Son incontables las trabas del bloqueo para que Cuba adquiera los materiales de las prótesis demandadas por los amputados de miembros superiores e inferiores. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:14 pm
Solo 20 años contaba Enrique Otero Enamorado cuando la metralla mercenaria cercenó uno de sus brazos en las arenas de Playa Girón. Desde entonces estuvo claro que el imperialismo no era un molino ocasional contra el cual debía librarse aquella batalla de 1961: el enemigo era real y entrañaba la negación de la vida.
Este hombre lo sintió en carne propia, en una desgracia puntual que luego se multiplicó en el sufrimiento de millones de cubanos, por culpa de un bloqueo económico, financiero y comercial tan asesino como los obuses de aquella invasión.
Con tal verdad a cuestas, Otero logró vencer la mayoría de las limitaciones dejadas por aquel suceso. Fue enviado muy pronto a la otrora República Democrática Alemana, donde aprendió con maestría a usar la prótesis que sustituyó el miembro superior perdido.
En medio de la rehabilitación coincidió con el padre de Tania la Guerrillera, la camarada de lucha del Che, quien entonces lideraba el movimiento de solidaridad con Cuba en la hermana nación europea y lo motivó a graduarse allí como máster en Mecánica Ortopédica.
Esa vocación le permitiría lidiar contra las limitaciones causadas por las amputaciones y deformaciones físicas, empleando avances tecnológicos. Por ello no es casual que el doctor Otero dirija, durante muchos años, la producción del Complejo Científico Ortopédico Frank País, uno de los centros de mayor prestigio en Cuba por sus aportes a la ciencia médica.
Al enumerar las repercusiones de la genocida política en la industria ortopédica es rotundo: «No tenemos acceso a las tecnologías más modernas que se necesitan para hacer implantes».
Explica que son incontables las trabas para adquirir los materiales de las prótesis demandadas por los amputados de miembros superiores e inferiores. Para hacer los tipos de ortesis (corsé) necesitan también de materias primas especiales, las cuales hay que buscar en mercados muy distantes y en ocasiones no se encuentran.
«Cuando logramos comprar los insumos adquirimos volúmenes considerables, porque los precios son más asequibles al tratarse de una compra al por mayor. Con el tiempo algunas de esas materias primas deprecian su calidad, debido a las condiciones de nuestro clima, sobre todo por la humedad y el calor», señala.
Las mayores afectaciones de la industria mecánica ortopédica recaen en la producción de materiales de osteosíntesis: clavos quirúrgicos, tornillos, placas y todos aquellos materiales que se insertan al organismo. Como resultado de la hostilidad económica norteamericana según el especialista, el centro deja de producir más de dos millones de dólares anualmente.
La adquisición de piezas de repuesto para equipos, como el espectrómetro, con el cual analizaban los compuestos químicos de los metales, ha sido imposible desde 1992 como consecuencia de la política de cerco económico contra la Isla. Debido a esa situación el Frank País depende desde hace casi 20 años de otro centro para realizar dichas pruebas, o paga por ese servicio.
Zancadillas a la tecnología de avanzada
Desde hace tres años el Complejo Científico Ortopédico Frank País concibió el montaje de un equipo de resonancia magnética, con el cual se facilita la detección de afecciones en el sistema óseo y las partes blandas. Pero al tratarse de una tecnología patentada en Estados Unidos fue imposible adquirirla.
Habilitar el local para instalar el referido equipo le costó a la institución 314 718,45, entre pesos convertibles y moneda nacional. Ahora permanece inutilizado como símbolo de la absurda política exterior mantenida desde hace más de 50 años por la Casa Blanca contra Cuba.
Como constatamos en este hospital, el bloqueo no solo se limita a abortar proyectos para introducir tecnologías de avanzada en el sistema de salud. La brutal medida también paraliza, por falta de piezas de repuesto, a muchos de los equipos adquiridos por la Isla, luego de hacer malabares para introducirlos.
El TAC —que ayuda a conocer la morfología de la médula espinal y de los discos intervertebrales, así como a medir la densidad ósea— es uno de los tantos medios tecnológicos condenados por las limitaciones de las medidas arbitrarias del Gobierno estadounidense.
La doctora Vilma Rondón García, jefa del Departamento de Imagenología del Hospital Frank País, pudiera llenar este espacio con anécdotas que ilustran cómo se complejiza el servicio en ese centro cuando se rompe el TAC, pero prefiere tácitamente detenerse en las vicisitudes para recuperarlo.
