En playa La Barca está situado uno de los campamentos de monitoreo. Autor: Daniel Mitjans Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
GUANAHACABIBES, Pinar del Río.— La carretera que nos conecta con el faro Roncali es una línea negra que se pierde entre la vegetación. En ciertos tramos aparece ante los ojos del visitante algún venado que cruza presuroso la vía de asfalto para ganar la espesura del monte.
El sonido del mar llega desde cerca, mientras vuelan las mariposas en el verde entorno. Un buen síntoma, según explica nuestro guía, Abel Sosa Prieto, especialista ambiental del Parque Nacional Guanahacabibes, quien nos conduce a playa La Barca, de blanquísimas arenas y donde radica uno de los campamentos de monitoreo de las tortugas marinas.
En una casita rústica de madera y guano, acostados en hamacas mientras se abanican sin descanso para espantar mosquitos y jejenes, un grupo de jóvenes y un hombre protegido hasta las orejas conversan animadamente.
Son 15 días en campaña, con condiciones mínimas de subsistencia, a las que se entregan los amantes de los animales y la naturaleza. Si no fuera por las plagas y una puerca jíbara que acecha a cada rato en busca de comida, el sitio sería un paraíso, tal y como confiesan.
Yamilé Roque Braza es recién graduada de la especialidad de Biología de la Universidad de La Habana y vive en el municipio capitalino de Regla. Le ha sido difícil adaptarse a las condiciones de subsistencia, y los mosquitos se ensañan con ella, «pero el espectáculo de ver a una tortuga poner sus huevos, bien vale la pena», asegura.
«Tenemos hasta una iguana que nos visita en el horario del mediodía. En el aula universitaria jamás podrías soñar en las clases teóricas, que tendrías esa posibilidad. Es fundamental para nuestra formación», explica.
A su lado, en otra hamaca, Eloísa Rojas Fornaris y Roamsy Volta Rodríguez, ríen con picardía cómplice al afirmar que comparten el amor de pareja y también el que profesan a los animales; llevan un año de graduados de la mencionada especialidad y trabajan en el Centro de Investigaciones Marinas.
Abandonaron las comodidades de su casa y se internaron en Guanahacabibes para cuidar las tortugas. «Este es mi segundo año en esta aventura —refiere Eloísa—, y aunque como puedes ver estoy llena de picadas de mosquito, me encanta lo que hago, me siento útil y disfruto saber que doy mi aporte para que estos quelonios en extinción sobrevivan, porque también tienen derecho a ello.
«Esta semana estuvimos un día desde las diez de la noche hasta las dos de la madrugada esperando a que una tortuga verde pusiera sus huevos. Hizo siete nidos antes de realizar su depósito. Como la playa ha perdido algo de arena, mientras encuentran una piedra no desovan».
Elaine Campohermoso Martiatu, quien labora desde hace tres años en el citado centro, refiere que las caguamas son más vagas: ponen sus huevos en la primera línea de costa. Mientras conversa toma un sensor y parte rumbo a uno de los nidos marcados la noche anterior para tomarle la temperatura, uno de los tantos indicadores que deben anotar en una planilla en la que también registran el largo y el ancho del caparazón, la cantidad de huevos, si salieron en luna llena o en cuarto menguante y otros elementos del protocolo de investigación.
Estos animales, acota el guía, tienen sus requerimientos. Si ven luces blancas o escuchan voces altas se van y no colocan sus huevos.
El trabajo se reparte
René Pérez Martín es diseñador gráfico en el Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología. Lleva diez años como voluntario en el proyecto y dice de forma jocosa que muchos de sus vecinos le dicen que está loco, pero después corren detrás de él para que les muestre las fotos de un espectáculo que persiguen numerosos turistas en el mundo, parte de los cuales llegan a la península para presenciarlo.
«Aquí en La Barca todos cocinamos y hacemos guardia para “playear” por la noche en parejas, y también tomamos fotos de la cara de las tortugas.
