Misioneros cubanos contra el ébola. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:57 pm
Llovía cuando llegamos, en la tarde de este martes, a la Unidad Central de Cooperación Médica, allí de donde en solo minutos saldría rumbo a Liberia y a Guinea Conakry, un grupo de cubanos a luchar contra el virus del ébola.
Apuradas por entrevistar, estas reporteras pidieron ver de inmediato a los especialistas que en breve partirían al continente cuna de la humanidad, justamente para ayudar a poner a salvo a esa humanidad al borde del abismo. Pero estaba lloviendo, e Iliana González Pino, jefa del Departamento Docente de la Unidad Central, fue tajante: «Hay que esperar, porque ellos, para llegar a ustedes, deben ahora caminar bajo la lluvia, y no se me pueden mojar. Ni un catarrito debe aparecer en este momento…».
Minutos después, fuimos conociendo en primer plano a algunos de los hombres que durante meses batallarán a brazo partido contra el virus más peligroso que enfrenta nuestra especie en la hora actual. Ninguno estaba nervioso, ni siquiera tenían la pose de quien emprendería un viaje largo. A nosotras ellos nos recordaron unos versos tremendos de Eliseo Diego, de esos que dejan muda a una: Aquí no ha pasado nada; no es más que la vida…
Así conocimos a Iván Rodríguez Terrero, de 50 años, especialista en Medicina Interna y de Segundo Grado en Cuidados Intensivos, máster en Enfermedades Infecciosas, y profesor asistente de la Universidad Médica de Guantánamo.
Es de uno de los lugares más bellos de la Isla: Baracoa. Y ecuánime, como se le ve, satisface nuestra curiosidad:
—Usted se va en minutos para el aeropuerto. Ya está con su equipaje…
—Listo para partir. El destino es Guinea Conakry.
—¿Ha estudiado el país?
—Nos hemos preparado mucho. Ya hemos estado en otros países con situaciones similares, en otras misiones: viví cuatro experiencias de misión por ser parte de la Brigada Henry Reeve, y dos más como parte del Programa Integral de Salud. Estuve en tres países: Guatemala, Bolivia y Haití.
Iván ha vivido inundaciones. En Haití fue testigo de la dantesca situación dejada por el terremoto del año 2010 y después, del azote de la epidemia del cólera.
No olvida que en el hospital donde trabajaban los cubanos en la hermana nación caribeña las jornadas abarcaban las 24 horas, y que al llegar, al contemplar el desastre dejado por el sismo, necesitó unos minutos para «metabolizar aquello», porque los ojos no alcanzaban para abarcar tantos muertos y heridos.
—¿Cómo asume la situación futura inmediata?
—Independientemente de la preparación que uno pueda tener, estoy consciente de que vamos a enfrentar una situación muy compleja, seria, pero también estoy convencido de que con disciplina, cumpliendo todo lo que está reglamentado, se vence el problema.
—¿Qué deja atrás?
—Todo. Mi familia, mi país. Cuando digo familia digo padres, hermanos, esposa, cinco hijos, sobrinos. Es una familia muy bien llevada, que sé se siente orgullosa del paso que uno ha dado. Ellos están preocupados pero a la vez sienten admiración.
«Mi madre y mi padre están vivos. Mi padre es agrónomo —dice Iván con orgullo—, experto en temas de cacao».
Cuando este médico supo hacia dónde iría, se llegó hasta el hogar de sus padres para darles la noticia. «Les chocó, por supuesto, pero inmediatamente se recuperaron. Le dije a mi padre que estaba haciendo lo que él me había inculcado.
—¿Alguien cuidará de ustedes?
—Nos cuidaremos los unos a los otros. Es un trabajo de vigilancia mutua, de atender si nuestro compañero hace bien o mal las cosas, para poder alertarle, para poder decirle, por ejemplo: «Mira, te abrochaste mal eso…».
—¿Qué llevas en el equipaje?
—Cosas personales.
«Estoy optimista, confiado en que vamos a cumplir con la nueva tarea, en que vamos a regresar. Tengo un compromiso con mis hijos.
—Su actitud es heroica…
—No me considero un héroe sino un cubano más que está haciendo algo por su país y por el mundo, ahora en una situación muy difícil. Creo que sentirse héroe es demasiado.
Fotos de los suyos… Y otras certezas
Gracias a Ronald Hernández Torres, de 45 años, especialista en Medicina General Integral con una experiencia en la profesión de 25 años, podemos imaginar cómo serán los días vividos por nuestros misioneros en África. Es holguinero. Vive en las Tunas. Cumplió con misiones internacionalistas en Honduras del año 2005 al 2007; y en Venezuela, del año 2009 al 2013.
