La dinámica de la fecundidad se convierte en un fenómeno cada vez más complejo y multifactorial. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:34 pm
No siempre lo que se busca como ideal es lo que alcanzamos. Cada quien enfrenta desafíos, metas y frustraciones, conducidos por una cotidianidad diversa y cambiante. En ese nicho de disyuntivas subyace una de las decisiones más complejas en la vida de una mujer: ser madre.
Marcada por ideales, factores prácticos y prioridades, cada fémina concibe su derecho a reproducirse o no, una determinación que puede cambiar, desde su individualidad, hasta las proyecciones de una nación.
Mediado por esas mismas condicionantes, el número de hijos que tienen los cubanos parece estar alejado del que anhelan o proyectan tener, según reveló la segunda Encuesta Nacional de Fecundidad (ENF), realizada en 2009, la última publicada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
Una de las reflexiones que llama la atención en los resultados es la existencia de una reserva de nacimientos —fenómeno que muestra un supuesto potencial de fecundidad—, a juzgar por los deseos que manifiestan hombres y mujeres en edad fértil con respecto al número de hijos que les hubiera gustado tener, o que aspiran a tener.
O sea, el ideal de reproducción para la población cubana de entre 15 y 54 años de edad, asciende como media a 2,13 hijos para las féminas y 2,31 para los hombres. Pero en realidad los índices muestran una tasa global de fecundidad (promedio de hijos por mujer) de solo 1,50 hasta 1,62 hijos por fémina, y se estima se mantendrá para las próximas décadas.
Aunque determinar los ideales reproductivos es una intención ambiciosa, la ENF se refirió básicamente al tamaño de la familia, vista desde la intención de tener hijos en el futuro, así como las motivaciones y el momento para ello; o las razones para desear o no más descendientes.
En este caso fue interesante ver que tanto los hombres como las mujeres que ya tienen hijos muestran un ideal reproductivo promedio más alto que los que aún no tienen descendencia.
Para las féminas que no han tenido hijos (11 por ciento), las razones se centran en problemas de salud (24 por ciento), haber priorizado la realización profesional (18 por ciento) y aspectos socioeconómicos como la falta de vivienda y de suficientes recursos (16 por ciento).
Los investigadores señalan en los resultados que como media general, las mujeres y los hombres cubanos tratan de tener hijos a lo largo de su vida; pero los que no lo logran, renuncian a esa posibilidad al acercarse a edades avanzadas de la adultez. Cuando esto ocurre en las mujeres, es fundamentalmente por razones asociadas con su estado de salud; mientras que los hombres se apoyan más en argumentaciones de tipo socioeconómico.
Al cierre del año 2009, la población de Cuba había alcanzado 11 242 628 habitantes. Desde entonces los especialistas advirtieron el comportamiento de la fecundidad como reflejo de los patrones culturales de reproducción actual, que incluyen tener pocos hijos a una mayor edad.
Pero, aclararon que, independientemente de la percepción que puede existir desde la cotidianidad, las condiciones de vida no constituyen el único factor que incide en las bajas tasas de fecundidad reportadas en el país.
Retrospectiva a vientre sin semilla
Hace siete años nuestro diario publicó una serie investigativa con el título Vientre sin semilla, referida a la percepción y las realidades vividas en el país en materia de fecundidad y natalidad.
Desde entonces el país ya avizoraba la problemática demográfica del envejecimiento poblacional, como resultado del bajo índice de reemplazo —entre otros factores por la baja fecundidad— y el alargamiento de la esperanza de vida en el país.
En aquel reportaje se esbozaba cómo la dinámica de la fecundidad se convertía en un fenómeno cada vez más complejo y multifactorial, pues varía de un lustro a otro, teniendo como argumento el hecho de que las cubanas cambian de parecer sobre este asunto con relativa rapidez.
En esas decisiones —añaden— pueden influir desde los proyectos de vida, profesionales, situaciones socioeconómicas hasta las propias circunstancias en sus cambios y cotidianidad.
Los especialistas lo describían como un proceso muy reactivo, que responde a cambios en las condiciones socioeconómicas de cada territorio y los movimientos poblacionales internos.
Sin embargo, una vez pasados los años 90, cuando el país respondió con medidas sólidas y esperanza de estabilidad, las cifras de nacimientos aumentaron, aunque discretamente.
En aquel entonces la cantidad de mujeres que optaban por no ser madres en su etapa reproductiva (estimada entre los 15 y los 49 años) no era aún significativa, pero ya se hacía notar y llamó la atención de no pocos estudiosos.