«Si hermoso es verlas anidar, más lo es presenciar el nacimiento de las tortuguitas. Y ver cómo corren en busca del mar, una etapa muy peligrosa, porque el cangrejo llamado fantasma y otros depredadores se las comen».
También participan en el cuidado de dichos animales el Cuerpo de Guardabosques, voluntarios de la comunidad de La Bajada y trabajadores del Parque Nacional.
A solo cinco kilómetros del faro Roncali, en playa Caleta Larga, encontramos cocinando en un caldero sobre piedras al licenciado en Biología Roberto Varela Montero, hijo de Fisco Varela, fallecido hace casi 11 años y uno de los personajes legendarios del llamado Cabo de San Antonio, a quien el periodista Luis Sexto le dio voz en su libro El Cabo de las mil visiones.
Varela Montero estaba acompañado por Florencio Ramos Borrego, de 62 años y residente en La Bajada, quien llevaba 15 días en el monitoreo, y confesó ser de quienes antes se comían a las tortugas y ahora las cuidan, porque el proyecto y las charlas impartidas por los trabajadores del parque le despertaron la conciencia de la importancia de cuidarlas para que no desaparezcan.
«No quería convertirme en un criminal matador de animales. La semana pasada también estuve en Playa Perjuicio con otros habitantes de La Bajada. En ese tiempo vimos 13 tortugas anidando», dice este también colaborador de las Tropas Guardafronteras.
Poco a poco la vida le gana espacio a la depredación. Estudiantes de Sandino y de la comunidad de Manuel Lazo también participan en la recogida de basura del litoral y en conferencias impartidas por los especialistas del parque, que cumplirá en diciembre su décimo aniversario y constituye un oasis en favor de la existencia y el equilibrio.
Esfuerzo de muchos años
El proyecto universitario para el estudio y conservación de las tortugas marinas se inició en 1998 por la Doctora María Elena Ibarra Martín, cuyas cenizas descansan en playa La Barca, como fue su voluntad, quien dedicó los últimos años de su vida a dicho monitoreo.
Actualmente la Doctora Julia Azanza Ricardo es quien coordina las actividades que se realizan en Guanahacabibes y declaró a JR que esta zona, y en particular las playas Antonio, El Resguardo, Perjuicio, Caleta del Piojo, La Barca y El Holandés, se encuentra entre los sitios más importantes del archipiélago cubano para el anidamiento de tortugas marinas y a cuya investigación se han sumado desde sus inicios 1 665 estudiantes y trabajadores de diferentes instituciones del país, e incluso de otras naciones.
Los participantes han logrado una estrecha relación con la naturaleza en el área de trabajo, porque laboran en condiciones naturales, en casas de campaña, sin luz eléctrica y tratando de causar la menor alteración del equilibrio ecológico del lugar.
Con el proyecto se recopilan datos acerca de la ecología de las tortugas, además de importantes estudios genéticos.
Entre los principales resultados la especialista citó la existencia de 720 hembras marcadas, 3 058 anidaciones verificadas y 41 113 neonatos liberados. Desde el punto de vista genético se ha descubierto que esta región constituye la más diversa del país, con 17 variantes genéticas diferentes (haplotipos) y una de las más diversas del Atlántico, lo cual aumenta su importancia para la conservación.
En estos momentos se trabaja en diferentes líneas de investigación, entre las que se destacan el seguimiento de las migraciones para determinar de dónde vienen y a dónde van las tortugas que anidan en dicha península, así como determinar posibles impactos del cambio climático en el proceso reproductivo de esta colonia de anidación.
La investigadora señaló que estos resultados son posibles gracias al esfuerzo de diversas instituciones, como la Universidad de La Habana, el Parque Nacional Guanahacabibes, el Cuerpo de Guardabosques, Guardafronteras, el Centro Nacional de Áreas Protegidas, el personal del radar meteorológico de La Bajada y del Centro Internacional de Buceo de María la Gorda.