—Ahora le toca una misión muy peligrosa.
—Después de un mes y cinco días de preparación intensiva, que incluía jornadas desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche, estoy tranquilo. Hemos tenido maravillosos profesores —no solo del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), sino también del Hospital Miguel Enríquez, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), expertos que han estado en hospitales en Guinea Conakry.
«Yo voy para Liberia. Tenemos la preparación teórica de todo lo que debemos hacer, lo relacionado con la bioseguridad, las precauciones estándares… Debemos evitar que la enfermedad se traslade al resto del mundo. La guerra hoy se gana en África».
—¿Ha imaginado cómo será su vida allí?
—Hay claridad sobre cómo será el sistema de trabajo. Serán seis días a la semana. Habrá un día de descanso. Se va a laborar en hospitales, directamente con los pacientes sospechosos de haber contraído la enfermedad. Vamos a fortalecer la capacidad hospitalaria de Liberia y de Guinea Conakry. Los hospitales tienen un área de alto riesgo y otra de bajo riesgo. El personal médico y de enfermería y de laboratorio no entran por la misma zona que entra el paciente. Entramos por una parte del hospital, de bajo riesgo, a la cual no tiene acceso el paciente. Allí nos vestimos, con el traje de protección, un traje enterizo con su careta protectora.
«Llevamos unos cuantos días probándonos esos trajes. No pesan mucho. Dan un poquito de calor. Cuando estás un rato dentro de él empiezas a sudar, y en Liberia hay calor. De todas maneras no estás todo el tiempo con el traje. Solo es cuando entras a la zona de alto riesgo. Estás en una zona de bajo riesgo y haces una entrega de guardia a las ocho de la mañana. Ahí se decide qué hacer: si, por ejemplo, van a entrar tres parejas y habrá tantos pacientes para atender.
«No debes permanecer mucho tiempo en la zona de alto riesgo. No más de una hora. Durante las seis horas de trabajo entrarás varias veces. Entras, haces lo que vayas a hacer. Allí no escribes en historias clínicas. Si hay un paciente que necesita una hidratación parenteral porque está vomitando, van un médico y un enfermero, y lo hacen. Nunca se trabaja en solitario, de manera que si tu compañero se siente mal te pueda advertir a tiempo y tú lo sacas del lugar de alto riesgo. Nunca andarás solo».
Ronald deja en Cuba «a dos hijos maravillosos, a una esposa que quiero mucho, a una madre, un padre, a tres hermanos y muchos sobrinos «que dan la vida por mí, pero si ahora no impedimos que esta enfermedad salga de África, la tendremos en todas partes. El desastre sería solo cuestión de tiempo.
«Como revolucionario, como ser humano, creo que esto es lo más grande que voy a hacer en mi vida. Será inolvidable, en primer lugar por la magnitud de lo que ocurrirá allí; y en segundo, por lo que aprenderemos. Será un ejemplo ante el mundo: Que Cuba, una islita, haya dado una respuesta tan rápida. Es como decía un periódico estadounidense: Cuba está pegando muy por encima de su propio peso. Y esa es una enorme verdad».
—¿Llevas algo especial en tu equipaje?
—Fotos de los míos.
Hay que volver, y bien…
Liberia es el destino inmediato de Santiago Ramos Rojas, de 47 años de edad, licenciado en Enfermería y máster en Urgencias Médicas.
Este hombre de Santiago de Cuba, con 28 años de experiencia en su profesión, afirma que él y sus colegas han recibido una «preparación muy buena»: «Nos hemos entrenado mucho en bioseguridad, autocuidado, protección».
La brigada completa se siente bien, según nos cuenta Santiago, quien reconoce que en un principio había un poco de temor ante una enfermedad nueva, tan voraz. Él la describe como «un enemigo que no se ve».
—Como enfermero, ¿debe tocar al paciente?
—Sí, lo tocamos, le tomamos el pulso, canalizamos una vena si hace falta, pero siempre está la preocupación de cuidarnos y de no poner en peligro nuestras vidas.
Como todos, Santiago se despide de su familia: sus padres, su esposa, sus hermanos, sus tres hijos, un nieto. «Y ellos están conscientes de que yo peligro pero ya les hablé mucho, les he dado seguridad. Ellos tienen fe en que vuelvo.
«A mi regreso estaré en cuarentena, allá 21 días, y aquí hasta 21 días, porque ese es el período de incubación de la enfermedad».