Especialistas de la Oficina Nacional de Estadísticas advertían sobre el poco tiempo del que disponía el país (menos de diez años) para tomar medidas que ayudaran a paliar esta situación, siendo el aumento de los nacimientos la única solución.
Pero en ese momento la preocupación de las personas no trascendía del marco de la familia. Las parejas planificaban su prole en función de lo que podían darles durante la crianza, del espacio que tenían en la vivienda y sus proyectos de realización personal; jamás en función de criterios demográficos como la tasa de reemplazo, algo que entendidos apuntan, sigue manifestándose ahora.
Por otra parte, tener hijos para asegurar apoyo económico y un sustento en la vejez dejó de estar en el imaginario nacional desde la década de los 70, según consideraron los especialistas de la ONEI.
Los estudios indicaban que el nivel cultural alcanzado por las mujeres era inversamente proporcional al número de vástagos deseados, y no es por tanto de extrañar que el ideal de reproducción se viera reducido desde hace algún tiempo a dos hijos, como promedio, pretensión que ni siquiera es alcanzada en la realidad.
Aquella investigación comenzó a llamar la atención, pues no pocas mujeres entrevistadas señalaban la posibilidad de ser madres como un hecho que quedaría para «más adelante» o que evitaban responder.
En el camino, otras realidades, como el estudio o la superación profesional, suelen «distraerlas» de esta función inherente a las féminas.
Valores en pañales
Con la entrada al siglo XXI, el país comenzó a presentar una dinámica demográfica muy peculiar en el contexto de los países en desarrollo: niveles de fecundidad muy bajos, crecimientos demográficos bajos o negativos y un acelerado proceso de envejecimiento poblacional, que entre otras causas está dado por el aumento en la esperanza de vida.
Estando la fecundidad en el centro de dicha situación, se procedió a realizar a fines de 2009 la segunda Encuesta Nacional de Fecundidad (ENF-2009), con propósitos similares a la de 1987 (la primera de su tipo en Cuba), pero ahora con más justificación y amplitud.
Un análisis de la evolución de la fecundidad, medido a través de la tasa global de la misma, evidencia que en 2009 se obtuvo el valor más elevado de nacimientos en los últimos diez años, con más de 130 000.
Pero apenas un año después, al cierre de 2010, los nacimientos volvieron a caer y la población decreció en términos absolutos —como ya había ocurrido en 2006—, para ratificar una tendencia hacia bajísimos niveles de fecundidad que se viene consolidando desde hace más de tres décadas.
De acuerdo con las estadísticas, las mujeres cubanas no cubren desde 1978 el nivel de reemplazo poblacional, al no dejar al menos una hija por cada una al final de su vida reproductiva, al tiempo que se ha ido acentuando la expectativa de familia pequeña.
Las proyecciones de especialistas no apuntan a una modificación de esos comportamientos. En lo concerniente a la fecundidad, la encuesta reveló que es la capital —vista para el estudio como una región— el territorio con menores niveles.
En ella, la tasa de fecundidad general en 2009 se ubicó en 35,5 nacimientos por mil mujeres, índice que en cualquiera de las regiones restantes supera los 42 por mil y en la oriental se eleva hasta 48,7 por mil.
Si se evalúa la tasa global de fecundidad, en la capital fue de 1,5 hijos por mujer; mientras que para el resto ascendía a 1,7.
Pero es en la tasa de fecundidad por edades donde se evidencian las diferencias más notables. Así, por ejemplo, la fecundidad adolescente (15–19 años) en La Habana es de poco más de 36 por cada mil; mientras que en la región de Occidente, que le sigue en orden ascendente, es de 46 y en Oriente alcanza sus valores más elevados con casi 62.
Otro hecho destacable en la pesquisa es que, de acuerdo con la estructura de la fecundidad por edades, si bien Cuba conserva un tipo de cúspide identificada como «temprana», ya se empieza a observar una tendencia que la ubicará en «dilatada».
Esto coincide con la edad ideal de tener el primer hijo, planteada por mujeres en varias encuestas regionales, algo que la realidad confirma: la tercera parte de los nacimientos ocurre entre los 25 y los 29 años de edad materna, y en general el 70 por ciento se enmarca entre los 20 y los 34 años.
