Para los estrategas del Pentágono no se descarta la organización de una intervención militar en el país. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:07 pm
Para los estrategas de la política de Estados Unidos es evidente que quien domine hoy por hoy el ciberespacio tendrá garantizada la hegemonía en lo que han calificado como el nuevo campo de batalla del siglo XXI.
No es casual que el antecedente directo de la Internet haya sido Arpanet, una red ideada por el Pentágono para lograr el trasiego de informaciones de sus instituciones militares y de otros centros de investigaciones científicas, lo que evidencia el estrecho vínculo que tuvo la Casa Blanca con un fenómeno asociado al desarrollo de las novedosas tecnologías en el ámbito de las comunicaciones.
No se trata ya de que un país, de acuerdo con los postulados actuales, tenga un ejército regular con las tres fuerzas tradicionales: mar, aire y tierra, sino de la conformación de un «cuarto ejército», cuyas armas discurren en el escenario virtual de la informática, la computación, las telecomunicaciones…
Para marcar la importancia que le conceden a este asunto, el Gobierno de EE.UU. nombró en una primera etapa al frente de ese «cuarto ejército» a Robert Elder jr., un general que siempre se dedicó a cuestiones de inteligencia dentro de la Fuerza Aérea.
Para Elder «el cambio cultural es que vamos a tratar a Internet como un campo de guerra y vamos a concentrarnos en él y darle prioridad para acciones en el ciberespacio y acompañarla, si es necesario, con acciones en el espacio aéreo y terrestre. Vamos a desarrollar, junto con las universidades, guerreros ciberespaciales que sean capaces de reaccionar ante cualquier amenaza las 24 horas del día durante los siete días de la semana».
Ese pensamiento resume toda una estrategia de gobierno, que quedó plasmada en un documento secreto hasta el 2006, pero que había sido firmado en el 2003 por el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
Barack Obama, el presidente de la Internet, porque hizo su campaña electoral «montado» sobre las redes sociales, le ha dado una atención especial a este tema. En el 2009 oficializa la doctrina de esa guerra irregular.
El 29 de mayo de ese año, durante una comparecencia pública, anunció la creación de una nueva figura en la jerarquía del establishment: el «ciberzar», cargo reservado para Howard Schmidt, quien había ocupado, entre otros, el puesto de jefe de seguridad de Microsoft e igual nomenclatura en el portal de ventas por Internet EBAY.
Meses después, en octubre, entró en acción el denominado cibercomando del Pentágono. Se ubicó en Fort Meade, Maryland, y a partir del 2010 es al general Keith Alexander, jefe de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) a quien Obama nombra para comandar esta fuerza especial.
El cibercomando cuenta con una plantilla de casi 90 000 hombres y mujeres sobre las computadoras, y ha expresado de manera abierta que desarrolla herramientas tecnológicas para desatar ataques devastadores en «redes enemigas». Para esos fines el Pentágono otorgó el pasado año alrededor de 90 000 millones de dólares.
Sencillamente, el Departamento de Defensa, que se ha amparado en el pretexto de la ciberseguridad para emplearse a fondo en la ciberguerra, afirma que más de 100 organismos de inteligencia extranjeros están «activamente» atacando las 15 000 redes del Gobierno de Estados Unidos que integran a cerca de siete millones de computadoras.
La ciberguerra es un modelo de conflicto que ha aparecido en el escenario de la sociedad de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC), ofreciendo un contexto bélico diferente donde la intangibilidad del ciberespacio da cabida, justamente, a ese tipo de ataques asimétricos, silenciosos, que pueden transitar ocultos en un virus durante días, hasta llegar al «cerebro» de un sistema informático y vulnerarlo.
Por ejemplo, a partir de esas tecnologías se pueden embestir los servidores que controlan la aviación de una base aérea, algo que fue probado en Iraq antes de lanzar el primer misil en marzo del 2003, cuando Estados Unidos y sus aliados iniciaron la invasión y ocupación del país árabe.
Incluso, lo mismo se ensayó mucho antes durante la primera Guerra del Golfo (1990-1991) con unas impresoras que se le vendieron al Gobierno iraquí, las cuales ya venían comprometidas con programas malignos, y el día señalado lanzaron un troyano que impidió a la aviación de Sadam Hussein despegar de la Base.
