SANTIAGO DE CUBA.— Desde el devastador paso del huracán Sandy, en Santiago de Cuba no hay días de la semana. Todos son iguales: días de trabajo.
Aun antes de que salga el sol, son muchos los que se lanzan a las calles. Unos hacia sus centros laborales; otros hacia donde la ciudad más los necesita. Se recogen escombros, se cortan árboles caídos, se labora en el restablecimiento de la telefonía y la electricidad.
Algunos buscan la forma de arreglar su casa, o limpiar su cuadra, o purificar el agua, o comprar los alimentos necesarios, solo los necesarios, para que no se echen a perder por la falta de fluido eléctrico.
Para la inmensa mayoría, santiagueros y colaboradores, el almanaque se ha convertido apenas en una convención. De octubre a noviembre nadie notó el cambio. El martes es ahora igual al viernes, el jueves al domingo.
No existe el alborozo del sábado en la noche, ni el arrojo matutino del lunes. Tampoco el veloz paso de mitad de semana, ni la lenta caída de la tarde dominical. Las diferencias de cada día se borraron, o tal vez partieron en el remolino del huracán.
Sin embargo, los días no se detienen. Ya son más de diez desde aquella madrugada que no se borrará de la memoria de Santiago.
Este domingo cambió la hora en Cuba. Volvió el horario normal, sustituyendo al de verano. Así, desde entonces amanecerá más temprano en Santiago, y también se pondrá el sol antes de lo que muchos, entre los que me sumo, quisiéramos.
Esta es quizá la primera señal visible de un cambio del tiempo en la ciudad, luego de tanta uniformidad temporal pos Sandy. Quien no tenga corriente todavía, probablemente comerá antes de lo habitual, y también podrá levantarse con más claridad en la ventana.
Igual se seguirá trabajando. Se seguirán recogiendo los escombros, limpiando las calles, reponiendo la electricidad, arreglando las casas. Y el esfuerzo del lunes será semejante al del jueves, el del miércoles al del domingo… Al menos, por varias jornadas más.
Santiago de Cuba, día tras día, seguirá su paso. Y con ello, la ciudad continuará recobrando su vida, mostrando su valor.