El Che dejó su legado en Tana, que después de su paso por esa tierra no volvió a ser La Federal. Autor: Alberto Korda Publicado: 21/09/2017 | 05:40 pm
COLOMBIA, Las Tunas.— Justo en el instante en que un gallo madrugador desgañita su cantaleta matutina desde lo alto de un tamarindo, el Che ordena detener los vehículos de la vanguardia. La columna que dirige está en las inmediaciones de la finca La Federal, a 27 kilómetros del central Elia.
A pesar de la elemental precaución, en el batey alguien detecta la presencia del grupo rebelde. Lo confirman los dos chorros de luz que se encienden y apagan tres veces entre la espesa neblina del amanecer. Son los focos del yipi de los casquitos que cuidan la propiedad. Piden la contraseña.
Al timón de un pisicorre, Ramiro Valdés Menéndez devuelve la secuencia lumínica sin saber que un golpe de fortuna lo ha hecho acertar. Faltan 15 minutos para las cinco de la mañana y los barbudos están a 50 metros del corral de la hacienda de Remigio Fernández Blanco, dueño de mil caballerías dedicadas al arroz, la caña, la madera y la ganadería.
La columna avanza por los flancos del camino en dirección a los soldados. De entre las tinieblas se escucha una voz:
«¡Alto!, ¿quién va?», preguntan desde la vaquería. «¡El 26 de Julio!», responde alguien del grupo. «¡Pues aquí la Guardia Rural!», replica el otro.
Se arma el tiroteo. Los casquitos son alrededor de ocho, según informa un lugareño capturado. Tratan de organizarse. Durante el intercambio de disparos, el rebelde Marcos Borrero se refugia tras unos tanques, junto a la puerta del corral. Allí lo alcanzan varios proyectiles enemigos. Muere.
Los guardias se repliegan hasta el chalet residencial, cien metros más allá. Se parapetan en la segunda planta. Las fuerzas de la Columna 8 Ciro Redondo sitian el lugar.
«Comandante, si usted autoriza, Ángel Frías, El Vaquerito y yo podemos intentar tomar el chalet y neutralizar a los casquitos», propone valientemente Enrique Acevedo.
La iniciativa obtiene el beneplácito del Che. Luego de un rodeo, los tres rebeldes penetran en la residencia. En la planta baja no encuentran oposición. Toman escaleras arriba y son recibidos por una lluvia de balas. Enrique resulta herido en ambos brazos. Frías se fractura una pierna cuando se lanza desde lo alto. El Vaquerito combate sin pedir cuartel.
Reciben refuerzos y los soldados se rinden. Horas después, el rebelde Dalcio Gutiérrez cae en una escaramuza en el batey Asturias. El primer enfrentamiento en el llano de la invasión a Occidente toca a su fin. Al frente está el comandante Ernesto Che Guevara. Es el 9 de septiembre de 1958.
El destino de un chalet
La otrora suntuosa residencia de los dueños de La Federal es hoy la sala de historia de Tana, nombre de este poblado del municipio de Colombia. Recibe numerosas visitas, en especial de niños y jóvenes, ávidos por conocer en sus vitrinas y anaqueles la historia de aquel combate fundacional.
En efecto, allí se entra en contacto con cartas de puño y letra de Fidel al Che, mapas de operaciones militares, comunicados de guerra del Ejército batistiano, fotos del Guerrillero Heroico y de sus más cercanos colaboradores, gráficos detallados de la zona... Una investigación que se respete no puede soslayar en sus pesquisas a este reservorio de historia, ubicado en el propio lugar de los hechos.
Algunos de los protagonistas del suceso han visitado el inmueble, como el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés. Se trata de una prueba de la connotación que le confieren a aquel combate, el primero en el llano al comenzar la Invasión.
Monólogo del viejo Julio
«¿Qué cuento me pueden hacer, si yo eché los dientes doblando el lomo en La Federal? Y menos del chalet y de sus dueños. ¡Si fui casi su esclavo hasta que triunfó la Revolución! Mi sueldo era de solo 1,74 pesos diarios, del cual el contador de la finca me descontaba la comida. ¡Una miseria! Y eso a pesar de vivir prácticamente para ellos, pues solo iba a casa dos veces al mes, distante ocho leguas de aquí.
«En la hacienda tenía que hacer de todo: ordeñar, enyugar, chapear, pastorear... Cuando aquello, esto estaba desolado: ni casas, ni escuelas, ni tiendas, ni médicos... Ellos sí tenían de todo, incluyendo varios carros. Y sus hijos estudiaban en Estados Unidos. Mi dormitorio era una simple hamaca al lado de la caballeriza, porque estaba prohibido acercarse al chalet. Mi trabajo era afuera, con los animales.
«Tenían tanta tierra que por el sur les llegaba hasta el mar. ¿Para qué querrían tanta, si cuando uno muere solo necesita un pedacito? Aquel combate del 9 de septiembre de 1958 ayudó a transformar esto como del día a la noche. Se lo asegura este viejo de 81 años llamado Julio Rodríguez Rivero».
Un presente distinto
El antiguo chalet de los dueños de La Federal es ahora, además de local de historia, clínica dental y hogar materno. Ya no pertenece a los Fernández Blanco, sino al pueblo. En la comunidad viven unas 700 personas. Disponen de biblioteca, sala de video, consultorio, escuela, farmacia, combinado de servicios, barbería, edificios, electricidad, tienda mixta... A unos diez kilómetros está la Empresa de Camaronicultura, fuente principal de empleo para la gente del asentamiento.
Se trata de una dimensión diferente en una comunidad que fortalece su perspectiva con la obra de sus hijos. Historia y cultura integran allí un binomio singular. Al calor de los nuevos tiempos, consolidan el legado de la patria en la memoria de sus mártires. Después de aquel combate del 9 de septiembre de 1958, Tana no volvió a ser La Federal.