—Ustedes son seres muy especiales. Todo el mundo no está dispuesto a dar un paso así ni aunque le pongan el paraíso a los pies.
—Yo diría que soy uno más porque no sé si usted sabrá que 15 000 médicos dijeron que sí para ir hasta África. Dije en mi casa que me iba a combatir el ébola, y aquí estoy. Esta es una misión por el mundo.
El temor es humano, y útil…
«Casi nada…». Así dijimos cuando Guillermo Ballines Sánchez, de 52 años de edad, enumeró las especialidades que conoce: Es licenciado en Enfermería, especialista en Unidad Quirúrgica y Anestesia, y en Reanimación. Ejerce su labor salvadora hace 33 años.
Es de Granma, Manzanillo. Fundador de la brigada Henry Reeve. Va para Liberia, su quinta misión. Estuvo en Haití, tras el paso del terremoto, y en Paquistán, después que ese país también sufriera un sismo. Dio lo mejor de sí en Bolivia: «Me he preparado con honestidad, con sensibilidad, para tenderle la mano, con todos mis conocimientos, a cualquiera que le haga falta, de cualquier país».
Guillermo sabe mucho sobre cómo defender la vida. Y habla con suma autoridad: «El ébola es una epidemia que no admite confiarse. El que lo haga, perece en la lucha. Estamos convencidos de que con la preparación recibida la tarea va a salir, y de que, como bien dijo nuestro Comandante en Jefe, si salimos, llegamos; y si llegamos, triunfamos.
—¿No ha sentido ni un poquito de incertidumbre, de temor?
—Como ser humano, es normal, pude tener un poquito de miedo. Pero eso no es malo: cuando uno tiene un poquito de miedo tiene la percepción del nivel de riesgo que enfrentará, y eso nos ayuda a que las cosas salgan mejor, a hacer las cosas cada día lo mejor posible. Es el único modo posible de regresar.
«Es una gran causa. Nuestro objetivo es tratar a los enfermos, detener la epidemia, y así estamos cuidando a nuestra América, a nuestra Patria. Indudablemente alguien tiene que hacerlo, tiene que enfrentarse y nos tocó a nosotros vivir esta etapa tan linda de la vida».
—¿Alguna frase de despedida que usted se lleva?
—Hace un momentico, antes de venir para la entrevista, estaba conversando con la esposa mía y de una forma jocosa le dije: «Niña, creo que tengo un poquito de malestar». Y ella me contestó: «No, no es momento de arrepentimiento». Le dije: «Niña, es una forma de jarana mía, no te preocupes, yo regreso». Y ella: «Eso espero, te esperamos sano y salvo».
Saldremos vivos
Este martes, una Cuba de corazón valiente nos sorprendió. Ante nosotras un grupo de padres, esposos, hijos, médicos, hombres de pueblo, de los que puedes ver todos los días en la calle… y hoy se convierten en héroes.
Cuántas interrogantes: ¿la familia?, ¿el futuro?, ¿la vida? A pocas horas de pisar tierra africana este grupo de colaboradores de la salud nos confesaba sus expectativas, deseos, temores, certezas todas de lo que será, sin duda, la misión más compleja de sus vidas profesionales.
A más de 7 800 kilómetros de distancia estarán los colaboradores de la salud que viajan a Liberia y Guinea Conakry, dos países afectados por el ébola y que hoy se suman a la lista del honor y la ética internacionalista de los médicos cubanos.
Eugenio Enrique Ortiz Lozada es uno de los 53 especialistas que viaja a Liberia. Para este tunero, de más de 20 años de experiencia laboral, el ébola era algo muy lejano. Sin embargo, a pocas horas de salir de tierra cubana el término se le ha vuelto más que familiar. Ha conocido todo cuanto necesita para protegerse y salvar vidas humanas. Tras poco más de un mes en la Unidad Central de Cooperación Médica, en La Habana, ha recibido todas las orientaciones para enfrentar esta enfermedad, y sumarse a los cientos de voluntarios que formarán parte de la brigada de médicos guiada por la Organización Mundial de la Salud para combatir la epidemia.
Casado, con tres hijos —el más pequeño de apenas tres años—, no le tiembla la voz cuando asegura que no regresa a Cuba si no es con la misión cumplida: «No niego que será un escenario desconocido, pero estamos seguros de que saldremos vivos, porque ese es el espíritu que nos identifica en cualquier geografía en la que estemos».