Para las jóvenes capitalinas es necesario lograr un equilibrio entre la profesión y la maternidad, y así llevar las dos cosas a la vez; de lo contrario siguen aplazando la edad para ser madres.
Solteras con compromiso maternal
Uno de los fenómenos que los investigadores relacionan con el tema fecundidad es el estado de pareja de los progenitores reales o en potencia.
En los últimos años cabe destacar el incremento de la soltería como estado civil para los dos sexos. Según la ENF-2009, los hombres tienden más que las mujeres a declararse solteros, en tanto las mujeres refieren algo más la condición de unidas, separadas y divorciadas.
No obstante, la pesquisa indica que la convivencia en pareja resulta ser la forma ideal o más elegida por la mayoría de cubanos y cubanas con edades entre 15 y 54 años. Más del 70 por ciento ha estado casado o unido alguna vez, y más del 60 por ciento lo seguía estando en el momento de la encuesta.
Las proporciones de mujeres de 49 a 54 años que se declararon solteras en el momento de la ENF-2009, fue de 5,9 por cada cien de estas edades, con amplia diferencia por regiones.
Resulta entonces curioso el hecho de que el 66 por ciento de ellas refieren haber tenido al menos un hijo estando solteras. Ello evidencia que un rasgo de la fecundidad cubana es la presencia de la maternidad en soltería, no solo en las edades más jóvenes, sino que puede extenderse a lo largo de la vida reproductiva.
Vale destacar que este hallazgo de la investigación es congruente con datos similares que aportan los registros administrativos de nacimientos en el país, al menos en los últimos años.
Por ejemplo, en 2009 el 7,5 por ciento de todos los nacimientos ocurridos en el país fue de mujeres que se declararon solteras.
Este patrón, unido al hecho de que en general en Cuba la edad promedio de la primera unión de hombres y mujeres es superior a la edad de la iniciación sexual, evidencia que para las generaciones más jóvenes ha cambiado el significado tradicional del matrimonio. Este no solo ha dejado de ser el espacio de la iniciación sexual. También cambia el papel que tiene esta formalización para la formación de la familia.
No es descartable que algunas mujeres tuvieran sus hijos formando parte de algún tipo de unión consensual de corta duración y no estable, que no fue reconocida como tal por ellas al emitir su estado conyugal en el momento de la ENF-2009.
Realidades pasadas pero actuales
«Existe una relativa conciencia pública acerca del aumento de los ancianos, pero pasa casi inadvertido el hecho de que la población joven del país se redujo en más de 800 000 individuos en diez años», alertó el informe Transformaciones sociodemográficas en la Cuba de los 90, publicado por el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas del Citma.
El comportamiento general de la fecundidad cubana desde ese período indicaba que, como una respuesta adaptativa a la crisis económica, la familia cubana optaba, una vez más, por disminuir su descendencia.
En la actualidad, también las migraciones internas y externas inciden en la decisión de parir o no a determinada edad. Y cuando se empieza tarde, es poco probable que se tengan dos hijos o más.
Por supuesto, a menos nacimientos, menos mujeres habrá en cifras absolutas para seguir reproduciendo la población.
Los redactores del mencionado informe llamaban la atención acerca de que los jóvenes no solo constituyen el relevo socioproductivo y la principal fuerza reproductiva del país, sino que aportan una riqueza intangible y al mismo tiempo indispensable a toda sociedad: ellos dan frescura, entusiasmo, rebeldía, vitalidad.
Un problema de estado
Desde hace más de dos décadas, el fenómeno de la baja fecundidad preocupa a las máximas autoridades del país, en una nación que realiza transformaciones económicas y sociales que requieren fuerza joven de trabajo.
Durante una intervención en el V Pleno del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, en febrero de 2007, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces Segundo Secretario del Partido y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, abordó entre otros temas el decrecimiento poblacional.
En aquella ocasión Raúl alertaba que para lograr un incremento en la población, la tasa global de fecundidad (cantidad total promedio de hijos por mujer) debía ser superior a 2,2 hijos por madre.
Sin embargo, recordó que ese indicador estaba por debajo de esa cifra desde el año 1978. Igual sucedía con la tasa bruta de reproducción, que es la cantidad promedio de hijas por mujer para garantizar la reproducción estable. Sin incremento, esta tasa debería ser de 1,0 a 1,01, es decir que cada mujer tenga una hija como promedio.
«Para lograr un crecimiento de la población, este indicador debe ser superior a 1,2 y en Cuba bajó a 1,0 a partir del mismo año 1978.
