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Fragua de la Revolución Cubana

Gracias a la amnistía política, ganada por esfuerzo popular hace 55 años, Fidel y los demás jóvenes que asaltaron el Moncada salieron en libertad del Presidio Modelo de la Isla de la Juventud el 15 de mayo

Autor:

Roberto Díaz Martorell

NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— Cuando las puertas del Presidio Modelo, en la entonces Isla de Pinos, se abrieron aquel 15 de mayo de 1955 para liberar a Fidel Castro y demás moncadistas, se abría también en la historia una nueva etapa de lucha, organizada durante 22 meses de injusto encierro.

La liberación no fue obra de la casualidad o de la «gentileza» del tirano Fulgencio Batista en tiempo de elecciones; se logró gracias a la pujanza popular encabezada por Juan Almeida (padre de Juan Almeida Bosque) y Sergio Montané, quienes crearon el Comité Pro Amnistía en territorio pinero que, con una incansable agenda de reclamo de libertad para los jóvenes, presionó al gobierno a que firmara la amnistía.

El pueblo de esta ínsula, no muy numeroso por aquella época y estigmatizado por los horrores del Presidio Modelo, despertó entonces del letargo y unió sus voces a las de familiares y amigos de quienes, guiados por las ideas del Apóstol, no vacilaron jamás en lanzarse a la lucha por la total independencia de la Patria.

Analistas coinciden en señalar al 15 de mayo de 1955 como una de las fechas más importantes del proceso revolucionario cubano. Cuando los moncadistas, liderados por Fidel, se trasladaron al reclusorio, los gobernantes pensaron que acababan con la historia de un grupo de revoltosos sin organización ni futuro.

¡Qué equivocados estaban! En 22 meses estos jóvenes cambiaron los fusiles por libros y profundizaron en las ideas marxistas, base ideológica de la Revolución.

Allí también se habló de compañerismo y de solidaridad con quienes no recibían ayuda de sus familias; se ganó en argumentos y creció el sentido del deber con la patria; esa unidad y el aprovechamiento del tiempo fueron vitales para los años posteriores a la lucha.

Los pineros, en representación de todo el pueblo de Cuba, festejarán este sábado el aniversario 55 de la salida de presidio de aquellos incansables luchadores. ¿Razones? El triunfo de las ideas que asaltaron el Moncada, luego la victoria popular del 15 de mayo de 1955, más tarde el desembarco del Granma y la lucha insurreccional en la Sierra y el Llano que concluyó con el triunfo de enero de 1959.

Por estos hechos es posible hablar hoy de concreción de sueños, nacidos entre las rejas del Presidio Modelo, donde la Revolución encontró su laboratorio más fecundo.

Modelos de crímenes castigados

La Isla de la Juventud conserva el tristemente célebre Presidio Modelo como símbolo de rebeldía, en cuyas galerías fallecieron muchos hombres valientes y otros tantos cumplieron condenas, entre quienes figuró Pablo de la Torriente Brau, quien la llamó la Isla de los 500 asesinatos.

No le faltaba razón al intelectual cubano. La penitenciaría, muy temida extramuros, se construyó por orden del dictador Gerardo Machado a imagen y semejanza de la cárcel de Jolliet, de Estados Unidos, y su principal objetivo era «reeducar» a individuos de alta peligrosidad, y a quienes pensaran diferente a los gobernantes.

La realidad era muy distinta: macabras torturas, «accidentes casuales», un mandarriazo «mal dado», un tiro tras un supuesto intento de fuga, la cruel obligación de cavar la propia tumba antes de ser asesinado o el lanzamiento a la muerte desde cualquiera de los pisos de las circulares de quienes no soportaron la humillante violación de su hombría, son historias que trascendieron esos muros.

Algunas personas de edad avanzada recuerdan que sus abuelos contaban con tristeza y temor que muchas familias dejaban en las puertas de sus casas un plato de comida y una muda de ropa por miedo al contacto físico con los evadidos de la prisión. Realidad que le tocó vivir a una población en ocasiones inferior a la penal.

Inaugurado el 16 de septiembre de 1931, este recinto es testigo de crímenes y torturas cometidos en complicidad entre presos y guardias que identificaban al penal como un centro de exterminio.

Desde esa cárcel y bajo amenaza constante, Fidel escribió de manera clandestina La historia me absolverá, documento que luego se convirtió en el programa de desarrollo económico y social de Cuba y que fomentó la rebeldía entre los cubanos que miraban la posibilidad real de desterrar por siempre el yugo de esta tierra.

Los visitantes del antiguo reclusorio para hombres, hoy Monumento Nacional, pueden suponer la angustia de aquellos jóvenes que, a pesar de los rigores carcelarios, desarrollaron una intensa preparación y organización para continuar el combate, mientras que familiares y amigos libraban extramuros la batalla por la amnistía.

De esa manera, la presión de la opinión pública obligó al régimen tiránico de Fulgencio Batista a firmar la Ley de Amnistía, que abrió las puertas a los revolucionarios el 15 de mayo de 1955.

Columnas morales de la Patria

La propuesta de amnistía traía consigo imposiciones que pretendían obligar a los revolucionarios a claudicar. En respuesta, Fidel escribe la Carta sobre la amnistía, publicada por Bohemia el 27 de marzo de 1955, en la que refiere con firmeza: «No queremos amnistía al precio de la deshonra… ¡Mil años de cárcel antes que la humillación! ¡Mil años de cárcel antes que el sacrilegio del decoro! Lo proclamamos serenamente, sin temor ni odio».

Tal rechazo se realizó desde la prisión. Burlando la censura carcelaria se trasladaban mensajes en libros, fondos de cajas de fósforos, tabacos huecos y cuanta artimaña fuera posible para comunicarse con el exterior y organizar así la batalla por la liberación de los moncadistas.

En la Carta… Fidel alegaba que para crear la patria que anhelaban bastaban las armas de la razón y la inteligencia, que ellos no eran perturbadores de oficio ni partidarios de la violencia. Hablar de amnistía a base de condiciones previas era absurdo y solo recibió el rechazo enérgico, aun cuando tal respuesta implicara un encarcelamiento indefinido.

Los moncadistas, al silencio respondieron con estrategias; a las presiones, con argumentos desarmadores; a la tortura psicológica, con mayor preparación política e ideológica; y a la visita del tirano Fulgencio Batista, con la entonación de la Marcha de la Libertad que estremeció los muros de Presidio.

Unas horas después de la liberación Fidel declaró a la prensa: «Nuestra libertad no será de fiesta, sino de lucha y deber de batallar sin tregua desde el primer día, de quehacer ardoroso por una Patria sin despotismo ni miseria, cuyo mejor destino nada ni nadie hará cambiar».

Tal afirmación se concretó rumbo al puerto de Batabanó, a bordo del Pinero, cuando constituyeron el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, encargado de reorganizar la guerra, obtener la victoria y cambiar el régimen social por otro que tuviera a los humildes como sus principales benefactores.

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