«Hay que ir a Europa a buscar las piezas, pues solo en un país de ese continente se arriesgan a venderle a la Isla los repuestos que llevan esos equipos».
Mientras se resuelve el problema —precisa— la institución deja de realizar cientos de tomografías y tiene que remitir a los pacientes a algunos de los cuatro hospitales que disponen de esa tecnología en la capital. Tal situación genera incomodidad en los enfermos y encarece el servicio al tener que añadirle los gastos de transporte.
La adquisición de las placas para las radiografías también tiene sus entuertos causados por el bloqueo, según la doctora Rondón. Tan así es que pudiendo adquirir ese material a pocas millas, Cuba tiene que comprarlo en China.
Ni el aire se libra
La idea de que «el oxígeno es vida» es irrebatible, sobre todo para quienes padecen de sepsis en el sistema óseo. Ellos para sanar necesitan de la oxigenación hiperbárica, al igual que los aquejados de necrosis ósea. Estos últimos si no son curados pueden padecer de artrosis precoz, y hasta requerir una prótesis de cadera.
Durante mucho tiempo, en el Complejo Científico Ortopédico Frank País cientos de enfermos fueron rehabilitados de esos padecimientos mediante sesiones con la cámara hiperbárica. Pero desde hace dos años el equipo está inutilizado por falta de piezas que son inaccesibles a la Isla por las medidas económicas impuestas desde el norteño país.
Debido a esa situación alrededor de 300 enfermos, anualmente, han dejado de recibir asistencia desde entonces, precisó el doctor Ricardo Tarragona Reinoso, responsable de Logística del Grupo Nacional de Ortopedia y Traumatología.
«El bloqueo también limita la recuperación de los pacientes que padecen de artritis reumatoidea. La especialidad de ortopedia no cuenta con las prótesis de mano imprescindibles para quienes han sufrido deformaciones debido a la agresividad de este padecimiento.
«La mayoría de los que tienen ese diagnóstico, incluidos no pocos niños, requieren prótesis. Como no las tenemos, les practicamos cirugías paliativas, las cuales definitivamente no son efectivas», apunta.
El especialista precisa que entre el 20 y el 50 por ciento de las personas, después de los 60 años, comienzan a padecer de osteartritis en las manos. De ellos alrededor del 15 por ciento requiere prótesis. Frente a la carencia de estos reemplazos, los pacientes reciben tratamientos alternativos que no eliminan definitivamente la rigidez que sufren.
Soluciones criollas
En Cuba son miles los casos que anualmente necesitan de tejido óseo para curar tumores y defectos por traumatismos en los huesos. Cuando se dispone del material para injertar se evita una operación quirúrgica adicional al paciente, pues no hay que extraerle de su propia cresta ilíaca las células óseas requeridas.
Sin embargo, no siempre se cuenta con ese tejido procedente de los donantes voluntarios cuando estos fallecen. La principal dificultad para tener un banco más eficiente se debe a la falta del envase especial que permite preservar el material hasta durante cuatro años.
«Esas bolsas proceden de una empresa norteamericana y por tanto no podemos adquirirlas por una vía expedita. Se ha hecho la gestión por terceros países y tampoco ha sido posible. Para resolver ese problema hemos tenido que emplear otro método de conservación, que tiene una fecha de expiración mucho más corta», precisa el doctor Manuel Jaca Torné, jefe del Banco de Tejido del Hospital Frank País.
Esas bolsas también se necesitan en la conservación de la piel de los cerdos, criados en condiciones especiales para usar su tejido en la cura de pacientes que sufren quemaduras.
«Se les pone como apósito a los pacientes en el lugar de la piel dañada para evitar que se deshidraten y sufran infecciones. Esas son las principales causas de muerte de los quemados. Luego se regenera la piel sin ninguna dificultad», explica el doctor Jaca Torné.
Antes de despedirnos recuerda que el Banco del Frank País tiene una historia que no se olvidará en medio de tantas limitaciones.
«El primer Banco de Tejidos creado en Iberoamérica fue enclavado, en 1957, en el antiguo hospital para la rehabilitación de impedidos físicos (ONRI), en la capital. En su momento era uno de los más modernos en el mundo, dotado de equipos de liofilización y esterilización mediante el uso de radiaciones con Cobalto 60.
«En el año 1959 tuvimos el privilegio de que se transformara en el Banco de Tejidos ORTOP, del Complejo Científico Ortopédico Internacional Frank País», precisa el doctor Jaca Torné, quien asegura que en medio de tanta limitación como consecuencia del bloqueo, la creatividad debe tomar siempre la delantera en pos de salvar vidas.