La incorporación de los adultos mayores a los estudios les proporciona una mejor salud mental y calidad de vida. Autor: Kaloian Santos Cabrera Publicado: 21/09/2017 | 04:56 pm
Este abuelo se había retirado por la «V»… Ve a la bodega, ve a la farmacia, ve al agro, ve a la panadería… VVVVVVV. Hasta que un día ocurrió la rebelión.
«Me quitaron el sillón, la jaba de los mandados, pasear al perrito, todas las obligaciones que en una casa le tocan a la persona más vieja, porque se dieron cuenta de que necesitaba tiempo para leer, para aprender. Cuando mi familia supo que me había reincorporado a los estudios, se rieron y, un poco incrédulos, intentaron quitarme la idea. Pero yo persistí y gracias a eso aprendí que mi vida no estaba acabando, sino empezando».
Los 80 años de vida de Daniel Escudero no han sido un obstáculo para seguir batallando. Recuerda con nostalgia sus tiempos mozos como cantante de ópera y sus actuaciones, en las que compartió escenario con artistas de la Scala de Milán y de otros lugares de renombre internacional. Se jubiló y pasó a ser el punto de apoyo de su familia, la persona que vive para los demás y no para sí mismo, porque ya su tiempo había pasado, creía.
Sin embargo, ahora sus días transcurren entre libros y papeles, en su aula, rodeado de profesores y de otros «muchachones» que, como él, están rebosantes de energía y expectativas. Entre risas y lágrimas de emoción, este alumno fundador de la Cátedra Universitaria del Adulto Mayor nos cuenta cómo fueron sus primeros días de estudiante.
«Sinceramente, cuando ingresé a la cátedra no tenía ni la menor idea de que pudiera convertirse en lo que es hoy. A muchos les pasó lo mismo, íbamos detrás de una utopía, sin saber qué pasaría. Teníamos miedo porque las personas mayores les tememos al estudio, a enfrentarnos a cosas propias de los jóvenes, pero los profesores nos dieron las fuerzas y los ánimos que necesitábamos.
«¿Qué íbamos a aprender que no supiéramos ya?, nos preguntábamos. Pénsabamos que no teníamos futuro, que ya habíamos vivido bastante. Sin embargo, esta iniciativa nos trajo la luz y nos abrió el camino para seguir, y ahora soy yo quien llega de la escuela con novedades».
Concertación por la plenitud
En el 2000 se sembró la semilla del Proyecto Educación para Mayores, del Programa de Extensión Universitaria, con la buena voluntad de diferentes instituciones como la Asociación de Pedagogos de Cuba, la Facultad de Psicología, la Central de Trabajadores de Cuba y el Ministerio de Educación Superior.
Con el deseo de proporcionarles a las personas de la tercera edad el disfrute de una vida sana y útil a la sociedad, las Cátedras del Adulto Mayor se organizaron a base de módulos de asignaturas relacionadas con la vida cotidiana: Desarrollo humano, Promoción de salud, Cultura culinaria, Envejecimiento poblacional, entre otras, que les permiten a los estudiantes aprender y sobrellevar cuestiones de su realidad que puedan afectarles.
«Desde el inicio nos organizaron según la posición que tenemos en el aula. Las mesas tenían seis puestos y con estos se conformaba una familia y entre todas hacíamos competencias y concursos para estimularnos. En realidad no estudiamos una carrera establecida, de cinco o seis años, sino una que es más importante, la carrera de la vida. A estas alturas, increíblemente, aún nos queda mucho por aprender», comentó Daniel.
Juana Luisa Pérez, trabajadora del Departamento de Extensión Universitaria, confiesa que nunca pensó en estudiar cuando su rostro tuviera arrugas.
«Cuando ya uno está en la “vejentud”, como decimos, pensamos que nada nuevo puede sorprendernos, y en ocasiones rechazamos a los jóvenes que pretenden enseñarnos algo. Gracias a mi hija y a su labor de convencimiento me incorporé y me siento muy contenta por eso. En las conferencias he aprendido mucho, he ampliado mis conocimientos de Historia y de otras materias que ni de joven consulté. Imagínate que aprendí que no debemos bañarnos de la cabeza a los pies, como normalmente hacemos, sino al revés», nos cuenta, sonriendo.
La idea de vincular a los adultos mayores a los estudios ha surtido efecto. Además de que se ha propiciado su desarrollo intelectual y emocional con la consiguiente mejoría de la dinámica familiar en la que viven, sin dudas se eleva su autoestima, su salud mental y su calidad de vida, afirmó Teresa Orosa, presidenta de la Cátedra del Adulto Mayor en la Universidad de La Habana, en la celebración por el X Aniversario de su fundación.
«Relevante ha sido que más de 70 000 personas de la tercera edad hayan egresado de las 690 aulas de todo el país, y que en todas las provincias se estén incorporando cada día más alumnos. Eso demuestra que iniciativas como esta eran necesarias, sobre todo en una sociedad que, en unos años, estará conformada, mayormente, por adultos mayores», agregó.
Muchos años y razones para vivir
La nieta de Luis Martel se sintió muy orgullosa cuando presenció en el Aula Magna la entrega del diploma de alumno destacado a su abuelo. Supo entonces que se trataba de algo serio, algo que trascendía las palabras y lo que le hubieran podido contar.
«Fue muy emocionante para mí recibir ese reconocimiento. Yo procedo de una familia muy humilde de La Habana, del antiguo Central Gómez Mena, hoy Héctor Molina. Siempre tuve avidez por los estudios y aprendí a leer siendo muy pequeño. Era muy complicado en aquella época; yo trabajaba como machetero desde los 14 años, era muy difícil. Después pude estudiar en un técnico de nivel medio, luego en la escuela Ñico López y actualmente me desempeño como dirigente de la CTC.
«Cuando supe de esta iniciativa, sin pensarlo dos veces, me incorporé como alumno y a la vez transmitía los conocimientos en mi centro de trabajo. Pienso que la edad no importa cuando se trata de aprender; el saber no ocupa lugar».
Ofelia Curbelo, actual coordinadora del módulo de Promoción de salud sabe, como los otros profesores, los esfuerzos que se deben realizar para tener material de estudio, libros, papeles. Conoce el trabajo que ha costado materializar el sueño de publicar un tabloide con las materias que se imparten en el curso.
«Nosotros también padecemos la escasez de recursos, pero las ganas de vivir superan todo eso. Yo fui alumna del tercer curso, me incorporé luego de haberme jubilado y haber pensado que ya mis funciones en la sociedad habían cesado. En esos momentos, creía que solo me quedaba el papel que juegan en la familia las abuelitas. Sin embargo, ahora soy profesora, investigo, preparo conferencias, planifico encuentros y puedo decir, sin temor a equivocarme, que esta ha sido una de las mejores experiencias que he tenido.
«Interactuar con alumnos de mi edad que tienen las mismas inquietudes y vivencias que puedo tener yo, es realmente enriquecedor. Ese intercambio nos motiva y nos da deseos de levantarnos cada mañana, porque antes teníamos años, muchos años, pero ahora tenemos razones para vivir de manera plena».