Osmel Pérez Negrín considera que no podemos cogerle miedo a la tierra. Autor: Yoelvis Lázaro Moreno Fernández Publicado: 21/09/2017 | 04:55 pm
QUEMADO DE GÜINES, Villa Clara.— Por azares de la vida, a sus 16 años Osmel Pérez Negrín se vio obligado a abandonar sus anhelos escolares y convertirse antes de tiempo en el hombre de trabajo de su familia. La pérdida de su padre le hizo echar a un lado las inmadureces de la edad para ocuparse de los quehaceres de la tierra.
Casi dos décadas han pasado desde entonces, y a este guajiro nato, a quien por estos días le será entregada la Orden Julio Antonio Mella, distinción que otorga el Consejo de Estado a propuesta del Buró Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, ahora no solo lo conocen en su pueblo como buen ganadero, sino como un joven de ley.
«No creas que fue fácil, pero ya soy abogado. Hace menos de un año terminé de cursar la Licenciatura en Derecho en la sede universitaria municipal de Quemado. Esa fue mi gran oportunidad. Si no hubiera sido así, jamás hubiera saldado esa inquietud por el estudio que jamás dejé de sentir».
Las ocupaciones propias de un campesino —de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Félix Dulzaide— que además es miembro del Comité Nacional de la UJC, delegado de su circunscripción desde el año 2000 y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, hacen de Osmel una persona en extremo ocupada, pero atado por herencia y raíz a la vida del campo.
«La gente me dice “muchacho, por qué tú no dejas la tierra y te vas de aquí ahora que estudiaste”, y yo muchas veces no sé por qué piensan así. El problema es que no he encontrado otro lugar donde pueda sentirme tan tranquilo y útil como en mi finca, como en mi comunidad.
«Y es que no podemos ver el campo solo como el trabajo fuerte, como lo que nunca se termina. Hay que entenderlo como una labor digna, como algo necesario, pues allí se pueden combinar el esfuerzo y la sabiduría, y se pueden obtener muy buenos resultados.
«No es menos cierto que hoy hace falta fortalecer la atención permanente a los productores, y lograr una mayor vinculación entre la ciencia y la base productiva. Lo que sí no podemos es cogerle miedo a la tierra, pues me consta que es tan importante como el propio acto de impartir justicia».