Mariana Grajales. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:15 pm
«De rodillas todos, padres e hijos, delante de Cristo, que fue el primer hombre liberal que vino al mundo, juremos liberar la Patria o morir por ella». Era el octubre de 1868 que escuchó las campanas de La Demajagua y Mariana Grajales había reunido a toda la familia, para aquel acto que iniciaría su paso sublime por la historia de Cuba.
Según refiere Jorge Risquet Valdés en su prólogo al libro La esperanza desgarrada, de Piero Gleijeses, días antes habían partido desde la finca de Majaguabo en Santiago de Cuba, sus primeros hijos: Justo, Antonio y José, para unirse a la contienda, y había ocurrido el combate inaugural de los Maceo Grajales por la libertad de Cuba en el poblado de Ti Arriba.
De acuerdo con ese mismo texto, a la manigua heroica fueron, con Mariana y Marcos su esposo, todos los hijos varones y hembras y María Cabrales. Le había nacido a la Patria lo que el autor llama «la tribu heroica».
Cuba le debe a esta mujer algunos de sus más recios héroes, como Antonio y José Maceo, y la muerte de parte importante de su prole en la contienda. José Martí, quien la visitó en dos ocasiones en su exilio jamaicano estamparía sobrecogido: «Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto».
Según refiere Risquet en su introducción, a la muerte de Mariana el 27 de noviembre de 1893, el Apóstol le haría un estremecido homenaje en el periódico por él fundado a la «viejecita querida»: «Patria en la corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra:—¡Madre!».