Emilio Riaño San Marful. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:06 pm
La Isla se estremeció este sábado mientras millones de sus hijos, pasadas las ocho y media de la noche, transitaban, imagen tras imagen, por el documental titulado Peones del imperio, capítulo que integra la serie televisiva Las Razones de Cuba, y cuya esencia recordó a todos que, a contrapelo de todas las torceduras humanas, siempre habrán seres grandes, movidos por las más hermosas causas.
Así pensábamos, entre la indignación y la risa, mientras constatábamos con evidencias muy sólidas, y no por vez primera, cómo operan ciertos grupitos que entre nosotros se autodenominan patriotas y que en verdad solo bailan al ritmo del dinero.
«Vivir de esto sin grandes pretensiones», reveló uno de los mercenarios en el material que todos vimos, en alusión al sentido de su «lucha», que solo está diseñada para el confort, no para el riesgo. Tampoco importa la integridad física de la Patria querida; es más: da igual que nos invadan... esa es la filosofía de cierta defensora de derechos humanos, cuya alma violenta vive enmascarada bajo atuendos blancos, y que ayer asomó con cinismo y desparpajo en las pantallas del televisor.
De esos personajes que son el bando oscuro, y que como tal irrumpen en este capítulo, podríamos comentar nosotros. Pero baste, para hablar de su verdadero peso y arraigo en las entrañas del pueblo, con el perfil que sus mecenas les hicieron y que Wikileaks desclasificó no hace mucho: la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, sabe muy bien, y así lo informó a sus superiores, que la disidencia cubana está desunida, desprestigiada y tomada por agentes de nuestra Seguridad del Estado. Es esa una verdad anonadante que también se nos recuerda en un instante del documental.
Y en la otra punta, la de la luz, están Carlos Serpa (agente Emilio) y Moisés Rodríguez (agente Vladimir). Los dos nos han llegado al corazón. Nos recordaron a sus paradigmas que también son los nuestros: los Cinco Héroes. Hombres como Gerardo, por ejemplo, quien una vez, confinado al «hueco» y escuchando de sus torturadores las noticias falsas de que había sido olvidado por los suyos, no sintió flaquezas.
Al ver Peones del imperio, los espectadores cubanos vivimos más de una emoción intensa, y también pensamos, expresándolo o en silencio, sobre las esencias y el momento actual de la Revolución. No lejos del periódico un grupo de jóvenes compartió para nuestras páginas sus ideas más espontáneas. Todavía estaba caliente el suceso noticioso cuando fuimos a buscarles y sostuvimos más de un diálogo, todos al azar, de los cuales el espacio solo nos deja mostrar cuatro.
Dos sentimientos
«Sentí una mezcla de repulsión, y al mismo tiempo de tranquilidad», confesó después de haber visto el documental Emilio Riaño San Marful, de 26 años, graduado universitario en Lenguas Extranjeras, de la Universidad de La Habana, y profesor de esa casa de altos estudios.
Repulsión, explicó, pues «es difícil no sentirse agredido cuando uno ve a gente que responde a intereses de una potencia extranjera, la cual, durante más de 50 años, ha tratado de derrotar a la Revolución Cubana. Uno se siente mal con eso, a veces hasta impotente. Pero también uno siente alegría, y confianza por lo que hacen nuestros órganos de la Seguridad del Estado, nuestro país, el pueblo».
—La repulsión es porque el ser humano sea capaz de actitudes tan mezquinas, sobre todo cuando hay dinero de por medio...
—Por dinero contra su propio país, contra su propio pueblo. Cómo se puede ser de esa manera, cómo es posible que el ser humano pueda actuar tan bajo.
—Pero la tranquilidad es la otra ala de tus sentimientos...
—Sí. Tranquilidad. Porque solo de un pueblo como este salen personas como los Cinco, como los agentes Emilio y Vladimir, porque el pueblo cubano es muy revolucionario, y muy patriota.
—Que tiene sus problemas...
—Muchísimos, pero los resolveremos sin injerencias. Son los nuestros y solo a nosotros nos toca resolverlos. A más nadie.
Certezas y recuerdos
Para Maricarla de La Vega Guerrero, de 22 años y estudiante de quinto año de Psicología en la Universidad de La Habana, fue «un privilegio haber visto el material. Es bueno, y especialmente para los jóvenes, que se haya puesto en la televisión. Nos llegó profundo.
«Es importante que el pueblo conozca verdades como estas, y que recuerden cómo hay personas defendiendo a la Revolución dentro del enemigo».