Aunque los teóricos insisten en que «la tecnología no tiene ideología», hay una realidad: los que la diseñan y controlan sí, y uno de los propósitos puede ser este, la ciberguerra.
«Estamos hablando del uso de Internet, no solo como una herramienta “de”, sino como un arma “para”», puntualiza Carlos del Porto, especialista de la Oficina de Informatización del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones de Cuba.
Cibermercenarios, un plato fuerte
Contra Cuba y otros países considerados enemigos de Estados Unidos se ensaya una variante de la ciberguerra: el fomento de una blogosfera que, aunque se pretende tildar de «independiente», es subordinada de manera total al mandato e intereses de Washington.
Justamente, ese fue el tema que motivó en abril del 2010 una conferencia del Instituto George W. Bush, celebrada en Texas. Allí se «cocinaron» ideas en cuanto al uso de las herramientas de la Internet y las NTIC para sustentar la labor de esos cibermercenarios.
A través de blogueros y redes sociales como Twitter y Facebook se han alentado en el mundo levantamientos y grandes manifestaciones. Fue Yugoslavia, en 1999, la primera nación que sufrió una guerra cibernética, «cuando se produce la intervención directa en las redes de correo electrónico de ese país, por parte del Ejército de EE.UU.», apunta Rosa Miriam Elizalde, periodista y editora del sitio digital Cubadebate.
Pero lo ocurrido ahora en Egipto; la manipulación de los sucesos en Libia para preparar y justificar un ataque contra el país africano, y el frustrado intento de promover desde el exterior un levantamiento popular en Cuba utilizando la red social Facebook, son apenas los más cercanos ejemplos.
Vale recordar que a escasos días de la toma de posesión de George W. Bush en el 2001, representantes del espionaje estadounidense, entre ellos George Tenet, director de la CIA en el período 1997-2004, declaró junto a altos oficiales de la Agencia de Inteligencia para la Defensa, que nuestro país constituía una «amenaza asimétrica» para la seguridad nacional de aquella nación, porque contaba con capacidad para desatar ataques cibernéticos.
Indudablemente, el ala ultraconservadora yanqui comenzaba a potenciar nuevos pretextos y escenarios de confrontación para calumniar a la Revolución Cubana y propiciar lo que no se ha descartado en la política de Washington hacia La Habana: una eventual agresión militar.
Sin embargo, lo que omitieron esos altos funcionarios es que, en junio de 1995, la Universidad Nacional de la Defensa de EE.UU. egresó a sus primeros 16 especialistas en «guerra informática», instruidos para emplear las bondades de las tecnologías de las comunicaciones como campo beligerante.
Cuba: subversión, Wikileaks y la red
El 14 de febrero del año 2006, la antecesora de Hillary Clinton, Condoleezza Rice, conformó un grupo de tarea para monitorear el uso que se hace de Internet en China, Irán y Cuba.
La actual administración norteamericana, sin apartarse en las esencias que animan esa estrategia histórica, ahora ha publicitado la doctrina del llamado «smart power» (poder inteligente).
La Clinton, seguidora de la misma, así lo ratificó en el momento de su toma de posesión como Secretaria de Estado.
«Es necesario —dijo— utilizar la fuerza de Internet con los países que combaten los medios de comunicación estadounidenses, sobre todo empleando Facebook, Youtube, Flicker y Twitter, para hacer llegar allí las voces de Estados Unidos».
De lo que se «trata entonces con esa doctrina, es de trabajar primero para subvertir el orden, la sociedad, los valores, y solo si eso no funciona van los marines», comentó Carlos del Porto.
No cabe dudas de que en la subversión contra Cuba con el uso de las nuevas tecnologías, se está apostando a todo: Ciberguerra-cibermercenarismo que pretenden sustentar, además, creando una infraestructura tecnológica sin la supervisión legal.
En ese esquema subversivo tratan de potenciar a los denominados «blogueros independientes» en función de demonizar al país ante la opinión pública internacional, y que ellos ofrezcan la imagen de que el ciberespacio es el mundo único y real, desde el que sí se puede decir y actuar.
En el caso cubano existe un diseño asociado a un contexto histórico particular: Estados Unidos le impidió desde un inicio a la Isla su acceso a la red internacional debido al bloqueo.
