Fidel Castro Ruz firma la bandera cubana que Núñez (derecha) izará en la Antártida. Autor: Ángel Graña González Publicado: 21/09/2017 | 05:26 pm
A finales de la década del 40 y en los primeros años de la década del 50 empezó a surgir en las letras y en las ciencias de Cuba un hombre nuevo. Se trataba prácticamente en esos momentos de un muchacho cuya capacidad de síntesis y vocación investigativa se advirtió desde el primer momento.
Antonio Núñez Jiménez, saliendo de la adolescencia, contribuía ya a la ciencia cubana con algo que había empezado en su propia niñez, con una curiosidad y avidez intelectual inusitadas, que abarcaban los distintos aspectos de la ciencia natural, concentrándose en algo que empezó a sonar entonces por primera vez en nuestro país: la espeleología, pero sobre todo matizando cada uno de sus pasos con una creciente conciencia política. Muy pronto aquel nombre juvenil se hizo respetar de todos los que en aquel momento, desgraciadamente sólo una parte de nuestro pueblo, tenía acceso a la literatura y a las ciencias.
En 1954 aquel joven, con grandes sacrificios, robándole a los escasos recursos de su familia el dinero necesario para la edición, había lanzado lo que iba a ser su primer gran libro científico: la Geografía de Cuba. Pero aquel libro tuvo un corto camino. Era tan significativa la vinculación que hacía Núñez Jiménez de la geografía y la política de nuestro país, estaba de tal manera acentuado en ese libro el carácter nacionalista, revolucionario, y algo más, el carácter marxista de su enfoque, que sin salir todavía de las prensas, los sicarios de Batista, por orden del tirano, se lanzaron sobre la edición y la quemaron. Era un acto de barbarie, de los muchos que la tiranía, cebándose entonces sobre lo mejor de nuestra juventud, ejercía también en el terreno de la ciencia y de la cultura.
Tenía que llegar la Revolución para que aquel talento joven cuajara definitivamente al servicio de su pueblo y que la geografía secuestrada se convirtiera en un libro matriz de nuestra cultura. Pero en aquella Revolución el escritor y el joven revolucionario iba a demostrar una vez más que lo mejor de nuestra ciencia y de nuestra literatura estaba en la mitad del siglo, como lo había estado desde los comienzos del siglo XIX, y sobre todo en la época gloriosa de que esta casa nos da el mejor recuerdo y el sentido mejor, vinculado profundamente al quehacer de la independencia y de la transformación de nuestra tierra.
El joven revolucionario había vinculado su actividad desde etapa temprana a las filas del movimiento inicial del marxismo‑leninismo en nuestro país, y en la Universidad había hecho contacto y conocimiento profundo con otro joven singular, que ya también desde su primera manifestación en la vida cubana asomó el liderazgo que lo iba a caracterizar, para bien de nuestra tierra, como la más alta representación de las nuevas generaciones en la historia de nuestro país: con Fidel Castro.
De aquella identificación revolucionaria fue surgiendo una amistad que tenía como base más profunda la convicción común de que en nuestra tierra había que introducir transformaciones que fueran más allá del simple rejuego de fuerzas supuestamente democráticas, transformaciones que debían comenzar con la erradicación del imperialismo y continuar, por un camino más profundo, hacia mutaciones sociales, que en la perspectiva tenían como inexorable necesidad el socialismo.
Por ello no es extraño que cuando desde la Sierra Maestra lanzó su llamada de combate Fidel Castro, allá en Las Villas, en cuya Universidad Antonio Núñez Jiménez, por esfuerzo propio y a pesar de las restricciones de la tiranía, había logrado imponer su vocación profesional, abandonando toda la tranquilidad y la comodidad de los cargos oficiales, conquistados, reitero, en contra de la voluntad de la tiranía, Antonio Núñez Jiménez se incorporó a las fuerzas de la Revolución y, junto al compañero Ernesto Che Guevara, rindió la última faena en aquella tarea libertadora.
A partir de aquel momento, después de su llegada a La Habana —y recuerdo la mañana en que Che Guevara me dijo: «Fidel me ha quitado a Núñez Jiménez», sin abandonar al Che—, Núñez Jiménez fue incorporado a la actividad del compañero Fidel Castro, estuvo junto a él desde los primeros momentos, y ha participado en estos años de revolución en marcha, en la marcha de la Revolución junto a Fidel. Por eso tal vez solo Celia Sánchez, con la cual compartió Núñez Jiménez la compañía de Fidel en aquella etapa primera, que estuvo antes y después de la Revolución todo el tiempo junto a Fidel, puesto que Núñez Jiménez tuvo que cumplir otras tareas incluso fuera de nuestro país, tal vez solo Celia podría dar una visión más minuciosa, más detenida, de lo que ha hecho, lo que ha dicho y lo que ha pensado Fidel en público y en la intimidad en todo este período revolucionario. Y hoy, al mismo tiempo que trabaja en aspectos relevantes de otra gran obra que quedará definitivamente ‑estamos seguros de ello‑ en la historia intelectual de nuestro país, sobre la geografía, sobre los hechos históricos, nos empieza a entregar lo que podría ser para cualquier escritor la culminación de una vida de entrega a la literatura y a la Revolución, este libro: En marcha con Fidel, el libro que es la crónica de nuestra Revolución desde dentro.