El fomento de cinco millones de posturas en los viveros de la provincia constituye la base del desarrollo cafetalero que se avizora en Guantánamo. Autor: Lisván Lescaille Durand Publicado: 21/09/2017 | 04:56 pm
MEDIA LUNA, Granma.— Pese a todos los logros sociales en las montañas cubanas, que han posibilitado que los pobladores que residen en el Plan Turquino tengan mejores condiciones de vida, todavía queda mucho por hacer en el sector económico de las serranías, especialmente en el incremento de las producciones agrícolas.
Este fue uno de los mensajes que transmitieron, en la apartada comunidad de La Guanábana, el miembro del Buró Político y ministro de la Agricultura, Ulises Rosales del Toro; y el secretario de la Comisión Nacional del Plan Turquino, Lázaro Vázquez García.
Al terminar el acto nacional por los 23 años de la creación de ese proyecto para los montañeses, Rosales del Toro señaló a la prensa que, como dijera Fidel, la hora es de sacrificio y lucha, por eso «hay que redoblar esa concepción con el trabajo, con sembrar, sembrar y sembrar, cultivar y cosechar. Ese es el papel de hoy de todos los que estamos virando para la tierra».
Lázaro Vázquez apuntó que, aunque en los lomeríos de la nación se han conseguido conquistas en la salud, la educación, el deporte y la gastronomía, entre otros frentes, todavía son insuficientes producciones como el café, el cacao y las viandas.
En el acto, Santiago Pérez Castellanos, jefe del Departamento Agroalimentario del Comité Central del Partido, reconoció a Granma como la mejor provincia del país en el cumplimiento de las tareas del Plan Turquino, por lo cual las máximas autoridades políticas y gubernamentales de este territorio recibieron un diploma.
Fueron reconocidas también las provincias de Holguín y Pinar del Río, las que alcanzaron la condición de Avanzada.
En la conmemoración, matizada por las actuaciones de varios artistas, entre ellos los de la emblemática Guerrilla de Teatreros, el presidente del Gobierno en Granma, Jesús Infante López, destacó la importancia de preservar los ecosistemas montañosos, pues en estos «nacen los ríos que ofrecen agua a la población y a los cultivos.
«Nada haríamos —subrayó— devastando irresponsablemente los bosques, convirtiéndolos en pasto de llamas o en hornos, sin percatarnos de que esa es una peligrosa vía para extinguir la vida».