Para Cuba es negada la posibilidad de obtener servicios, softwares, herramientas tecnológicas y la utilización de los cables submarinos que nos rodean; sin embargo de esto no hablan los críticos de la Isla, que la presentan como un enemigo del uso de la Internet.
Sin mencionar las reales causas del problema, esas nuevas caras de la contrarrevolución se prestan al juego de la estrategia de subversión en Internet utilizando deliberadamente la omisión, la tergiversación y la mentira.
Tales blogueros han conformado espacios en los llamados blogs contestatarios dentro de las diferentes plataformas de Internet y con un sustento desde el exterior, se presentan como luchadores por la libertad de expresión en el ciberespacio. Además, mantienen una sólida relación con la Sección de Intereses estadounidense y con otras sedes diplomáticas acreditadas en La Habana, en especial algunas europeas desde donde se les ve en asiduas entradas y salidas, así como en contactos personales.
Los textos que publican la mayoría de esos blogueros contrarrevolucionarios son portadores de la imagen caótica que desean publicitar de Cuba y en algunos casos son traducidos simultáneamente a 20 idiomas, mucho más que la página web de la Casa Blanca.
No en vano la SINA ha mostrado una constante preocupación hacia ellos, lo que se evidenció tras las revelaciones de comunicaciones secretas entre la Oficina y el Departamento de Estado, que fueron filtradas por el sitio digital Wikileaks.
Según los cables, una evaluación realizada por Jonathan Farrar, actual jefe de la SINA, reconoce que la Casa Blanca está jugando sus cartas por los llamados «blogueros independientes».
Otras filtraciones, fechadas en septiembre del 2009, informan el carácter servil y dependiente de estos cibermercenarios, cuando Yoani Sánchez le pidió a la entonces subsecretaria adjunta de Estado, Bisa Williams, durante una visita a La Habana, el acceso a diferentes prestaciones que se ofrecen a través de Internet como tarjetas de crédito para compras, y la posibilidad de donaciones financieras por esta vía con el empleo de la herramienta electrónica PayPal.
«No saben cuánto más podríamos hacer si pudiéramos utilizar el PayPal o adquirir cosas online con una tarjeta de créditos», dijo a sus amos la contrarrevolucionaria.
Algunos especialistas consideran que más de 1 300 editores de medios internacionales tienen órdenes de estar pendientes de los mensajes en Twitter y las actualizaciones del blog de la mercenaria, fabricado desde el exterior con un diseño a tono con la política agresiva contra nuestro país y para cuyos fines se destinan miles de euros y dólares.
Pero también estos cibermercenarios aparecen vinculados a oscuros personajes cuyos nexos con la CIA son evidentes, entre ellos Marc Wachtenheim, director del Programa Cuba de la Fundación Panamericana del Desarrollo (FUPAD) hasta el 2010, quien, según se conoce, hizo varios viajes a la Isla, donde se interesó por contactar con elementos contrarrevolucionarios, particularmente los que integran esa «blogosfera independiente».
Wachtenheim publicó en abril un artículo titulado La verdadera revolución en América Latina, en el que aleccionaba sobre cómo Internet puede servir para «tumbar gobiernos», y en esos explícitos planes tuvo en cuenta a la cibermercenaria, al tildarla como integrante de esas «nuevas generaciones latinoamericanas» ubicadas en el colimador de Washington.
Robert Guerra, otro individuo vinculado con la CIA, mencionado ya en el trabajo Operación Surf, publicado en esta misma serie de denuncia por su implicación en el intento por introducir antenas satelitales en Cuba para crear redes ilegales de acceso a Internet, es identificado en junio del 2008 como «amigo» de la bloguera contrarrevolucionaria en el sitio de la periodista española Rosa Jiménez Cano.
En octubre del 2010, Guerra le pidió ayuda mediante un mensaje a @KatieS, identidad en Twitter de Katie Jacobs Stanton, integrante del equipo de Internet de Obama porque la cibermercenaria, al parecer, tuvo problemas con su cuenta en esa red social.
Stanton funge al frente de la estrategia internacional de EE.UU. en Twitter y además es asesora especial de la Oficina de Innovación del Departamento de Estado desde el año pasado. Curiosamente, también se desempeñó en el desarrollo de herramientas para la búsqueda y posicionamiento de los blogs por Google.
