La doctora junto a su hijo Kelvin Cristiá Mosquera. Autor: Cortesía de la entrevistada Publicado: 21/09/2017 | 05:14 pm
CAMAGÜEY.— «Sacrificio, perseverancia, responsabilidad y humanismo son las características que deben distinguir al médico cubano. No puede ser otra la fórmula para vencer los obstáculos que imponen las enfermedades y las limitaciones de recursos».
Desde esa perspectiva calificó a los galenos la Doctora en Ciencias Médicas Gretel Mosquera Betancourt, una de las más jóvenes de Cuba, además de afirmar que «el neurocirujano convive gran parte de su tiempo bajo mucha presión, porque no existe margen de error; una equivocación puede ser fatal».
—¿Por qué?
—La neurocirugía posee las disecciones más complejas de la Medicina. El paciente casi siempre se encuentra muy delicado de salud, lo que suscita gran responsabilidad con la vida de ese enfermo y su familia. Es una especialidad que entraña respetar la ética profesional, y mantener confianza en lo que haces y constancia para saber sanar el cuerpo y el alma.
«El neurocirujano, como cualquier médico, debe superarse constantemente, porque es imperdonable perder a un paciente por desconocimiento o por no atreverse a enfrentar lo que este presenta. Por eso la preocupación es parte de nuestra cotidianidad, aunque nunca se podrá salir victorioso si previamente no se dominan las técnicas médicas, y eso solo se logrará con el trabajo en equipo y con la preparación diaria e individual».
—¿Cómo es un día normal para la Jefa del Servicio de Neurocirugía del Hospital Manuel Ascunce Domenech, de Camagüey?
—Soy ante todo mujer, madre, hija, compañera y amiga. Mis días son cortos por la breve duración del tiempo que experimento, y largos a la vez por todo lo que hago. Abro los ojos y ya estoy trabajando, pensando en el paciente que dejé operado o ingresado, en las consultas, en el cómo asumir las eventualidades diarias; pero mi hijo, Kelvin, es el centro de mi vida, todo gira alrededor de él; y también mis padres, que son mis ejemplos y mi apoyo, a quienes les dedico gran parte de mi espacio.
«Y mis días son como un híbrido de responsabilidades, en el que cada cosa tiene su lugar y su horario, pero el hospital, que también es mi casa, me absorbe la mayor cantidad del tiempo. Allí me exijo mucho, y el ejemplo personal con todo es el camino certero para que mis días funcionen, sin tratar de agobiarme, y con la esperanza siempre de ser feliz».
—¿Cómo llegas a una profesión compleja mundialmente?
—Soy la unión de muchas profesiones, porque me gustan el magisterio, la psicología, la medicina… Todas las asumí durante una etapa específica de mi vida. Mis padres eran maestros y ese fue el primer ejemplo. Así ocurrió con cada una.
«Desde joven siempre constituyó un acertijo conocer lo que ocurría en la mente de las personas y tratar de desentrañar todos los procesos que en el cerebro se establecen; por eso también me gusta la neurociencia, y es en ese campo por donde andan mis aspiraciones como profesional.
«La complejidad de la neurocirugía en sí misma y su vínculo directo con otras especialidades me atraparon. Desde que se es estudiante el médico se acerca al mundo desconocido y complejo del cerebro de los seres humanos.
«Librar a las personas de enfermedades neurológicas permite preservar su vida y la calidad de esta. Soy feliz cuando logro ambas cosas, porque le he ganado terreno a una dolencia que pudo ser motivo de tristeza de muchas familias.
«Llegué a la neurocirugía por el único camino por donde se llega: estudiando; dedicándole la mayor parte de mi tiempo. Además, por el ejemplo y la ayuda de mis profesores, y muy especialmente del prestigioso doctor Sergio Vega Basulto».
—¿Qué define a un neurocirujano?
—Lo que caracteriza a cualquier profesional que trate la vida humana: la ecuanimidad, el cuidado, la audacia y capacidad de tomar decisiones de manera rápida.