«Este es un problema que no vamos a resolver ahora, solo lo señalo. Es algo que debemos enfocar por diferentes vías. Existe un grupo de trabajo que estudia integralmente este fenómeno y creo que debemos ir hablando públicamente del tema.
«Esta situación es consecuencia de los avances sociales de la Revolución, del creciente nivel cultural alcanzado por nuestra población; baste señalar que el 65 por ciento de la fuerza técnica del país es femenina», apuntó Raúl en aquella ocasión.
También el vicepresidente del Consejo de Ministros y jefe de la Comisión de Implementación y Desarrollo de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, Marino Murillo Jorge, abordó este asunto cuando reconoció ante los parlamentarios cubanos, en julio de 2012, que la sociedad se tiene que preparar para el envejecimiento. «Eso va a ocurrir y no se puede transformar en el corto plazo».
Murillo apuntó que las autoridades estaban estudiando para este año 2013 medidas con las cuales estimular la fertilidad. «Es un problema serio lo que vamos a tener con la disponibilidad de fuerza laboral», señaló.
Desde las estrategias trazadas a nivel de Estado, el Lineamiento 144 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, establece la necesidad de brindar particular atención al estudio e implementación de estrategias en todos los sectores de la sociedad para enfrentar los elevados niveles de envejecimiento de la población.
Decisión de mujer
Si bien las cifras muestran una realidad particular del comportamiento de la fecundidad en nuestro archipiélago, lo cierto es que, ya sea mediada por las circunstancias o no, la decisión de ser madre debe ser asumida absolutamente por cada mujer.
Al menos este es el criterio más generalizado de los especialistas y psicólogos a nivel mundial. Se dice que la maternidad es una opción gratificante para las mujeres, pero si se opta por no tenerla y se tienen bases psicológicas sólidas para tomar esta decisión, lo más probable es que en el futuro no cause mayores conflictos y se tenga la oportunidad de realizar la maternidad de forma simbólica, con sobrinos o parientes cercanos o amistades.
En cambio cuando se trata de mujeres que no toman esta importante decisión por sus miedos internos, a veces no conocidos, es probable que experimenten en un futuro próximo mucha culpabilidad y frustración.
En este caso una opción es acudir a un especialista, para analizar la forma y el fondo del problema. Tener un hijo es una responsabilidad y un compromiso, una decisión que debe ser meditada con tranquilidad, confianza y sinceridad.
Sentirse preparada para ser madre circula por la cabeza de muchas mujeres en algún momento de la vida. Este deseo de tener y cuidar de los hijos llega a casi todas las féminas, pero la decisión depende mucho de la realidad y de las circunstancias de cada una de ellas.
Algunas dudan; o lo quieren, pero se sienten inseguras, no preparadas, y otras, aunque lo deseen, no encuentran o no disponen de un espacio en su vida para tener un hijo, ni de las condiciones básicas para ello.
Una investigación de las doctoras Patricia Arés Muzio, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, y María Elena Benítez Pérez, del Centro de Estudios Demográficos, señalaba en un análisis sociológico de la familia en Cuba cómo desde hace más de tres décadas las mujeres cubanas no están dejando un promedio de hijas que garantice el incremento de la población.
«Las generaciones, sin embargo, son una pieza clave para el desarrollo de la sociedad. El vínculo entre la dinámica demográfica de un país y la familia es muy estrecho. Quizá el fenómeno más visible sea el de la fecundidad».
Ello demuestra que una sociedad con pocos niños y muchos ancianos es un problema demográfico con consecuencias previsibles para el desarrollo económico y social del país donde tiene lugar, alerta la pesquisa.
Por tanto —añade— no puede quedar a la espontaneidad, y se convierte en objetivo de acción de una política de población. La demografía pasa a ocupar un lugar central en las preocupaciones estratégicas. El fin del desarrollo es el bienestar de la población, pero también es la población, en su doble condición de objeto-sujeto, quien puede asegurar el desarrollo nacional.
Número medio de hijos nacidos vivos por mujer en Cuba 1987-2009
Regiones | 1987 | 2009 |
Occidente | 1.46 | 1.63 |
Ciudad de La Habana |
1.30 | 1.43 |
Centro | 1.63 | 1.54 |
Oriente | 1.82 | 1.59 |
Cuba | 1.60 | 1.55 |
Fuente: Encuesta Nacional de Fecundidad de 1987 y Encuesta Nacional de Fecundidad del 2009.