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Recuerdan aniversario 45 de la constitución de la Juventud Comunista en las Fuerzas Armadas Revolucionarias

Fue un 15 de julio de 1964 en la Brigada de la Frontera. Contribuyó a cohesionar más a la tropa y  a elevar sus principios revolucionarios

Autor:

Lisván Lescaille Durand

GUANTÁNAMO.— Un clima de hostilidad permanente reinaba en el perímetro fronterizo con la ilegal base estadounidense, cuando el 15 de julio de 1964 iniciaba el proceso de construcción de la Unión de Jóvenes Comunistas en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Ni las pedradas desde el lado de los yanquis usurpadores, sus palabras ofensivas, la intimidación con disparos, ni, incluso, la muerte criminal del primer mártir y militante de la organización juvenil, Ramón López Peña, trastocaron aquel propósito, sino que lo fortalecieron.

«Ninguno de los jóvenes que allí estábamos caímos en la trampa de dejarnos provocar y que ello justificara una agresión directa de los Estados Unidos. No lo consiguieron por la firmeza y la disposición de esos muchachos de entre 16 y 20 años, que custodiamos el perímetro», reafirma Rafael Piquera, uno de los fundadores del Batallón Fronterizo.

Cuarenta y cinco años atrás, como hoy, a ese escenario, frente al enemigo, arribaban jóvenes con cualidades humanas y espíritu de sacrificio encomiables, humildes, modestos y disciplinados, capaces de cumplir una peligrosa y perenne misión: custodiar el sueño de los cubanos, a escasos milímetros del enemigo.

Evocaciones de un nacimiento

La construcción de la Unión de Jóvenes Comunistas en las Fuerzas Armadas Revolucionarias constituyó una consecuencia lógica del proceso partidista. Un número importante de combatientes resultaron admitidos como militantes o aspirantes de la organización a partir de métodos y estilos juveniles de trabajo.

Tal necesidad se tornó imprescindible con la incorporación de miles de jóvenes a las FAR en virtud del primer llamado al Servicio Militar Obligatorio (SMO), en 1964, por lo que el 15 de julio de ese año se inició en la frontera el proceso de construcción de la UJC en las FAR.

Este contemplaba varios pasos: reunión con el núcleo del Partido para caracterizar a los jóvenes que se propondrían en la asamblea de la unidad; asamblea de elección de jóvenes militares ejemplares; entrevista individual a los seleccionados como ejemplares; reunión de crítica y autocrítica; análisis para el otorgamiento o no de la militancia; presentación de los nuevos militantes a la masa de combatientes y constitución del comité de base.

«Había regocijo en la tropa —recuerda Piquera—. Las asambleas se realizaban lo mismo bajo un árbol, que en un improvisado ranchón, pues allí no existían ni remotamente las condiciones de vida que exhibe hoy la Brigada de la Frontera.

«El nacimiento de la UJC contribuyó al fortalecimiento del trabajo político ideológico, a cohesionar más a la tropa y elevar sus principios revolucionarios», afirma Piquera, quien relató a JR el entusiasmo con que aquella hornada de combatientes no solo cumplía cabalmente su servicio de guardia en el frente, sino que apoyaba las tareas de la economía.

«Después de la misión principal, que era la custodia de aquel perímetro y de elevar la preparación combativa, participábamos en los cortes de caña del antiguo central Los Caños, conocido después como Paraguay, y en las tareas agrícolas que se nos asignaran. Eran los frentes en que se libraba la batalla por la naciente Revolución».

Fieles continuadores

Cuando se le pregunta a cualquiera de los fundadores del otrora Batallón Fronterizo qué les impresiona más de la insigne Brigada de la Frontera cada vez que la visitan, todos coinciden en señalar las perceptibles diferencias en cuanto a las condiciones de vida que marcaron ambas etapas.

«Hoy tienen todo lo que necesitan allí —afirma Asensio Azahares Céspedes, otro de los iniciadores de aquella epopeya—. Ahora, igualmente nos defienden muchachos y muchachas caracterizados por la disciplina, la alta preparación política, y de origen humilde, como lo éramos nosotros. Por eso pienso que son fieles continuadores de esta misión sagrada».

Y no por disminuidas las tensiones en la línea divisoria con el enemigo, la misión pierde complejidad y peligro a la vuelta de 45 años, como lo reafirma desde su puesto de combate la soldado Lisdamy Pupo Pérez, que a los 19 años de edad vive la más hermosa de sus experiencias.

«Ser militante de la UJC aquí entraña un compromiso sagrado que empiezas a interiorizarlo cada día cuando sientes que tienes una alta responsabilidad sobre tus hombros; y eso te moldea el carácter, hasta convertirte en más disciplinada, constante, sacrificada», reconoce la joven capitalina, llegada hace poco más de un año.

Lisdamy comprueba a diario que aquel es un sitio ideal para forjar valores, no solo porque cumples con el más sagrado de los deberes: defender a la nación de sus enemigos, sino porque «te involucras en la preparación político ideológica con los jóvenes no militantes, participas en tareas agrícolas como la recolección de café, o vas a recuperar las escuelas que el huracán Ike dañó, por citar ejemplos», expone la futura estudiante de Relaciones Internacionales.

Un rol significativo tiene la UJC en la dirección del movimiento político de la Vanguardia Combativa Ramón López Peña, que tiene como objetivo la captación y atención a los jóvenes de las cinco provincias orientales, para el cumplimiento del Servicio Militar Activo en la Brigada de la Frontera.

«Es un trabajo que empieza en los centros estudiantiles en coordinación con la FEEM, y que tiene para el joven un antes, un durante y un después de su ingreso a la BF. El movimiento de la Vanguardia Combativa los visita allí y les explica las características de la institución armada y los prepara para su inserción en la vida militar», explica el capitán Yahandry Reyes Jiménez, instructor político de la unidad.

Asegura el oficial que el comité UJC de la Brigada de la Frontera cumple y chequea a sus miembros todas las misiones en función de las tareas del mando: «La seguridad del perímetro durante el servicio de guardia, la preparación combativa, la disciplina militar, la superación cultural de la tropa, en la que la organización vela por el rendimiento docente y el aprovechamiento del estudio de quienes requieren la nivelación necesaria para sus posteriores etapas estudiantiles, las actividades recreativas y los planes de verano, entre otras», concluyó.

El alto sentido de la responsabilidad con que estos jóvenes asumen su compromiso con la Revolución los hace irse cada día al frente de combate sin permitirse la más mínima sombra de un error que ponga en riesgo la seguridad de los cubanos.

El primer militante

«Quiero ser comunista», había estampado en la autobiografía para la solicitud de ingreso a la organización el joven tunero Ramón López Peña, cuyas cualidades determinaron su selección como soldado ejemplar horas antes del vil asesinato por disparos de la guardia yanqui el 19 de julio de 1964.

Alrededor de la cuatro de la tarde de aquel día se inició la entrevista al soldado López Peña, quien impresionó por su fuerte carácter; pero sobre el cual se imponía la nobleza del campesino. Sus compañeros lo recuerdan como un combatiente disciplinado y dispuesto a cumplir cualquier misión por arriesgada que fuera.

Afirman que al mismo tiempo se hacía notar su espíritu alegre y la pasión por las canciones mexicanas, guitarra en mano. En la asamblea de ejemplares no le hicieron ningún señalamiento que le impidiera alcanzar la categoría de militante. En el sepelio, el entonces Ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro Ruz, entregó al padre de López Peña el carné que acreditaba al joven como el primer militante de la Unión de Jóvenes Comunistas en las FAR.

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