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El estudio del Marxismo visto por el Che

Ernesto Che Guevara era un convencido de que, como había dicho Lenin, la doctrina de Marx es todopoderosa porque es cierta, pero es necesario estudiarla seria y profundamente para lograr con éxito su aplicación concreta a la necesidades concretas

Autor:

Armando Hart Dávalos

La situación actual que vive (o sobrevive) la Humanidad, atenazada entre la crisis económica global provocada por Estados Unidos, el problema medioambiental y los cambios climáticos, epidemias y enfermedades que desafían los avances de las ciencias y guerras de agresión en pleno desarrollo, ha generado una atmósfera de crisis, descreimiento y confusión, que va inclinando de forma gradual pero sostenida a millones de personas en el mundo hacia la búsqueda de los grandes filósofos que pudieran ayudar a entender y buscar una salida al peligroso enredo.

Las informaciones que se originan en el mundo editorial mencionan el auge de las ventas de las obras filosóficas que, hasta hace poco, parecían no tener mayor salida y hoy acercan sorprendentemente a algunos clásicos a la lista ansiada de los llamados best seller.

Carlos Marx ocupa un sitio prominente entre los pensadores más reclamados por esos estudiosos, investigadores, analistas o simples lectores que buscan respuestas —no recetas— a los más graves problemas del siglo XXI y no pueden soslayar como referente indispensable la obra del «Prometeo de Tréveris», junto a su inseparable y generoso compañero Federico Engels.

Marx fue, sin dudas, la cumbre más alta del pensamiento europeo desde el siglo XIX. En sus ideas filosóficas y su teoría económica desentrañó los hasta entonces oscuros vericuetos del capitalismo y mostró que la necesidad no solo era interpretar el mundo existente, sino transformarlo desde los cimientos, para lo cual nos legó ideas esenciales.

En todo eso pensaba mientras releía la carta que Ernesto Che Guevara me envió en fecha ya tan lejana como el 4 de diciembre de 1965, desde Tanzania, adonde había llegado tras la campaña del Congo y donde transcurría lo que él mismo llamó «este largo período de vacaciones».

Para esa etapa, Che se autopreparó un plan de estudios que siguió con el rigor que lo caracterizaba y que, según expresó en esa líneas, «puede ser estudiado y mejorado mucho para constituir la base de una verdadera escuela de pensamiento». Añadió: «Ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar».

Al conocer que yo acababa de llegar a la secretaría de Organización del Partido, quiso exponer así «algunas ideillas sobre la cultura de nuestra vanguardia y de nuestro pueblo en general» y por tanto, «le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer».

La cultura y el talento inconmensurable del Che le permitieron llegar a la elaboración de un plan —«mi plan»—, que estructuró en ocho capítulos o temas y, en el transcurso de su carta, también los detalló. Ellos eran: clásicos filosóficos; grandes dialécticos y materialistas; filósofos modernos; clásicos de la economía y precursores; Marx y el pensamiento marxista; construcción socialista; heterodoxos y capitalistas, y un último capítulo al que llamó polémicas y caracterizó como «el más polémico, pero el pensamiento marxista avanzó así».

En el candente punto de la construcción socialista, Che sugería incluir «libros que tratan de problemas concretos, no solo de los actuales gobernantes, sino del pasado, haciendo averiguaciones serias sobre los aportes de filósofos y, sobre todo, economistas y estadistas».

La envergadura de la tarea no le era ignorada y de este modo lo refleja en una conmovedora frase: «Es un trabajo gigantesco, pero Cuba lo merece y creo que lo pudiera intentar».

La bien ganada fama del Guerrillero Heroico como impetuoso hombre de acción no puede ocultar la profundidad de su pensamiento y sus contribuciones sin precedentes al complejo entramado de las ideas revolucionarias en el afán de hallar, sobre esa base, soluciones y avances. Fue por eso infatigable estudioso y creador, aun en las más difíciles circunstancias, y seguidor del concepto leninista de que no hay revolución sin teoría de la revolución.

Mucho han cambiado Cuba y el mundo desde que esta carta fue escrita, pero sus propósitos fundamentales nada han variado en cuanto a la necesidad de buscar respuestas acertadas y oportunas —hoy más que nunca— por quienes luchan por la transformación de la vieja sociedad de explotación y por que de su seno surja una nueva, capaz de conciliar la justicia social y el bienestar material con la moral de un hombre nuevo.

Por eso y para eso estudiaba Che el Marxismo, y no por el simple afán de acumular conocimientos académicos. Era un convencido de que, como había dicho Lenin, la doctrina de Marx es todopoderosa porque es cierta, pero es necesario estudiarla seria y profundamente para lograr con éxito su aplicación concreta a la necesidades concretas.

Pienso por eso que es oportuna la referencia a esta carta y su contenido, pues expresan una visión del Che sobre la enseñanza del Marxismo que nos transmite —con su habitual agudeza y sabiduría— un reto todavía incumplido.

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