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Un luthier cubano

Wilber Suárez Ferrá, nacido en La Habana y residente desde pequeño en el municipio de Limonar en Matanzas, en sus tiempos libres apuesta porque en el futuro nazcan de sus manos Stradivarius auténticamente cubanos

Autor:

Hugo García

LIMONAR, Matanzas.— A Wilber Suárez Ferrá lo apasiona dominar los secretos de los violines.

Este hombre, nacido en La Habana y residente desde pequeño en el municipio de Limonar, labora como especialista en Informática, y en sus tiempos libres apuesta porque en el futuro nazcan de sus manos Stradivarius auténticamente cubanos, verdaderas joyas musicales.

—¿Cómo nació la afición por la construcción de violines?

—De una conversación entre amigos. Yo decía que tenía que hacer algo en la vida que nadie hiciera.

Uno de mis amigos me sugirió que construyera violines y la idea me impactó, empecé a buscar documentos, personas que me ayudaran…

Aunque confiesa no tener mucho oído musical, su familia contó con un músico, su abuelo por parte de padre, Felino Suárez, quien dirigía el septeto Los Suárez, de Matanzas.

Con 40 años de edad, Wilber recuerda que lo poco que aprendió de música fue gracias a su abuelo: «Me enseñó a tocar la guitarra y el tres, pero nunca me aficioné».

—¿Qué diferencian a tus violines de los demás?

—Que parecen modelos antiguos por la forma de la cintura, bastante parecido a los franceses. Cada violín se hace para un músico, para un tipo de música.

—¿Tuviste algún tipo de impedimento por las maderas?

—El reto mío fue lograr que con maderas cubanas sonaran mis violines. La tapa es de pino de las cajas canadienses de productos importados, el resto es de maderas preciosas cubanas, como el fondo, cintillo, clavijas, el brazo, todo eso es con maderas cubanas, que brillan sin barniz. Hice muchos probando diversas maderas, hasta que encontré las que reflejan el sonido bien.

«Me llamó la atención que en la fábrica de Minas, en Camagüey, tienen muchos violines parados por falta de piezas o accesorios que yo hago.

«Nadie me ha enseñado. He roto más de cien brazos para violines, porque soy de las personas que cuando se imponen un reto lo llevan hasta el final, hasta que encontré la madera acorde al brazo».

—¿Qué tiempo te demora elaborar un violín?

—En un mes lo hago, en ratos por las tardes y los fines de semana. Tengo una carpintería donde todos los equipos los confeccioné según la necesidad que me pedía la confección de los violines. Me faltan equipos, pero he innovado.

«Los músicos que han tocado mis violines afirman que tienen la sonoridad y dan todas las notas, aunque hay que mejorarlos en algunos detalles.

—¿Estos son violines puramente cubanos?

—Muy cubanos. Seguiré trabajando para mejorarlos, buscando la exquisitez.

«Lo que más me interesaba era la sonoridad y eso lo estoy logrando, porque si no suena, no vale nada.

«Siempre trabajé con la idea de suplir el déficit de piezas de violines que hay en el país, pero el sueño más grande es que un día un músico o una orquesta sinfónica toque con mis violines».

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