satisfecha de que descanse aquí, porque siento que es un lugar donde es muy querido», explicó Rauda Jamís, quien vino desde Francia para compartir junto al pueblo que nombró al «Vagabundo del alba» como su hijo ilustre.
Dieron un enorme valor sentimental a la ceremonia las anécdotas de quienes compartieron junto con él su amor por el arte, como el poeta yayabero Esbértido Rosendo, la música de la banda municipal de Sancti Spíritus y la guardia de honor protagonizada por familiares e intelectuales del territorio, además de invitados como Edel Morales, vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, y el escritor Alpidio Alonso.