La singular alberca del campismo La Aguada de Vázquez atrae a personas de todas las edades. Autor: Juan Morales Agüero Publicado: 21/09/2017 | 05:00 pm
PUERTO PADRE, Las Tunas.— Con los encantos que ofrece al visitante esta pizpireta comarca del norte tunero, la base de campismo La Aguada de Vázquez, contigua a la vía que enlaza a la Villa Azul con la capital provincial, figura en la pasarela de las más seductoras.
Quienes la frecuentan suelen quedar prendados a primera vista por su proverbial atractivo. Parece como si la madre naturaleza —antojadiza e imprevisible— hubiera elegido el paraje para desparramarle en cada espacio la exuberancia de su pompa, matiz verde-esmeralda.
«Nuestra instalación fue la primera de su tipo en Las Tunas —recuerda Carlos Alberto Pérez, otrora cuadro de la UJC, quien desde hace 14 años dirige el popular centro de recreo—. Comenzó a prestar servicios el 11 de julio de 1982. Cuando aquello el alojamiento era una simple carpa de lona con la cama, una hamaca o un catre con una balsa inflada encima, y los alimentos debían elaborarlos los mismos campistas».
De entonces acá, y luego de recibir una importante inyección de recursos, la infraestructura inmobiliaria de La Aguada apostó por la excelencia. Hoy oferta 43 cabañas con paredes de mampostería, carpintería lacada, baños interiores, servicios sanitarios, agua permanente, iluminación, televisores y ventiladores. Las vetustas cubiertas de fibro y canalones ostentan ahora textura de hormigón. Eso impidió que el ciclón Ike le infligiera grandes daños.
Historias pasadas por agua
Cuentan que hace muchos años, un campesino de la zona intentó abrir un pozo criollo. Quiso la fortuna —siempre según la leyenda— que iniciara su excavación en un sitio conocido por Piedra Hueca. Su sorpresa fue mayúscula cuando, al dar un vigoroso golpe de pico, apareció un manantial. Resultó que allí, debajo de los guijarros, nacía el río al que algunos llaman Vázquez y otros Pisa Papel.
Con el tiempo, la tozuda acción de la corriente erosionó su perímetro fundacional y se formó Poza Azul, una oquedad anegada donde los lugareños refrescaron durante décadas los sofocos del estío. Allí se ofrece hoy al visitante una piscina natural, anfitriona de muchas de las expectativas de divertimento de La Aguada de Vázquez. La implantaron a mano limpia los obreros del centro y de la empresa.
«Esta poceta tiene el fondo y los laterales de cemento —dice Roberto Carlos, jefe de Alojamiento de la base—. Eso garantiza comodidad e higiene. El agua le llega del río. Pero no corre libremente, sino que se represa mediante compuertas. Cada diez días la vaciamos y limpiamos».
En cuestión de dos horas se llena de nuevo. No ofrece peligro, pues en su parte más profunda no alcanza el metro y medio de calado.
Un golpe de vista es suficiente para confirmar el beneplácito de los bañistas por su singular «alberca». Mientras unos nadan, otros juegan con pelotas, hacen piruetas, conversan en grupos, se gastan bromas… Pero —¡ay!—, carece de un lugar «bajito» para que los niños se bañen. Ellos tienen que ser auxiliados por los adultos desde los bordes, porque no dan pie en ninguna parte.
«Antes de que el huracán Ike nos atacara hace casi dos años, la zona era mucho más confortable —afirma Carlos, el director—. La poceta estaba rodeada de árboles frondosos que le proyectaban sombra y ofrecían protección. Todos fueron arrancados de raíz por las rachas de viento. En general, el área de vegetación de la base fue muy afectada. Pero no nos amilanamos y ya hemos reforestado con más de 2 500 unidades».
A propósito, esta no es la única posibilidad de zambullida adscripta a La Aguada de Vázquez. Extramuros, al borde de la carretera, una segunda poceta remoja el entorno. Se creó para disfrute de la comunidad en lo que otrora fue un lavadero de carros. Cuenta con servicios gastronómicos y contribuye a descongestionar la instalación principal y a procurarles mayor espacio a los campistas.
