La iniciativa permite beneficiar, mediante presentaciones artísticas itinerantes, a estas comunidades alejadas de los centros urbanos. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
TRINIDAD, Sancti Spíritus.— San Pedro, en la cartografía trinitaria, es de esos poblados que desafían la imaginación de quienes pretenden atrapar lo pintoresco de la vida rural.
Un amigo describe a los lugareños como hombres con piso de tierra y tinajas de barro, cuya cotidianidad parece sumergirse en la siesta de portales acribillados por el sol.
Pero aquella mañana, el gruñido del camión Katanga sacudió ese letargo cuando los gallos aún se estiraban. Los sampedranos salieron al terraplén para adivinar el regalo dibujado desde la lejanía.
Como traídos por los circos de tragafuegos y misterios en otras épocas, recibieron a los visitantes. Un remolino de pequeñas pisadas descalzas y ladridos de perros ofreció la bienvenida. La calle se tornaba fiesta: los instructores de arte prometían, al fin, una jornada diferente.
San Pedro sirvió este verano como escala a la Guerrilla Cultural 50 Aniversario de la Revolución, auspiciada por la UJC y la Brigada José Martí. La iniciativa permite beneficiar, mediante presentaciones artísticas itinerantes, a estas comunidades alejadas de los centros urbanos, especialmente las comprendidas dentro del Plan Turquino.
La experiencia espirituana ha legitimado, a pesar de las imperfecciones, alternativas para una recreación basada en el enriquecimiento del individuo, desde concepciones rentables y creativas.
Sin aires fríos ni premios flacos
Sus pupilas experimentaban la misma sensación que debió cautivar al primer humano ante los misterios del arte. Con necesidades educativas especiales, aquel pequeño se mostraba desde el público, primerizo en eso de domar instrumentos, arpegios y sueños.
La instructora Idaleimi Castillo lamenta haber marchado de la comunidad de Juan Francisco, en Yaguajay, sin preguntarle el nombre al muchacho, diagnosticado como síndrome de Down. No obstante, se llevó el premio de haberlo visto bailar, cuando todos lo creían ruborizado por los aplausos.
Uno de los méritos de la iniciativa radica en aplicar estrategias recreativas para la inclusión de grupos poblacionales desfavorecidos por la ausencia de opciones atractivas.
Como plantea Liyipsy Bello, presidenta de la Brigada en la provincia, durante julio y agosto más de 30 poblados recibirán a los «guerrilleros», quienes promueven talleres de apreciación en las diferentes manifestaciones, para luego ofrecer un espectáculo integrador, con el concurso de los habitantes.
Esta concepción convierte a la comunidad en gestora de su entretenimiento, a partir de herramientas al alcance de todos, en contraste con algunas de las formas tradicionales de diversión.
Más allá de la carrera a caballo o el alcohol, hemos pretendido demostrarles a las personas cómo pueden generar acciones divertidas mediante espectáculos para niños, competencias de casino y otras ideas nacidas de acuerdo con las particularidades de cada zona, afirma Yaimaris Sandoval, brigadista de Trinidad.
Agrega la joven que el impacto más asombroso se ha logrado en poblaciones donde el trabajo del instructor no resulta habitual. «Aquí nuestra labor se enriquece con sugerencias nacidas de padres e hijos».
Poblados como Sopimpa, en las montañas fomentenses, y Polo Viejo, en el Escambray trinitario, han permitido escribir gratificantes páginas en el diario de este entusiasta ejército de virtuosos.
Lo revolucionario de marchar con el arte en camiones, mochilas al hombro y la cantimplora muchas veces vacía, ha motivado también a otros. En Trinidad los aficionados del sistema de Casas de Cultura han derrochado sudor para transformar el verano.
Ver llegar al público en bicicleta, a caballo o después de caminar tres kilómetros, constituye un estímulo que hemos querido compartir con los instructores, declaró Cira Lidia Hernández, directora del grupo infantil Trinidanza.
Inquietudes tras bambalinas
La Guerrilla Cultural, aunque ya ha demostrado su pertinencia, enfrenta aún muchos escollos. Como plantea Yoel Pérez Triana, jefe del Departamento Ideológico de la UJC en la provincia, no en todos los municipios espirituanos se ha ofrecido el mismo apoyo a los brigadistas, a pesar de lo económico de la propuesta.
Agrega el funcionario, que se ha pretendido sumar a diferentes sectores, como el INDER y Gastronomía, para enriquecer las opciones, pero la respuesta no ha sido homogénea. «En territorios como La Sierpe, uno de los más necesitados de recreación, tampoco los instructores han tenido los resultados esperados, por problemas como el transporte».
Jaine Pineda, vicepresidenta de la Brigada en Yaguajay, reconoce que aún se debe trabajar para obtener mayor aceptación de las comunidades, especialmente entre el público adulto, no siempre familiarizado con las ofertas recreativas de los instructores.
La sistematicidad, la divulgación y la diversidad de actividades de los brigadistas contribuirían a variar conceptos de recreación empobrecidos por el aislamiento cultural, señala Katia Argüelles, coordinadora de los instructores en Trinidad.
A pesar de las limitaciones, la Guerrilla representa una experiencia digna de abonar. La brújula cultural ha echado a andar por los lomeríos. Perfeccionar la ruta del virtuosismo constituye el único destino para quienes se afanan en regalar el arte, incluso en los más escarpados trillos.