La actividad cocotera disminuye sensiblemente y con esta la extracción de aceite del fruto, esencial para la industria del cosmético y la perfumería. Autor: Lisván Lescaille Durand Publicado: 21/09/2017 | 05:45 pm
BARACOA, Guantánamo.— Un pregón insistente le ofrece al viajero cucurucho de coco, café en polvo y peter de chocolate, mientras este zigzaguea entre las pendientes del viaducto La Farola, una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana. Vendedores furtivos anuncian a los cuatro vientos tres mercancías tan demandadas como escasas en el mercado nacional.
Pareciera que, allende el lomerío, en la Ciudad Primada de Cuba —principal productora nacional de cacao y coco— reina la abundancia de esos deliciosos manjares. Sin embargo, estadísticas de las últimas contiendas señalan que, campo adentro, esos renglones exportables sortean numerosos escollos para estabilizar su producción, acopio y comercialización.
En este último caso anda el coco, al que no ha favorecido la combinación armoniosa de factores naturales, humanos y de recursos materiales que requiere el cultivo.
En picada
Bautizado como el fruto de los cien usos por la variedad de aplicaciones que ofrece, al cocotero se le extraña más en nuestra economía porque puede evitarle al país la compra en el exterior de miles de toneladas de aceite de coco, imprescindible en la industria del cosmético, la perfumería y el jabón. Se estima que solo la firma Suchel-Camacho requiere alrededor de 5 000 toneladas anuales del insumo para estos menesteres.
Aun cuando ese mercado resulte insaciable para los hornos de la Empresa Agropecuaria y Coco Baracoa, sus trabajadores de la industria y los cocotales llevan una década intentando infructuosamente detener la caída en picada de la actividad aquí, que el año pasado produjo 7 985 toneladas del fruto, aseguró su director, Idelfonso Jiménez.
Para que se tenga un punto de comparación, en el quinquenio 2009-2013 la producción cocotera en todo el territorio guantanamero bajó de 17 993 a 9 397 toneladas, según un registro estadístico de la Delegación Provincial de la Agricultura, al que accedió Juventud Rebelde.
Dolores del coco
El año pasado debían extraerse unas 350 toneladas de aceite, de acuerdo con la capacidad industrial, y apenas se consiguieron 184, de las cuales 130 se destinaron a Suchel-Camacho. El resto fue vendido a Industrias Locales y Producciones Varias, añadió Idelfonso.
Los resultados estuvieron condicionados, según el directivo, por el estancamiento por más de cuatro meses de unas cien toneladas de aceite que la firma Suchel debía retirar de la fábrica baracoense, que por esa causa debió interrumpir el proceso fabril. Un asunto que se dilucida ante los tribunales por incumplimiento de contratos, sostuvo.
Jiménez argumentó que «la empresa hace más de cuatro años no recibía la soga de trepadera para desmochar el fruto hasta que en diciembre, luego de múltiples gestiones, la adquirimos en la provincia de Granma. Similares dificultades afrontamos con los sacos de yute para su traslado».
Con otras carencias tuvieron que lidiar los encargados de la actividad cocotera en la Primera Villa, según el empresario: «El transporte, reducido a dos carros prestados, el gasto excesivo en alquiler de los medios que tienen algunas formas de producción, y la limitación de que los camiones de la base de carga solo trasladan el coco en los límites del municipio».
Una sumatoria de esos problemas materiales con otros que sí dependen de los hombres y mujeres del coco, empujan a la empresa por un precipicio económico y financiero, cuyo descalabro parece irreversible.
Al coco baracoense lo aquejan otros tormentos, resumidos por su director actual como «la inestabilidad de los cuadros de dirección, lo que impide trazar y ejecutar proyecciones de la empresa, y la poca preparación de estos y de muchos de los especialistas que deben asesorar a los productores en la base». Se suman la escasa aplicación de métodos científicos para elevar los rendimientos y el inadecuado control de las producciones campo adentro para que se coseche todo lo previsto y evitar su desvío hacia otras actividades.
A los productores de coco no les resulta estimulante el precio del quintal* —60 pesos—, inferior al pagado por cultivos varios como el plátano que, casi siempre, tiene asegurado en la población un mercado generador de pingües ganancias.
Para desentenderse de esa realidad habría que apropiarse del espíritu de quien en su tiempo fuera el rey del coco en Cuba, el campesino baracoense Francisco Cuza Quiroga. Él alberga la convicción de que el alma y el esfuerzo del productor son esenciales.
«El coco requiere cuidados y seriedad. Es impensable que se alcancen resultados con los campos llenos de hierba. Hay que sanear el coco, tumbarle sus desechos: pencas, ramas e incluso el fruto, si estuviera enfermo. Hay muchos inventores por ahí que buscan lo fácil. Claro que requiere esfuerzos y eso no le gusta a casi nadie».