—¿Qué te impactó con mayor fuerza?
—La parte final, donde el agente Emilio cuenta cómo su pequeña hija, quien desconocía en qué trabaja él, escribió sobre el suelo «libertad para los Cinco». Me estremeció saber que a él lo presionó la contrarrevolución por esa ocurrencia de la niña, y que, serenamente, se sobrepuso a las circunstancias. Este tema me toca afectiva, emocionalmente muy adentro.
—Te hizo pensar en tu país, en mirarlo hacia adentro...
—En mi país... Y sobre todo en mi familia. Yo soy sobrina de Antonio Guerrero. Y me he puesto a pensar mucho en lo que hacía mi tío y en todo cuanto tenía que callarse.
—Qué importantes los hombres como tu tío... Uno a veces, cuando sabe de ellos, puede llegar a decirse: cuán egoístas somos a veces angustiándonos por cosas triviales...
—Qué egoístas. Cuando mi tío se fue del país yo tenía dos, tres años. Aquello fue tremendo para la familia. No podíamos explicarnos cómo era posible que él, con los ideales que siempre había tenido, decidiera traicionar a Cuba.
—¿Tu reflexión más reposada sobre el tema después de ver un material como este?
—Que hay que seguir adelante, defendiendo la Revolución, porque todavía las amenazas siguen ahí.
Seguir siendo nosotros
Liset Martínez Marrero, de 21 años y estudiante de Ingeniería en Telecomunicaciones y Electrónica del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría (ISPJAE), intentó ponerse en el lugar —y así nos lo dijo— de las mujeres y madres enfrascadas en educar a los pequeños de una familia, mientras los padres andan lejos, a contracorriente de sus verdaderos sentimientos, movidos por causas infinitas.
«Cómo formar bien a un cubano desde sus primeros años de existencia... Es una gran responsabilidad, y hay que ser muy fuerte, tener una razón muy fuerte como para defender el bienestar de los hijos, y de todos, con actos desde lo lejos, no con caricias cercanas.
«En cuanto a las mentiras, de las que se habla en el material, ya estamos acostumbrados»
—A veces nos miran sin ver, o sin querer ver lo que realmente somos.
—Pienso que tenemos que seguir llevando lo que somos. Pienso que tenemos que seguir siendo cubanos, agradables, jóvenes como somos nosotros: seguir bailando y seguir gritando que viva Fidel donde quiera que estemos».
—A algunos les preocupa el tema generacional, el protagonismo de los jóvenes...
—Yo vengo de una estirpe de luchadores. Mi abuelo luchó en la Sierra Maestra. No es de los más conocidos pero es mi orgullo. No me molesta ser una persona que vea en las personas mayores el porvenir mío, no me molesta pensar que ellos nos dirigen y pensar que una persona que fue capaz de dar su vida por la Revolución esté tomando decisiones arriba o en cualquier espacio, dándonos la luz en el camino. Pienso que personas de visiones tan largas como Fidel y Raúl merecen dirigir el pueblo que ellos crearon y salvaron de la muerte».
—Y a ustedes les toca entroncarse armoniosamente en esas generaciones...
—Pienso que nos falta estudiar mucho, aprender mucho, y que es una meta difícil que debemos saber sostener. Tenemos que demostrar que en este mundo de modas y de muchas falsas cosas somos capaces de hacer bien lo simple de la vida, y también lo grande, como guiar a un pueblo entero, a un pueblo grande».
Todavía estamos en la Sierra
No lejos, cuando vimos a Enrique Mila Castro, de 23 años y estudiante del Curso Regular de Atletas de la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte, y presidente de la FEU de ese centro, supimos que él volvió a sentir con intensidad «el eterno agradecimiento que debemos tener por esos hombres que están sacrificando sus vidas. El material nos pide no olvidar que todavía estamos en la Sierra, en una lucha clandestina, y todo eso en el plano ideológico.
—Lucha muy compleja...
—Complejísima. Necesitamos más argumentos, conocimientos de un grupo de temas como la historia. Yo miraba la televisión y decía: «nos lleva a una idea del Che. La Revolución no se lleva en los labios para vivir de ella, sino en el corazón para morir por ella.
«No es que el patriotismo esté débil. Es que debemos fortalecerlo en cada acto de nuestras vidas. Hay que aprovechar todos los espacios y momentos. Cantar nuestro Himno, ver materiales como este de hoy, pensar estos tiempos».
—Si la guerra es a pensamiento, a pensamiento entonces...
—Y a pensamiento la vamos a ganar.