Desde su apertura, La Avispa ha estado en la preferencia de los santiagueros. Autor: Eduardo Pinto Sánchez Publicado: 21/09/2017 | 05:37 pm
SANTIAGO DE CUBA.— El esquivo transeúnte tiene la impresión de que la polémica terminará en riña tumultuaria. Unas voces opacan a otras al compás de una danza de gestos que sacan los calores del cuerpo y el espíritu.
Al contrario, la Plaza de Marte, ese concurrido sitio de la ciudad indómita, más ponderado por el vigor de su peña deportiva, se ha convertido en un espacio para gladiadores por la vida, que concita las ganas de encontrarse en su entorno.
El santiaguero le es tan fiel que cuando el huracán Sandy dejó a la urbe bajo el espectro de la oscuridad y la desolación, hasta allí llegaron personas no habituales, juglares de siempre, acérrimos fanáticos al deporte y hasta quienes solo querían compartir su congoja o devolver palabras de aliento.
Y es que su especial ubicación, en el límite este del centro histórico urbano, la convierte en espacio de convergencia del flujo peatonal de vehículos de la ciudad vieja con la moderna, a la vez que constituye un ámbito especial para el descanso eventual y el contacto social.
Cuentan que en el siglo XIX entrenaban aquí las tropas españolas del antiguo cuartel Reina Mercedes (hoy Ciudad Escolar 26 de Julio), cuando era un área terraplenada de bordes irregulares. De ahí su nombre de Campo de Marte, en alusión al dios de la guerra en la mitología griega.
Extendida en alrededor de 5 000 metros cuadrados, en uno de los puntos más altos de la ciudad, la también llamada Plaza de la Libertad posee en sus extremos norte y sur dos grandes áreas de pérgolas que nacen en semicírculos sobre enormes plataformas de granito pulido, por donde se accede desde las avenidas circundantes.
En el centro de la Plaza de Marte se alza la Columna de la Libertad o de los Veteranos, una escultura de unos 20 metros de alto con gorro frigio, y protegida por cuatro inmensos cañones de bronce, consagrada al Ejército Libertador.
Un entorno revitalizado
Preferido por bohemios y parejas de ocasión, este escenario bullicioso y siempre concurrido no se desentiende de su entorno de centros comerciales, oficinas, mercados, hoteles y sitios recreativos.
El constante ir y venir de viajeros y pasantes, y el privilegiado ámbito que ocupa la Plaza de Marte relevan las amplias posibilidades de su entorno para el desarrollo de instalaciones que contribuyan al aumento y diversificación de los servicios a la población.
Por esos rumbos andan las voluntades de los santiagueros, quienes prestos a celebrar en el aniversario 60 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, y en medio de la alegría contagiosa de sus carnavales, culminan obras de gran impacto social y económico.
Desde hace unas semanas la Casa del Vino brinda la posibilidad de adquirir a precios asequibles una botella de la popular bebida, fabricada artesanalmente a partir de frutas exóticas y autóctonas de la región, como el marañón, la uva o el tamarindo. Otras producciones derivadas de la remolacha, la piña, la guayaba, la cereza, la carambola, el boniato, el tomate, la manzana y la uva pasa desafían el paladar y la imaginación de cualquier persona que quiera disfrutar del sabroso líquido.
Una docena de vinicultores santiagueros, agrupados en el Club Siboney, asumieron la tarea de crear este lugar para el expendio de vinos artesanales a la gastronomía y al público en general. Ellos potencian en sus propias minindustrias la experimentación con las más disímiles materias primas presentes en la región oriental del país y están siempre a la búsqueda de nuevos sabores.
Según el presidente del Club, Pedro Suárez Delgado, este proyecto pretende insertarse en las nuevas formas de gestión de la economía cubana, para lo cual buscan ampliar el espacio, de manera que los clientes puedan sentarse a degustar las variedades de vino seco, dulce, semiseco, semidulce, blanco, rosado o tinto.
Suárez Delgado explicó que aplican una rigurosa política de categorización mediante la cual la dirección del Club y los catadores fijan los estándares de calidad que determinan los precios de sus productos, todo lo cual apunta a crear una cultura vinícola en los jóvenes.
Ante el imperativo de no dejar perder otra cosecha de tamarindo en la provincia y gracias a las bondades medicinales y de conservación que presenta este fruto ha surgido El Tamarindo, un local especializado en la venta de frutas, néctares y jugos.
Su administradora, Anais Pérez Izquierdo, explicó a JR que en esta tienda, a cargo de la Empresa Frutas Selectas, se venden frutas frescas, vegetales y viandas congeladas o prefritas, mermeladas y otros productos industriales, surtidos por la Empresa de Cítricos América Libre, del municipio de Contramaestre.
Pérez Izquierdo añadió que en apenas una semana de trabajo la respuesta del público ha sido muy favorable, por eso se empeñan en crear un fondo de materias primas para que pronto los jugos no tengan que beberse dentro de la instalación y las personas puedan llevárselos en un envase, si así lo desean.
Muy cerca se encuentran en un acogedor espacio la florista Lidia Haydeé Medinilla y la dependienta Rhoda Emilia CarttyHodge, del punto de venta de flores Yarimas. Aquí se comercializan en moneda nacional ramos y flores sueltas con exquisitos arreglos y se hacen envolturas de regalos. «Prestamos servicio a empresas o a particulares que lo solicitan para graduaciones, reconocimientos, fiestas de 15 o bodas».
Desde la fábrica de conservas La Avispa también llegan los productos que se venden en el mercado ideal del mismo nombre, donde sobresalen las cremas de frutas como el mango, la frutabomba, la guayaba y el tomate, y los jugos de piña, guayaba y tamarindo, así como el sofrisazón, la pasta de ajo, vegetales y frutas en conserva, y los dulces en almíbar. Muy cerca de allí la panadería-dulcería El Sol permanece todo el tiempo abarrotada de personas en busca de panes, penecillos, mantecados y otros tipos de dulces.
La intersección de las calles Paraíso y Aguilera, un antiguo local que data de 1909, se convertirá en la primera chocolatera y licorera de la urbe, un viejo anhelo que se especializará en la elaboración y expendio de esos productos y derivados, y que contará además con un área expositiva en el vestíbulo y servicios en el patio y un salón climatizado.
Otra de las oportunidades para el esparcimiento en el área alrededor de la Plaza radica en lo que fuera una antigua oficina, reparada y habilitada para la tienda de instrumentos musicales Sindo Garay, que ofertará al público santiaguero y visitante, en especial a los artistas profesionales y aficionados del territorio, nuevas y variadas opciones.
La Empresa Provincial Comercializadora de la Música y los Espectáculos venderá instrumentos de estudio y personalizados, como la guitarra, el tres, el laúd, la tercerola, el bokú, el bongó, el güiro, la marímbula, las claves criollas y las maracas; y otros de pequeño y mediano formato destinados al público infantil y a regalos.
A estos espacios de reciente creación se suman otros en el ámbito de la Plaza de Marte, como el Iris Jazz Club, que a través de la gestión del proyecto de desarrollo local Coyaba, de la Empresa de la Gastronomía Especializada, ofrece tres espacios para disfrutar de ese género musical: el salón principal, el bar Emiliano y la cafetería Jazznamá. Por su parte, el Café Mamá Inés brinda la posibilidad de degustar té y café con el atractivo singular de estar acompañado de la música del inigualable Bola de Nieve.
Testigo de las heroicidades cotidianas de los hijos de esta tierra histórica, la Plaza de Marte suma nuevos motivos de orgullo para una ciudad que ya se prepara para celebrar el medio siglo de su fundación.