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Libros que cuestan lágrimas

Cuba se ve obligada a traer desde lejanos mercados los insumos que se necesitan para la elaboración de textos escolares

Autor:

Margarita Barrios

Un libro sobre cualquier asignatura es un compañero seguro. A la explicación del maestro en el aula le sigue el estudio individual, la tarea, y ese texto es la respuesta necesaria.

Elaborar este tipo de literatura requiere de especiales cuidados. Si es para niños pequeños el puntaje de la letra debe ser mayor, así como requiere de colores y láminas. El rigor en su contenido, la limpieza en su elaboración, son también características que no pueden faltar en los textos dedicados a la enseñanza en cualquier nivel educacional.

Cuánto de esfuerzo extra se necesita si, más allá del imprescindible cuidado, a la hora de elaborarlo falta la materia prima fundamental: papel y cartulina, porque los mercados cercanos son inaccesibles debido al injusto cerco económico de Estados Unidos a Cuba, y deben traerse desde China.

José Ramón Suárez, director de Calidad y desarrollo en la Editorial Pueblo y Educación, encargada de elaborar estos textos, asegura que ese colectivo no se amedrenta aunque a veces, como en el actual curso escolar, 27 títulos quedaron para después por la falta de insumos.

«La tonelada de papel cuesta casi 1 600 dólares. Si la compráramos en el área no pasaría de los 1 200. La llegada de los insumos se demora, al traerse desde China. Si fuera de un mercado cercano se podría adquirir poco a poco. Pero de allá hay que traerlo todo de un golpe; por lo tanto la impresión no se puede hacer por etapas.

«Si está aquí antes de que termine el primer trimestre del año, como el volumen es enorme para llevarlo desde los puertos hasta las imprentas, a veces se está transportando todavía internamente en el mes de abril, y en ocasiones hasta en mayo. Esto provoca demoras en el inicio de la producción, y que luego también se atrase la entrega a las escuelas para el inicio del curso escolar».

Para que lleguen los textos el esfuerzo es enorme, desde que atraca el barco, hasta que se entregan los tomos en cada centro escolar. Pero según José Ramón las dificultades que impone el bloqueo no solo se manifiestan en las distancias; hay más.

«Los barcos que vienen de China con el papel tienen que descargar en un país del Caribe y allí nuestro país tiene que volver a cargar, debido a cláusulas del bloqueo estadounidense que impiden que buques que atraquen en puertos cubanos lo hagan después en otros estadounidenses dentro de un período de seis meses. Eso también provoca retraso y encarecimiento en el traslado».

Cada año nuestro país presenta en la ONU un informe que pone al descubierto lo injusto de esta política de fuerza que lacera en lo más profundo a la población de la Isla, y somete a debate una resolución contra el bloqueo que durante 18 veces ha recibido el respaldo abrumador de la comunidad internacional, y que volverá a votarse el próximo 26 de octubre.

Cuba dedica a la educación el 20 por cierto de su presupuesto estatal de gastos corrientes y el 12,3 por ciento de su Producto Interno Bruto (PBI). Debido a la distancia de los mercados, el diez por ciento del valor de las importaciones se dedica al pago de fletes, que son aproximadamente 700 000 dólares.

De realizarlo en mercados más cercanos, el pago de fletes sería del 3,7 por ciento, y esa diferencia hubiera alcanzado para comprar todo el papel que se necesita para la elaboración de los libros de producción nacional.

«Este año el papel llegó un poco tarde —recordó José Ramón—. Hicimos los libros fundamentales para empezar el curso en primaria, secundaria básica y preuniversitario. Pero había más textos que no se pudieron entregar.

«La llegada tardía obligó a la poligrafía y a nosotros a un intensivo entre junio, julio y agosto, que son meses complicados, de vacaciones escolares, y más del 54 por ciento de nuestros trabajadores son mujeres, con hijos.

«A veces la población se queja porque el estudiante tiene que compartir el libro con otro compañerito de aula, o ir a la biblioteca, donde por demás debía haber cuatro tomos y hay dos, pero estos son los problemas; el esfuerzo es tremendo.

«Tratamos de priorizar los tomos para los alumnos más pequeños, que tienen más dificultades, los mayorcitos están preparados y pueden hacer otras consultas. Claro que esos títulos no se dejan de hacer. El espíritu es resolverlo. Se retrasa, luego se acomoda y se buscan soluciones».

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