El repunte del agro demuestra que se ha detenido la caída del sector y que las políticas económicas marchan con paso firme y sin retroceso. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
Es, sin dudas, una noticia halagüeña. Pero mantengamos en suspenso el aplauso. Que la producción agropecuaria haya crecido 6,1 por ciento en el primer semestre del año —respecto a igual período del pasado— solo confirma que se ha detenido la caída en el sector; y que las políticas económicas para el agro marchan.
Constituye algo muy positivo. Mas las cifras no pueden tomarse a la ligera. Las estadísticas hay que verlas en su correcta dimensión y en todos sus aspectos. Y «la verdad verdadera» es que no se avanzó por igual en todos los rubros, algunos de los cuales son cruciales para la salud de la economía nacional y hogareña.
En esto hay que progresar de forma integral. Todos juntos. Solo así —por citar tres ejemplos— se podrá apuntalar la sustitución de importaciones para la canasta familiar normada, incrementar la oferta en los mercados agropecuarios y contribuir a reducir —o al menos estabilizar— los precios. Nada de eso sucedió. Todo lo contrario. La billetera lloró. Se puso más flaca.
Sí, creció el sector. Es la cara linda de la moneda. La otra: en el pasado semestre hubo que realizar importaciones no previstas para cubrir los alimentos subsidiados que recibe cada uno de los cubanos y cubanas por la libreta de abastecimiento, y otras necesidades; la venta en los mercados agropecuarios disminuyó 5,7 por ciento en valores; y los precios promedios para la población en el total de los rubros agrícolas y cárnicos subieron 7,8 por ciento.
Así consta en la publicación Sector agropecuario. Indicadores seleccionados. Enero-junio 2011, edición agosto 2011, de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) y en su similar Ventas en el mercado agropecuario. Indicadores seleccionados. Enero-junio 2011, edición julio 2011, ambas disponibles en el sitio digital www.one.cu.
No poner el plan contra las cuerdas
Los trabajadores y trabajadoras agropecuarios y sus entidades estatales y cooperativas aún tienen mucho que aportar. Y lo harán, a menos que los desastres naturales vuelvan a cebarse este año en nuestro archipiélago. Gente de tierra es gente de ley.
Y junto a ellos, también están las providencias de Estado y Gobierno adoptadas para reactivar el sector, y el anuncio de otras nuevas. Estas medidas han abierto y prometen crear un escenario, demandado por los propios hombres y mujeres del agro, que a corto plazo deberá repercutir en los inventarios nacionales, en las tarimas de los mercados y en la mesa nuestra de cada día.
Hay decisiones y hay empeño. El 6,1 por ciento de crecimiento lo demuestra. Ahora bien, los resultados no son ni los esperados ni los necesarios.
Las deficiencias en el comportamiento de las contrataciones estatales, la disminución en las ofertas de los mercados agropecuarios y el incremento de los precios en estos, y la comparación de la producción del actual período con sus iguales del 2008 y 2009, son tres argumentos que demuestran cuánto falta aún y puede obtenerse.
Abundando en el primero, Adel Yzquierdo, miembro del Buró Político del PCC y ministro de Economía y Planificación, informó en la reciente sesión ordinaria de la Asamblea Nacional que los incumplimientos del Ministerio de la Agricultura en renglones como carne de cerdo, leche fresca y frijoles obligaron a realizar millonarias compras no planificadas en el mercado exterior.
En realidad, dos de estas producciones crecieron. La cosecha de frijol aumentó 48,3 por ciento —47 000 toneladas (t) en total—; y del ganado porcino se dieron a sacrificio 78 200 t, 8 400 más que en igual etapa del año anterior —aunque no ocurrió así con el vacuno, que se quedó por debajo en 4 100 t—. La leche de vaca, empero, declinó: se entregaron 16 600 000 litros de menos.
No obstante —incrementos más, caídas menos—, en estos y otros rubros las cifras se quedaron por debajo del plan. Y hay consenso en que «el plan manda».
Cuando se incumple en asunto tan delicado como es la comida, la consecuencia es que el Gobierno debe destinar parte de nuestro escaso dinero para algo no planificado. Y ha de sacarlo de donde debía ofrecer más réditos o de lo que estaba dirigido a cubrir otras necesidades de la población o del desarrollo.
Y si a estos déficits sumamos que el encarecimiento de los alimentos en el mercado internacional obligará a erogar más de 300 millones de dólares de lo previsto a gastar en importaciones, que una caída en los planes del sector repercute en la Industria Alimentaria, y que lo que pase en esta y en el agro termina siempre reflejándose en nuestras cocinas, coincidiremos en que tales episodios ponen al Estado y a la ciudadanía contra las cuerdas.
Las estadísticas no se comen
Los mercados agropecuarios son una de las fuentes que tiene la población para cubrir parte de su dieta diaria. Pero aunque la lógica indicaría que sí, no ha existido una correlación directamente proporcional entre el incremento de la producción en el primer semestre y su oferta en dichos establecimientos.
Todo lo contrario, las ventas en ellos cayeron 5,7 por ciento en el período. Se dejaron de ofertar 52,9 millones de pesos en comparación con igual etapa del año anterior en productos agrícolas y cárnicos, según anotan los especialistas de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias de la ONEI, autores de las publicaciones que utilizamos para el desarrollo de este artículo.
En la disminución de los productos agrícolas intervienen, entre otros, los granos y el ajo. Respecto a los cárnicos, el principal suministro para estos establecimientos, y parte intrínseca de nuestra dieta básica, la venta de cerdo en piezas, también se contrajo.