De aliados a la carta
Estos blogueros son gente que en entrevistas han exhortado al levantamiento en Cuba, han alentado a la violencia, apoyan la Ley de Ajuste Cubano, justifican el bloqueo, niegan que el sector más reaccionario del exilio de Miami sea enemigo del pueblo cubano, dicen que el caso del terrorista Luis Posada Carriles es una cortina de humo y hasta llegan a expresar abiertamente el cambio de sistema político, lo que quedó demostrado en una entrevista concedida al investigador francés Salim Lamrani por la cibermercenaria.
Los que promueven a estos blogueros contrarrevolucionarios no escatiman en facilitar y propiciar la entrega de premios, no precisamente por los méritos literarios de las notas que se publiquen, sino por la postura servil que demandan de ellos, tal como ha ocurrido con el medio millón de dólares recibido por la mercenaria predilecta de Washington en los últimos tres años.
Esa es la modalidad que ha encontrado el Gobierno estadounidense para pagar los servicios de sus blogueros inflados, a quienes tratan de presentar como los nuevos rostros de la llamada oposición ante el descrédito y desgaste de una contrarrevolución tradicional, sin reconocimiento alguno dentro de la sociedad cubana.
El 8 de marzo pasado la propia secretaria de Estado Hillary Clinton aupó a la contrarrevolucionaria durante el anuncio del premio Women of Courage (Mujeres de Coraje), donde justificó el uso de la «tecnología para promover un cambio positivo».
El pueblo de Cuba, que tiene bien fresca su memoria histórica, sabe que el significado del término al que alude la Clinton se traduce en derrocar a la Revolución y tratar de anexarnos como una estrella más a la bandera de las barras.
El jueves 10 de marzo, dos días después de lo acontecido en Washington, continuaron los homenajes en la residencia del jefe de la Sección de Intereses.
Pero el apoyo no es solo de la SINA y de la Secretaria de Estado. El propio Obama respondió un cuestionario de preguntas de la cibermercenaria, que fue ampliamente divulgado en medios internacionales de prensa. El hecho pone de manifiesto la innegable conexión y la instrumentación que el imperio y sus aliados hacen de individuos como estos, alineados con los actuales planes de agresión contra la Isla.
A golpe de corazón
Cuba está inmersa en el sistema de las nuevas tecnologías. Jamás negará de ellas. Es una diáfana política que tiene antecedentes desde los primeros años del triunfo revolucionario.
Apenas arrancó el proceso de transformaciones que acompañaron al proyecto social naciente, se anunció, en 1961, una Campaña de Alfabetización, cuyo principal impulsor fue el Comandante en Jefe Fidel Castro. Desde ese instante se cerró la puerta a la ignorancia y se abría la del desarrollo de la inteligencia de los cubanos.
Con su pensamiento visionario alertó Fidel que nuestro futuro debía ser el de hombres de ciencia, y esa ciencia no podrá estar nunca separada de la conquista de las nuevas tecnologías.
Hoy, pese a la condición de país bloqueado durante más de cinco décadas por la principal potencia imperialista, se han dado lecciones al mundo en términos que nunca podrán rebatir los detractores: indicadores de salud comparables solo con naciones industrializadas; más de un millón de graduados universitarios y los avances en la biotecnología, son apenas tres ejemplos que se suman a otras realizaciones concretas.
Actualmente Cuba cuenta con más de 600 Joven Club de Computación, hay más de 724 000 computadoras; 1.7 millones de usuarios del servicio de Internet, 454 000 de ellos con navegación plena; hay 136 páginas web de medios de comunicación cubanos y más de 200 blogs hechos desde la Isla, administrados por profesionales de diferentes ramas, quienes enfrentan las calumnias, tergiversaciones, manipulaciones y mentiras de los cibermercenarios.
Cuba forma, además, una importante fuerza en la Universidad de Ciencias Informáticas, donde actualmente estudian 8 900 alumnos; de esa cifra 900 lo hacen en las tres facultades regionales en las provincias de Granma, Artemisa y Ciego de Ávila.
Solo del alto centro docente, también un sueño de Fidel hecho realidad, han egresado 6 492 jóvenes. Todo un capital humano especializado, investigando y produciendo softwares y servicios informáticos para satisfacer las necesidades del país y de otros lugares del planeta, como aporte y contribución a ese mundo mejor al que aspiramos, al que no renunciamos y deberá erigirse sobre la base de una sociedad de la información inclusiva y solidaria.