Las últimas estructuras internas del calentador, listas para su montaje. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 21/09/2017 | 04:52 pm
MORÓN, Ciego de Ávila.— «Ay mi madre; ¿cómo se come esto?». Jorge Luis Pol Luis se llevó las manos a la cabeza, aunque no fue el único. Estaba en la ciudad de Yinan, en la provincia de Shandong, junto a seis compañeros recién llegados a China para adiestrarse en la fabricación de calentadores solares mediante tubos al vacío.
Sin embargo, las costumbres iniciaban su choque. Todos miraban hacia aquellos platos, a primera vista suculentos, pero que al primer impulso dejaron una sensación de fuego en la boca por los efectos del picante. El camarero, paño al hombro y bandeja en mano, reía complaciente. Uno de los cubanos preguntó en español: «Chino, por tu madre, ¿y ahora qué hago?», y el asiático hizo unas reverencias cortas.
Meses más tarde el cuento se hace con desenfado. En poco tiempo, y con la ayuda de la intérprete, aprendieron a moverse dentro del pueblo chino. También a manejar el equipamiento. En el caso de Pol, soldador con categoría A, el adiestramiento fue en las soldaduras con gas argón.
«En Cuba apenas estamos familiarizados con ese tipo de soldadura —explica Pol—. El trabajo con los calentadores es de mucha precisión; es muy exigente y no puede haber diferencias en los bordes, como ocurre con la soldadura con varilla».
Toma una lámina de metal de 0,4 milímetros. Indica el trazo dejado por el gas y enseguida se comprueban las palabras de Pol. Entre la soldadura y el metal no hay diferencias de medida. Todo se encuentra limpio, justo al mismo nivel.
Ahorro a la vista
Pol es hoy uno de los obreros que labora en la puesta en marcha de la primera fábrica en Cuba de calentadores solares por tubos al vacío, de tecnología china y suministrada por la firma Linou Paradigma, del gigante asiático.
Perteneciente a la Empresa Productora de Equipos Frigoríficos (Rensol), la nueva línea se añade a las producciones de baterías intercambiadoras de calor y la obtención de estantes y pallets galvanizados de esa entidad, ubicada en el municipio de Morón.
«La fábrica se, encuentra en fase de puesta en marcha la parte industrial, y en construcción las áreas del edificio socio-administrativo. Durante diciembre se espera que entre en completo funcionamiento», informa Ricardo Ulloa González, director general de Rensol.
Cuando eso ocurra, la capacidad nominal de la fábrica será de 5 000 calentadores solares al año en jornadas de ocho horas. Hasta el momento, en la puesta en marcha se han obtenido 42 colectores de 90 litros, y tres de 200, y dos, en carácter de muestra, de los llamados calentadores industriales.
«Los calentadores podrán tener uso múltiple, tanto en sectores de la economía como en el residencial —explica Ulloa González—. Se ha comprobado que su utilidad permite un ahorro del consumo energético y agiliza las actividades domésticas y productivas».
La de tubos al vacío es una de las tecnologías más eficiente en el diseño de los calentadores solares, muy usada en Inglaterra, Canadá, Alemania y China. Con esta se puede obtener en el agua una temperatura promedio de 50 grados Celsius y mantenerla en esos niveles durante varias horas.
De acuerdo con Ulloa, en el caso de Cuba se realizó un estudio de factibilidad. Cien colectores de ese tipo se instalaron en diferentes empresas y hogares de Pinar del Río, Isla de la Juventud y La Habana. El análisis indicó una disminución del consumo en un seis por ciento. De esa cantidad, el 13 por ciento del ahorro tuvo lugar en horarios pico.
«Se ha comprobado —dice— que uno de los consumos energéticos más altos de un hogar se debe a labores domésticas. También hay entidades que utilizan mucha agua caliente. Imaginemos, por ejemplo, si la actividad de preparar el agua para cocinar en la casa o en un hotel, se hiciera con un calentador solar y no con corriente eléctrica. ¿Cuánto se ahorraría?»
Cero polvo, cero grasa
Eduardo Rodríguez Vila es el director de la fábrica de calentadores solares. También fue uno de los técnicos en diversas especialidades que viajó a China a adiestrarse en el manejo de la tecnología y en el funcionamiento de la línea de producción.
«La ejecución de la fábrica se dividió en dos momentos: la primera, iniciada a mediados de año, consistente en crear la infraestructura y prepararse para el recibimiento de los equipos; y ahora en la segunda recibimos la asesoría china y nos preparamos para la puesta en marcha definitiva», expresa.
Junto con los obreros, en la fábrica moronense labora el ingeniero Fan Tam Tao. Todavía no habla español, pero anda con dos diccionarios, y la comunicación con los cubanos fluye mediante señas. En un encuentro con los obreros, estos reconocieron la necesidad de exigencia en el manejo de la tecnología y la fabricación de los calentadores.
«Una buena parte de los equipos son automatizados —explica el soldador Gianny Leyva Machado—. Pero se exige mucho la limpieza y calidad de las piezas. Las láminas no pueden doblarse, no pueden tener restos de polvo ni de grasa. Tienen que quedar bien pulidas. Los técnicos chinos han insistido mucho en eso».
Una de las últimas áreas en la fabricación es la de espumado. Allí los obreros Arniel Vázquez Echavarría y Francisco Baldaví López montan en un molde al colector y su área externa. El espacio entre ambas estructuras será rellenado con una mezcla de isocianato y poliolo, semejante a la espuma y que al endurecerse formará la capa aislante para el intercambio térmico.
Puede parecer una operación sencilla, pero ambos obreros advierten que la espuma debe regarse en los niveles y normas requeridas. De lo contrario podría hasta triturar el interior del calentador.
Arniel Vázquez enseña la pistola a presión que utilizan para regar el compuesto químico y explica su funcionamiento para esparcir la espuma dentro de los parámetros asignados. Entonces le preguntan: «¿Lo aprendiste en China?». «No —responde—, fue aquí en la fábrica, con los chinos». «¿Cómo te sabes de memoria las partes de la pistola y sus piezas?». «Por las veces que tuvimos que desarmarla por indicación de los técnicos asiáticos». «¿Cuántas fueron?» Arniel levanta las cejas. Se echa a reír y responde: «Como mil veces. Justo eso: mil veces».