Kereese Gayle. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
Ver que jóvenes estadounidenses decidan estudiar en un país subdesarrollado resulta algo inusual. Y el hecho de que lo hagan gratuitamente en una nación cuyo sistema social Washington ha tratado de derrocar por todos los medios a su alcance, incluyendo un brutal bloqueo económico, comercial y financiero, es motivo más que suficiente para despertar el asombro.
Tal es el caso de 40 jóvenes norteamericanos, muchos de ellos provenientes de barrios humildes, quienes se graduaron recientemente como Médicos Generales Básicos en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).
Esta importante institución docente, fundada por Fidel en 1998, ha tenido como misión fundamental formar especialistas que dispongan de una elevada preparación científica, ética y humanista, y que sean capaces de actuar de acuerdo con las necesidades más urgentes de sus países.
Hasta la fecha han egresado de sus aulas casi 10 000 jóvenes de América Latina, el Caribe, Estados Unidos, África, Asia y Oceanía.
En el caso de los alumnos estadounidenses, la selección se realiza a través del movimiento Pastores por la Paz, el cual, mediante la Fundación Interreligiosa para la Organización Comunitaria (IFCO), presenta la convocatoria y analiza las solicitudes.
Y es que en un país del Primer Mundo como Estados Unidos, la admisión a los estudios médicos solo es posible para menos de la mitad de jóvenes norteamericanos que aspiran, y para menos del tres por ciento de los inmigrantes.
Los gastos correspondientes a los años de formación, suponen un costo de alrededor de 200 000 dólares, lo cual representa una deuda bancaria de hasta dos décadas para las familias con pocos recursos.
Médico del pueblo
Kereese Gayle, del estado de Georgia, llegó hace seis años a Cuba, impulsada por el deseo de estudiar y mirar la Medicina desde un prisma diferente.
«Esta profesión en Estados Unidos es muy comercializada y demasiado enfocada en la tecnología. Quería aprender cómo diagnosticar y tratar a una persona con mis manos, mis oídos, mis ojos, con un trato más humanizado.
«Al mismo tiempo fue una oportunidad para asimilar el idioma Español, porque allá hay muchos latinos que necesitan recibir una atención personalizada, más cómoda, en su mismo lenguaje».
Para Kereese, al igual que para sus colegas estadounidenses, los años de estudio, aunque inolvidables, no han sido sencillos. Lo más duro —dijo— es estar lejos de la familia, a veces con dificultades de comunicación.
«Antes de vivir en Georgia radicábamos en Nueva Orleans, y mi primer año aquí coincidió con el huracán Katrina. Fue un tiempo muy frustrante para mí, porque mi familia estaba allá y durante mucho tiempo no supe de su paradero.
«No obstante, volvería a decidirme por Cuba, porque además de recibir clases de excelencia, mis amigos cubanos me enseñaron mucho de la solidaridad, la hermandad, y aprendí realmente a vivir en comunidad».
Una vez que regrese a Estados Unidos, Kereese planea desempeñarse en alguna región del sur, donde la demanda de médicos es superior.
«Quisiera dedicar mis conocimientos a los más necesitados, en un país donde todavía la salud no es el primer derecho de los ciudadanos; donde millones de personas carecen de este servicio».
Ayudar a los olvidados
Con el título de licenciado en sus manos, el joven Michael Howard también recuerda cuando dejó el estado de Georgia para iniciar sus estudios en la Mayor de las Antillas.
«Me había graduado de Bioquímica y tuve la oportunidad de desempeñarme en esa profesión. Pero cierta vez llegó a mi escuela el reverendo Lucius Walker para hablarnos sobre la ELAM y me enamoré de su misión, de sus objetivos humanitarios.
«Algunos amigos y familiares me pidieron que no viniera, pero yo compartía y comparto los mismos valores de este proyecto, que nos prepara para ayudar a quien lo necesite, sin mirar las monedas que nos ofrezcan a cambio», explicó.
Según el joven, perseguir su sueño también ha supuesto sacrificios. «Tengo un hermano de ocho meses y un sobrino de pocas semanas que no conozco todavía. Pero todo el esfuerzo ha valido la pena, porque gracias a Cuba puedo decir con orgullo que soy el médico de mi familia».
Sin embargo —agregó— graduarse no significa haber llegado al final del camino como profesional. «A partir de ahora me corresponderá continuar mi superación y ayudar a los olvidados, a los más humildes de mi país; enfrentarme a un sistema de salud basado en el mercado, donde desafortunadamente los pacientes se ponen en un lugar secundario».
Como en casa
Otra de las licenciadas, Thana Parker, originaria del sur de California, agradece infinitamente al Gobierno cubano por abrirle las puertas. «Si no hubiese existido la ELAM jamás hubiese podido ser doctora, porque en mi país es demasiado costoso y no podía permitírmelo».
Aun cuando no pudo estar al lado de su madre cuando falleció hace poco más de un año, Thana confiesa sentirse feliz. «Ella pudo verme practicando un poco en mi carrera; pude sentirla orgullosa de mí como profesional, algo que no hubiese logrado en California».
De acuerdo con la joven, Cuba ha sabido compensar el vacío irreparable de no contar más con su madre y la ha reconfortado con amor, amistad, una nueva familia, un hogar. «Aquí no me siento de visita, sino en casa».
Cuando retorne a su país, espera poder trabajar en una clínica o consultorio donde atienda a los pacientes gratuitamente o a muy bajo costo.
De carbón a diamante
La aventura de viajar a otra nación para ingresar en una carrera de nivel superior representó para Malik Massac renunciar a las comodidades de una vivienda, un trabajo bien pagado y una prometida; botín nada despreciable para un emigrado de la isla de Santo Tomás que alguna vez persiguió el «sueño americano».
«Pero a pesar de esas facilidades, en el fondo yo siempre había deseado algo más importante: ser doctor. En aquel entonces estaba comenzando a estudiar para los exámenes en Estados Unidos, aunque estaba consciente de que ello implicaba grandes gastos y deudas».
Y al averiguar sobre la calidad de la educación en Cuba, la excelencia de su medicina y los objetivos solidarios de la ELAM, le resultó muy fácil decidirse.
«Los médicos cubanos están haciendo tanto en todo el mundo, y con tan poco, que para mí es impresionante. Siento mucho respeto hacia las personas que se sacrifican por los humildes, y quería ser parte de eso.
«Necesitaba adquirir valores y vivencias de una realidad tan contrastante con la de Estados Unidos, donde no solo los pobres, sino muchas personas con trabajo no pueden pagar la medicina, porque no tienen dinero para mantenerse y a la vez cuidarse».
Luego de seis años de arduo estudio, Malik cree haber logrado su deseo. El otro día —recordó— a la salida del policlínico se me rompieron los zapatos; comenzó una lluvia infernal, no tenía sombrilla, y tuve que esperar alrededor de 45 minutos debajo de un árbol, pero aun así estaba contento.
«Y es que Cuba me ha hecho madurar como persona; me ha hecho borrar de mí cualquier superficialidad o puro interés material; me ha hecho apreciar más las cosas pequeñas, la vida misma. Siento que he cambiado hacia lo mejor, como una uva que tiene varios años para convertirse en vino, o el carbón para ser diamante».