La otra cara de la moneda
La historia del cacao es distinta aunque se escriba en esas mismas montañas y muchas veces con la misma gente. El cultivo no solo sobrevivió a las recias carencias del período especial, sino que pudo alcanzar en 2002 un récord productivo de 1 518 toneladas, a pesar de la falta de insumos y herramientas, y de pagos que desestimulaban al productor.
No contentos con ese mérito, los baracoenses fueron por más en 2012 y superaron su récord, al totalizar 1 553 toneladas, logro atribuible a la inusitada explosión del grano a inicios de ese año, una mejor retribución monetaria por el alza del precio de cada quintal (de 55 a 200 pesos), la aplicación de fertilizante por primera vez en 15 años, así como mayor abastecimiento de insumos y medios para el laboreo.
Aun con los altibajos que caracterizan las cosechas de ese reglón alimenticio en Baracoa, que aporta alrededor del 75 por ciento de la producción nacional, los directivos de la empresa Café y Cacao Baracoa aseguran que hay estabilidad y ligero crecimiento en toda la cadena productiva de acopio y comercialización del cacao, así como en los indicadores económicos y financieros de la empresa agrícola.
Alexis Toirac, su director, expresó que los productores aseguraron las atenciones culturales en correspondencia con las importantes asignaciones de insumos que recibió la zafra de 2013, la cual cerró con 1 072 toneladas de 905 previstas, pronóstico inferior a la campaña de 2012, porque el huracán Sandy afectó el 60 por ciento de las plantaciones en octubre de ese año, además de la escasez de precipitaciones registrada en los meses que siguieron.
Según Toirac, resulta significativo el sobrecumplimiento del plan de entrega a la industria para su empleo en la elaboración de confituras, helados, cosméticos y perfumería, lo que garantiza estándares superiores de calidad.
«Funcionó la estrategia de trabajo de la empresa y los extensionistas para el asesoramiento a la base productiva y al cultivador; en tanto fuimos más rigurosos con la contratación de las producciones, de acuerdo con los estimados precontienda», explicó.
Una vez sostenido el toro por los cuernos en cuanto a su encargo social, la empresa Café y Cacao Baracoa empezó a revertir la precaria situación económica que la situó al borde de la bancarrota al finalizar 2012, con pérdidas significativas.
Apuntó Toirac que su aparato económico mostraba debilidades en el control interno, irregularidades con la contabilidad y otros males que obligaron a fortalecerlo, y además revisar el sistema de trabajo en las unidades. «Se logró certificar la contabilidad, situar a cuadros más preparados y elevar la capacitación de los especialistas en cada área, medidas paralelas al empuje productivo que de conjunto propiciaron cerrar 2013 con ganancias de más de 400 000 pesos.
«Conseguimos además —afirmó el directivo— retribuirle al banco unos ocho millones de pesos de los 19 que adeudábamos en 2012, de manera que en apenas un año saldamos cerca del 50 por ciento de una deuda que estamos en condiciones de solventar dentro del término fijado».
¿De grano en grano se llena la lata?
Baracoa es también un municipio cafetalero. En su lomerío llegaron a recolectarse unas 80 000 latas del grano, cuando la provincia procuraba cosechas de más de cuatro millones.
El más reciente aporte de este territorio, 32 500 latas, se suma a las expectativas por recuperar la producción del cultivo en Guantánamo, la segunda potencia nacional del rubro exportable, después de Santiago de Cuba. La provincia superó su pronóstico para la cosecha 2013-2014 al acopiar alrededor de diez mil latas por encima de las 921 410 previstas.
El sensible reglón, de alta demanda entre los consumidores del mercado nacional y el foráneo, está llamado a continuar sumando granos al morral, de manera que podamos acercarnos a los volúmenes que obtenía la provincia en la década de los 80 del pasado siglo.
Sin epílogos
«Tendremos lo que seamos capaces de producir», reza un cartel en la ciudad de Guantánamo, en cuyo fondo un guajiro desmocha un lindo cocotero. Y es como para hacerse agua la boca, pero con la realidad descrita arriba, los labios se resecan y empieza a doler el coco.
Duele, de solo pensar que la añeja tradición cocotera baracoense se vaya por uno de esos desfiladeros de espanto, comunes en su geografía. Bendecida sería la estrategia que haga marchar cuesta arriba a los tres cultivos. Una encrucijada necesaria que lo afiance a nuestras mesas, más allá del pregón que acompaña al viajero por las temibles curvas de La Farola.
*Equivale a 46,009 kg.