Ofertas a granel
Carlos me invita a recorrer en su compañía otras áreas de la base, que es referente nacional en materia recreativa. Aprecio canchas de baloncesto, voleibol, bádminton, fútbol… También espacios habilitados para ping pong, bolos y tiro con arco y peerless.
En un cómodo local varios campistas rivalizan en parchís, damas y ajedrez. Y un poco más allá, en otro salón, diez modernas computadoras hacen las delicias de los cibermaníacos de todas las edades con sus softwares educativos. Hay opciones para los más variados gustos.
Los aficionados al baile la pasan de maravillas con una pista que les propicia tirar un pasillo con la música de moda, fundamentalmente cubana, aunque sin excluir ninguna. Los menos jóvenes se tienen en cuenta. Para ellos existe un repertorio de la Década Prodigiosa. «Nuestro propósito es que los campistas se sientan a gusto —comenta Rubiel González Silva, técnico de actividades de la base—. Para ellos conformamos programas nocturnos variados. Van desde karaokes, con nuestro equipamiento de última generación, hasta espectáculos donde nosotros mismos bailamos, cantamos, declamamos, payaseamos y hacemos chistes. Nos apoyamos con bastante frecuencia en grupos comunitarios del vecino poblado de Vázquez y hasta en el talento de la zona».
En cuanto a la gastronomía, un restaurante de primer nivel garantiza servicio de desayuno, almuerzo y comida. La cafetería contigua a la poceta permanece abierta al público hasta las diez de la noche con variados productos. Las pizzas, elaboradas en un moderno horno chino, tienen gran demanda. También existe un área exterior para cocinar, por si alguien quiere traer su puerquito y asarlo en púa.
«Queda un proyecto por poner en práctica —recuerda Carlos—. Se llama Imagen, cultura y promoción. Consiste en vincular a nuestro campismo con el panorama histórico-cultural de la provincia. Así, cada cabaña promocionará con fotos, objetos y documentos la biografía de una personalidad tunera, ya sea poeta, deportista o científico. De ese modo, el visitante podrá llevarse de aquí una idea general del territorio».
El secreto del éxito
Cuando urge cumplir una tarea, los 45 trabajadores de la base actúan como los mosqueteros: todos para uno y uno para todos. Lo evidencia el hecho de que el mantenimiento de la base corre absolutamente por cuenta del colectivo. Influyen con su ejemplo el comité de base de la UJC, el núcleo del Partido y la estabilidad de la plantilla, donde figuran algunos fundadores del campismo popular en la provincia.
«Estoy aquí desde hace 27 años —apunta Santos Sánchez, quien tiene a su cargo el mantenimiento general de una instalación enorme, con más de 60 objetos de obra, entre cabañas, restaurante, oficinas…—. Hago de cerrajero, electricista, pintor, carpintero, plomero, mecánico, albañil, turbinero y hasta cantante en las actividades culturales».
La monolítica unión y el trato afectuoso de la gente de La Aguada de Vázquez constituyen, quizá, las razones por las que los campistas se sienten allí a sus anchas. Llegan de cualquier parte y en cualquier época, pues se accede a la instalación —ahora administrada por Turismo— desde los burós de reservaciones de toda Cuba. También puede venir una familia y pasarse el día con derecho a todos los servicios.
El registro de alojamiento plasma en letra menuda su heterogénea procedencia. Me asombra enterarme de que un grupo de trabajadores del hospital habanero Hermanos Ameijeiras estuvo de plácemes por acá. Y que algún que otro organismo central se muestra también interesado en venir. Los holguineros suelen copar buena parte de las capacidades disponibles. Muchos repiten complacidos su visita año tras año.
«Vengo todos los años en vacaciones y la paso súper —dice alegremente Aliana Martínez, del holguinero municipio de Calixto García—. Algunos trabajadores ya hasta me conocen y me reciben como si fuera miembro de sus familias. Este es un lugar especial. Y más para mí, que me gusta tanto el baile. Sí, en septiembre comienzo el octavo grado».
Colofón
Se cuentan por miles las personas de todas las edades que durante casi 30 años han elegido la base de campismo La Aguada de Vázquez para insuflarle esparcimiento a su existencia. Aquí la naturaleza no es invitada, sino anfitriona. El colectivo que la mantiene impecable y pulcra de desvive en amores porque así sea. Y nosotros, como el trovador, sabemos muy bien que solo el amor engendra la maravilla.