Foto: Yaciel Peña de la Peña LAS TUNAS.— De los variados homenajes que el mármol y el lienzo le han consagrado a José Martí durante más de una centuria, el de la Plaza Martiana de esta ciudad clasifica tal vez como el de mayor originalidad de todos. Se trata no solamente de una obra artística en el sentido pleno de la frase.
El Apóstol y el Sol son los grandes animadores de este sui géneris complejo abierto oficialmente el 25 de marzo de 1995, en ocasión del centenario de la firma del Manifiesto de Montecristi. Basta un somero recorrido por la copiosa bibliografía martiana para confirmar allí la recurrencia de la luz. Eso inspiró al arquitecto Domingo Alás a diseñar este sitio en el que el itinerario solar va narrando con luces y sombras los hechos biográficos más importantes del Héroe Nacional de Cuba.
Uno de los elementos más interesantes del conjunto es el reloj solar, de 7,20 metros de diámetro, que ofrece la hora con exactitud cada cinco minutos. Su lectura se realiza mediante la ubicación de la sombra del borde superior sobre las escalas del instrumento. También figuran en su dorada hechura las coordenadas del oriente cubano, junto a la ecuación de rectificación para ajustarlo eventualmente a la hora oficial.
Sobre el pavimento de terrazgo de la plaza aparece tatuado en caracteres bien visibles el calendario solar. Esta suerte de almanaque funciona de acuerdo a los movimientos de la sombra del punto extremo del reloj. La penumbra describe en la superficie una serie de líneas en forma de curvas que se corresponden con más de 50 fechas martianas importantes. Hay que ver su funcionamiento en vivo para abrir de par en par las compuertas al asombro.
El reflector es el tercer elemento solar de la Plaza tunera. Este aparato protagoniza una vez al año un momento de extraordinaria emotividad. En efecto, cada 19 de mayo a las dos y media de la tarde —hora de la muerte del Maestro—, la luz solar que incide sobre su espejo plano, orientado según las coordenadas solares de altura y acimut, se refleja e ilumina el bronceado semblante del busto del Apóstol, obra de la escultora Rita Longa, como si con ello se hiciera realidad su deseo de morir de cara al Sol.
La Plaza acoge, además, una sencilla referencia escultórica en honor al teniente coronel mambí Ángel de la Guardia, quien fuera único testigo de la caída de José Martí en Dos Ríos. Por cosas del azar, Guardia cayó, a su vez, el 28 de agosto de 1897 en un combate por la toma de Las Tunas, precisamente en el sitio donde hoy se levanta este homenaje perpetuo al autor de La Edad de Oro.
En la plaza labora un entusiasta colectivo que se encarga de mostrarles a los visitantes lo relacionado con su funcionamiento. Millares de personas la visitan cada año y suele ser eficiente anfitriona de numerosas actividades importantes de la provincia. Además, sus capacitados especialistas atienden consultas técnicas sobre la vida y la obra de Martí así como ofrecen charlas, coordinan matutinos y dictan conferencias acerca del propio tema.