La Plaza de la Revolución se alista para celebrar el Día de la Rebeldía Nacional. Autor: Arelys María Echavarría / AIN Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
SANTA CLARA, Villa Clara.— Hasta los nacidos aquí se sorprenden por estos días en una ciudad a la que le surgen, con ánimos de 26, singularidades que vienen a engrandecer las ya existentes.
Ahora, satisfechos y sorprendidos, descubrieron cómo la Bandera Nacional y la del 26 de Julio, desde disímiles puntos de la ciudad, se ven majestuosas en la tierra que liberó el Comandante Guevara. También ondean en las entradas y salidas de la urbe y al uno mirarlas, la Patria se abre paso en la memoria.
En sus calles y barrios el naranja, otra novedad, se afianza como el color de identidad de la capital de los villaclareños, que por estos días se rejuvenece: remozamiento de instalaciones, asfaltado de sus principales vías, pintura de fachadas, mejoramiento de parques y jardines, mientras los adornos alegóricos al 26 de Julio le imprimen una imagen más acogedora todavía.
En su bulevar construido en 1988 en la parte comercial de la calle Independencia, va surgiendo una imagen más exquisita. El sitio preferido aquí por sus habitantes y por los foráneos, se renueva con la pintura de las fachadas de establecimientos públicos y casas, y mejoran los lumínicos y su alumbrado.
El trabajo no solo abarca la vitrina de la ciudad, se ha extendido a las zonas suburbanas con la limpieza y otras acciones que tienen como protagonistas también a los propios pobladores de la comunidad.
Uno de los trabajos de mayor magnitud es la reanimación de la calle Estrada Palma que, junto a San Miguel y a la Avenida de la Plaza de la Revolución, constituyen tres rutas principales de acceso a la urbe desde la circunvalación. Allí se amplía la vía, se construyen aceras y contenes; paradas de ómnibus, se eliminan salideros y se reponen luminarias.
De la mano de sus hijos va resurgiendo más nítida y acogedora la ciudad de Marta Abreu y el Che, la que cuenta particularidades únicas en el país.
Qué grato privilegio aquí es poder observar, al amanecer y en las tardes, el retozo refrescante de miles de totíes en el céntrico parque Vidal. Y luego ver en horas de la noche el nerviosismo de las pequeñas aves revoloteando, en rapidísimos lances, ante el graznido de las lechuzas que vienen por su botín.
Santa Clara es ciudad entre ríos, la atraviesan el Bélico y el Cubanicay, de infinidad de puentes, pequeños, medianos y grandes, algunos con sus leyendas e historias; de no pocas bombas de agua en los interiores de las casas, o en espacios públicos, que sacian la sed cuando se escurre el acueducto.
Estrecha, sin grandes paseos, sin muchos edificios altos, pero le cabe el orgullo de poseer el correo más pequeño ubicado en una ciudad, la estatua del popular burro Perico, la tierna efigie del Niño de la Bota y muchos otros símbolos que la diferencian más allá de sus valores arquitectónicos, culturales e históricos.
Santa Clara, pintada de negro, rojo y naranja, se abre agitada y entusiasta para celebrar una fecha que marcó de manera indeleble, en lo más hondo de su corazón, a los cubanos.