«En esta última cualidad radica, tal vez, lo que nos diferencia de otros profesionales de la salud, porque muchas veces no hay tiempo para pensar, sino solo para reaccionar ante un cuadro clínico complejo. Por eso hay que estudiar cada caso, y muchas veces después de asumido el reto con el paciente se debe dejar por escrito cada proceder empleado en esa determinación urgente, porque es de estas experiencias irrepetibles donde surgen las investigaciones científicas.
«La prontitud y el apremio con que muchas veces salvamos vidas nos hace diferentes, pero a la vez complejiza la cotidianidad y el quehacer del neurocirujano».
—¿Cuáles son los mayores retos que afrontan los jóvenes galenos del país?
—La superación, porque a través de esta se implementarán alternativas ante el desarrollo vertiginoso de la tecnología, que no siempre está en los servicios de salud por su elevado costo; y el saber curar con la palabra, algo olvidado en gran parte del mundo, y que en Cuba sería imperdonable perder, porque somos humanistas.
«El ser cubano es un reto en sí mismo, porque hay quienes no nos creen y otros que no nos perdonan los éxitos en la salud, a pesar de nuestras limitaciones económicas. Curar a seres humanos que viven en otros países es un desafío que muy pocos médicos pueden experimentar. Eso incluso nos exige más tiempo, porque quienes siguen en los servicios de salud cubano, asumen con tremenda dignidad y responsabilidad la labor del compañero que cumple misión.
«Vivir un presente como este es también un reto, porque no podemos manchar la obra escrita por muchos médicos que nos precedieron. Pero contribuir al perfeccionamiento de la medicina cubana es el mayor de todos, porque a través de este se mantienen los éxitos del sistema de salud cubano y también el prestigio que nos distingue en el mundo».
—¿Qué le falta a la neurocirugía agramontina para ser superior?
—Continuar desarrollando la neuroendoscopía, la cirugía vascular y tratar de introducir otras técnicas neuroquirúrgicas y nuevos resultados científicos, porque estos son los que nos dan las herramientas necesarias para perfeccionar la atención a los cuadros clínicos complicados, independientemente de la tecnología con la que se cuente.
—¿Qué distingue al Servicio de Neurocirugía camagüeyano?
—La investigación científica continua; el perfeccionamiento sistemático de la docencia para la formación de nuevos neurocirujanos de excelencia para Cuba y el mundo, y la revisión permanente de la calidad de la atención médica que se brinda a nuestros pacientes del territorio centrooriental del país.
—¿Qué importancia tiene contar con un servicio de Neurocirugía en la sociedad actual?
—Las enfermedades neurológicas originan gran mortalidad y discapacidad en aquellas personas que las padecen y sobreviven. En Cuba durante los últimos años ambos indicadores van en aumento; de ahí la importancia de multiplicar este servicio en las provincias, porque reduce los impactos negativos de estas dolencias en la sociedad.
—¿Cuáles consideras los mayores aportes científicos de su tesis doctoral?
—El protocolo para el diagnóstico y tratamiento del trauma encefálico en el adulto mayor, porque ellos merecen una atención específica de acuerdo con su envejecimiento fisiológico; y un libro que propone pautas para la atención integral al trauma encefálico, dirigido principalmente a los médicos que ejercen en la atención primaria.
—¿Proyectos?
—Desarrollo dos sobre el trauma craneoencefálico, junto con el doctor Varela Hernández; continúo un antiguo proyecto pedagógico para el perfeccionamiento de la docencia en Neurocirugía en la etapa de pregrado, y deseo en un futuro escribir acerca de la vida y obra del prestigioso doctor Sergio Vega Basulto.
—¿Ser una de las doctoras en Ciencias Médicas más jóvenes de Cuba es algo que requiere mucho sacrificio y dedicación?
—Es así, pero tampoco lo hubiera logrado sin mis pacientes, el incentivo de mis profesores, y el apoyo de mi familia y de mis amigos.