En físico, tales caídas significaron que durante el anterior semestre en las tarimas de los mercados agropecuarios del MINCIN, el MINAGRI y los organopónicos y huertos intensivos —que venden de forma directa a la población y que son los datos que recoge la ONEI— se colocaran de menos 39 000 toneladas de productos agrícolas y mil toneladas de cárnicos en comparación con enero-junio de 2010.
Según los expertos, las causas del decrecimiento están en que, excepto las UBPC, el resto de los concurrentes a estos mercados no igualaron el tonelaje anterior. El sector estatal, el cooperativo y el privado quedaron por debajo de sus ofertas históricas.
Los lectores pueden estar preguntándose si no es una paradoja que se crezca en la producción agropecuaria y se baje en la venta en los mercados especializados de esas mercancías. Pues sí. Tienen toda la razón. Lo lógico sería que existiera una relación directamente proporcional. Pero no ha sido así.
Para comprender mejor el tema también hay que tener en cuenta que no todo lo que se produce puede ir a las tarimas. En el país existe lo que se denomina estructura de distribución primaria.
Esta incluye las producciones contratadas por el Estado para cubrir la canasta familiar normada subsidiada, el consumo social, abastecer la industria alimentaria, satisfacer otras necesidades y colocar una parte en mercados con precios más accesibles, como los topados. También están las porciones que los productores destinan al autoabastecimiento y a la venta a los trabajadores. Y, por último, el mercado en sí.
La mesa, igualita; la billetera llora más
Volviendo a la paradoja, también debemos decir que mientras en el primer semestre de 2011 se acopiaron 1 691 300 toneladas de viandas y hortalizas (la ONEI no incluye en estos reportes lo obtenido en patios y parcelas), en los mercados agropecuarios se vendieron 247 200 toneladas de productos agrícolas.
Por esta vía, entonces, apenas se vendió el 14,6 por ciento de las cosechas. El resto, la población lo consumió por otros canales, además de otros productos como la papa, cuya distribución se realiza a lo largo de varios meses después de concluida la cosecha.
Pero la cifra todavía dice más. Si bien en valores (dinero contante y sonante) la disminución de las ventas fue de 5,7 por ciento, en físico la caída en los productos agrícolas llegó al 13,6 por ciento —39 000 toneladas de menos se pusieron en las tarimas— respecto a igual período de 2010.
Y, como agua con azúcar y limón es limonada, los precios se dispararon. Aunque la producción agropecuaria general y la venta en los mercados especializados no tienen que ser directamente proporcionales —aunque debieran—, la relación entre la cantidad de productos a la venta y los precios sí lo son, gústele a quien le guste y cuéstele a quien le cueste.
Resultado: entre enero y julio los precios en estos mercados tuvieron un aumento promedio en el total de los productos agrícolas y cárnicos del 7,8 por ciento.
Según explican los especialistas de la ONEI, como los productos agrícolas, que abarcan los más altos volúmenes en ventas en físico y valor, decrecieron, especialmente en físico, el precio promedio de ellos aumentó; y lo mismo ocurrió con la carne.
Las provincias de La Habana, Pinar del Río y Cienfuegos son las más caras del país, el resto tiene un comportamiento promedio exceptuando Ciego de Ávila y Guantánamo, que es la provincia más barata a la hora de comprar productos en el mercado agropecuario.
Y aquí retomo el título de este artículo, a fin de concluirlo con exactitud: cuando se trata de producción agropecuaria, las estadísticas marchan bien, la economía necesita más —mucho más—, y la mesa sigue casi igual, con viandas y carnes de menos, y muchos pesos (CUP) de más.
Número con número
El buen desempeño de la esfera agropecuaria en este primer semestre lleva una tercera y última acotación. Es cierto que creció 6,1 por ciento si se compara con igual período de 2010; sin embargo, hay algo que no puede olvidarse: entonces el sector había caído 7,5 por ciento respecto a idéntica etapa de 2009.
El desempeño semestral del corriente —número por número— es aún inferior en 1,4 puntos porcentuales con respecto al volumen de producción de los primeros seis meses de 2009; y este, a su vez, fue menor 9,7 por ciento a igual intervalo de 2008, según puede compararse en la secuencia de publicaciones Sector agropecuario. Indicadores seleccionados, que emite la Oficina Nacional de Estadísticas e Información para el primer semestre de cada año (www.one.cu).
Otro dato interesante para una mejor comprensión del comportamiento del sector y sus potencialidades: en 2008 se produjeron 1 867 200 toneladas de viandas y hortalizas entre enero y junio; en 2011: 1 691 300; no obstante, el presente ciclo fue superior en arroz, maíz y frijoles.
Así las cosas, puede afirmarse que aún no hemos llegado a la producción de aquel semestre, que, seamos sinceros, también estuvo bastante lejos de las necesidades sociales y domésticas.
El 2008 fue un buen año hasta agosto. Luego los ciclones Gustav, Ike y Paloma nos dejarían pérdidas materiales por unos 10 000 millones de pesos —alrededor del 20 por ciento del producto interno bruto (PIB) de ese año—; también entonces explotaría la crisis mundial de la que aún no se sale y a cada momento amenaza con volver a imponerse en su forma más drástica.
Volviendo a la secuencia, debemos agregar que en 2008 crecieron de forma global los resultados productivos. Este es un detalle importante. Recordemos que el 26 de julio de 2007 el Presidente de la República, General de Ejército Raúl Castro Ruz, había expuesto, entre otras, un grupo de críticas y orientaciones para el sector.
Tiempo después, aunque el panorama no era idóneo —y aún dista mucho de serlo— había cambiado para mejor. Este ejemplo demuestra que cuando hay voluntad y se incentiva y moviliza el ámbito material y la conciencia de los productores, se logran resultados. Y eso es lo que está ocurriendo y se espera hoy del movimiento agropecuario estatal, cooperativo y privado.