«A partir de este miércoles estaremos dando un granito más de arena para salvar a millones de personas, porque eso es el combate contra el ébola: evitar que la enfermedad se siga propagando, y atender a quienes en verdad lo necesitan: hombres, mujeres, niños, ancianos que están expuestos a una enfermedad mortal. Será, tal vez, la lucha más dura y peligrosa de mi vida, pero estoy dispuesto a llevarla a cabo, junto a mis compañeros y mi país».
«La familia… es duro dejarla, piensas en los hijos, en la esposa, los padres, pero no puedes estar tranquilo contigo mismo si no miras hacia atrás y ves una vida de valentía y solidaridad», afirma.
—¿Ha pensado en el peor de los escenarios?
—No lo tengo en mi mente, estoy seguro de que regresaré sano y salvo a esta tierra que tanto amo.
Seis meses en el frente
La segunda brigada de colaboradores médicos cubanos estará unos seis meses en «el frente». Pero esa no es una preocupación para el enfermero de Granma, Juan Luis García Naranjo, con 32 años de experiencia.
Asegura sentirse orgulloso de ser parte del grupo, no solo por lo que representa para él como médico, sino también por el impacto que este paso tendrá para la humanidad.
Este hombre de pocas palabras también ha combatido epidemias desde Cuba. Estuvo en la intensiva contra el dengue, y aunque el riesgo sea mayor en el episodio del ébola, siente que mientras haya unidad en el grupo, mientras estén preparados y seguros de que todo saldrá bien, no habrá nada que se interponga en la culminación exitosa de su misión.
En ello coincide el doctor Andrés Rodríguez, especialista en Medicina General Integral y psiquiatra. Con más de 26 años de experiencia recuerda de manera especial su graduación con la presencia de Fidel, en el año 1988, cuando nacía el primer contingente de Ciencias Médicas. Aquel momento regresa a su presente, cuando refiere las palabras del líder histórico de la Revolución: «Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad».
El doctor cuenta cómo a medida que empezaron los entrenamientos, que intercambiaron con los especialistas de la OPS y la OMS, quienes brindaron sus experiencias y explicaron cómo es el trabajo en África, ellos comenzaron a sentirse más seguros.
«Estamos hablando de un equipamiento difícil. Para el traje de protección tuvimos que entrenar varios días, para aprender a soportarlo en condiciones similares a las que tendremos allí. Incluso hubo momentos en que los llevábamos para el cuarto y probábamos cuánto tiempo podíamos resistirlos.
«No sentimos miedo. Esto no lo paga ningún dinero en el mundo. Cuando uno tiene convicción, compromiso como médico con su país y con el mundo, se da el paso al frente. Vamos a demostrar qué somos los cubanos en materia de salud.
«Me siento muy confiado, van compañeros de una gran experiencia. La ansiedad siempre aparece, es normal, pero ya nos preparamos para lo que vamos a enfrentar: el cubano es valiente.
«Vamos a un lugar donde hay peligro, pero nos han preparado bien, y las autoridades cubanas estarán pendientes. Hay concebido un sistema de atención para cuidarnos.
«Podrían decir que no me quiero la vida al aceptar esta misión —afirma—. «Pero les digo que sí la quiero, y amo a mis hijos y a mi esposa más que nunca. No he pensado en nada malo, estoy seguro de que todo saldrá bien».
—¿Qué es salvar una vida para Andrés?
—Representa mucho. Hay cosas que no se pueden expresar con palabras… Hay que vivirlas, y eso es lo que haremos en África. Cuba es un país chiquito pero con un corazón muy grande».
Dos nuevas brigadas
Con la conformación de dos nuevas brigadas médicas cubanas que partieron este martes a Liberia y a Guinea Conakry, suman 256 los colaboradores nuestros para combatir el ébola, informó a JR la doctora Regla Angulo Pardo, directora de la Unidad Central de Cooperación Médica, en La Habana.
La doctora dijo que a ellos se suman los 165 que ya están en Sierra Leona como parte del primer grupo. Explicó que se desarrolla e implementa un programa de capacitación y prevención de enfermedades hemorrágicas en las 32 brigadas cubanas que laboran en África, tanto para los colaboradores de la salud, como para los que están con otras instituciones cubanas.
Aseguró que hoy nuestro país contribuye a la lucha contra el ébola con el recurso más necesario: el humano. Y dijo que nuestros especialistas entrenan a otros en países fronterizos o cercanos a las zonas infestadas.
Países de África Occidental donde brigadas médicas cubanas ayudan a combatir brotes de ébola.