Quienes se preparan en la única universidad médica militar del país heredan la vocación humanista y la especial sensibilidad de quienes ejercieron la profesión desde las contiendas libertarias mambisas
Desde el umbral es imposible sustraerse al ambiente fresco, renovado y preciso que da testimonio fiel de todo cuanto palpita en la Universidad de Ciencias Médicas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), único centro de su tipo en el país.
La disciplina corona los escenarios de estudio, donde los jóvenes se aplican no solo para aprender las ciencias preventivas y curativas. La disciplina corona los escenarios de estudio, donde los jóvenes se aplican no solo para aprender las ciencias preventivas y curativas, sino para ejercer la profesión en el terreno militar: manteniendo el estado de salud de las tropas en unidades militares, o salvando vidas cuando se defiende la soberanía de la nación en el campo de batalla.
Combinan la bata blanca con el uniforme verde olivo, y se entusiasman cada vez que se les pregunta por la pasión que la medicina despertó en ellos. Son solo estudiantes y ya se les desborda el humanismo propio de la profesión.
Al estilo del CheEn septiembre de 2008 abrió sus puertas la Universidad de Ciencias Médicas de las FAR, único centro de su tipo en el país En septiembre de 2008 se concretó el sueño. La Universidad de Ciencias Médicas de las FAR, una edificación que se encuentra en las cercanías del Hospital Militar doctor Carlos J. Finlay, en el capitalino municipio de Marianao, abrió sus puertas.
El centro abriga a los cadetes de todo el país que estudian la especialidad —en estos momentos de tercero a quinto años—, y que durante un lustro estuvieron integrados a las diferentes facultades del sistema nacional de enseñanza del Ministerio de Salud Pública (MINSAP).
En el curso que comienza en 2010 se prevé que el ciclo se complete de primero a quinto año. Según el programa, concluirán la formación durante su sexto año en sus diferentes provincias y territorios.
Ninguno de los jóvenes abordados por este diario pudo soslayar el especial sacrificio que implica ejercer esta profesión en condiciones excepcionales. «Combina la entrega con un escenario complejo. Así es la medicina militar que aprendemos, la que también ha nutrido de gloria la historia de nuestro país».
Y mientras la cadete Clara Julia Cuesta Diéguez, de quinto año, define rigores y exigencias de la especialidad en la que se prepara, acuden a la mente de esta reportera las imágenes del Che en la Sierra Maestra, curando a los hermanos de lucha, o asistiendo a aquellos campesinos de rostros pálidos y cuerpos desgarbados, marcados por la escasez de alimentos y la carencia de atención médica necesaria.
«Desde las contiendas libertarias mambisas ha sido una constante que los médicos militares atiendan a la población civil. Hoy seguimos siendo fieles a ese principio», recordé también las palabras que una vez compartiera, con esta periodista, el doctor y teniente coronel Pedro Reverter de la Horra.
«Hay cosas específicas en nuestra formación, ya que nos preparamos como médicos y como combatientes. Además debemos conocer afecciones que pueden presentarse en las Fuerzas Armadas por el servicio que se realiza, y saber al dedillo los detalles que permiten diagnosticar si están aptos o no aquellos que deseen pertenecer a las FAR», explicó Clara Julia.
A los ojos de Beatriz Amat Valdés, cadete de tercer año, lo más gratificante de esta labor es que no solo puedes curar a las personas sino que puedes prevenir las enfermedades.
Detectar los principales padecimientos y emprender una labor profiláctica y de educación para la salud, es otro de los horizontes cardinales que tendrán una vez que se gradúen, según Beatriz, quien apuntó que lo más importante de su ejercicio será garantizar que la tropa esté siempre sana.
En su reflexión volvió sobre los rigores que señalara Clara Julia: «La preparación física es otra de las asignaturas que distingue nuestro plan de estudio, algo que no se hace tan difícil para nosotros, porque todos procedemos de las escuelas militares Camilo Cienfuegos».
Beatriz, quien desea especializarse en Radiología, advirtió sentirse a gusto en esta nueva Universidad. «Tenemos buenas condiciones: una biblioteca con mucha información disponible, bibliografía actualizada, nuestros profesores están muy bien preparados y el orden es admirable».
Secretos del almaLos secretos de la vida pasan por nuestras manos constantemente, comentó Ángel Leonard Díaz mientras esbozaba la entrega de un médico. «Por eso es que esta profesión se debate en la ética; en principios como la solidaridad y la modestia, y el sentido del patriotismo».
El cadete de cuarto año expresó con hondo apasionamiento: «Imagina por un instante lo que significa prolongar la vida de un ser humano, y que seas uno de los principales responsables de esa maravilla. Somos afortunados.
«Escogí esta carrera porque siempre me preocuparon las dolencias de las personas, y tenía muchas inquietudes de saber cómo solucionarlas. La medicina militar tiene grandes sacrificios, pero la esencia no cambia: sigues salvando personas, con la añadidura de que son quienes defienden al pueblo y la soberanía nacional.
«En nuestro caso existe la particularidad de que tendremos que dar el paso al frente no solo en situaciones de urgencia, sino de emergencia y en medio del campo de batalla».
También de cuarto año, el cadete Dayron Martínez Díaz admite que mientras más se apropia de los conocimientos, más se enamora de la profesión. «Poco a poco vas descubriendo que eres capaz de curar mayor cantidad de afecciones. Me gusta tanto lo que estudio que me he convertido en alumno ayudante de la asignatura de Medicina Interna».
Confesiones de médicosEl teniente coronel Carlos Quevedo Fonseca, Doctor en Ciencias Médicas y especialista de Segundo Grado en Psiquiatría, fue uno de los graduados de estos centros de enseñanza médico militar. Hoy se desempeña como subdirector general de esta Universidad.
Explicó que entre las misiones fundamentales de la institución se encuentran la formación de oficiales de nivel superior de perfil médico, la formación y superación académica de postgrado y la realización de investigaciones en el campo de la medicina militar.
—¿Cuáles son los escenarios docentes fundamentales donde se preparan los estudiantes?
—Ellos transitan por las instituciones médicas que están en las cercanías de la escuela, como el Hospital Militar doctor Carlos J. Finlay, el Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, el Hospital Ginecobstétrico doctor Eusebio Hernández, el policlínico Finlay y sus consultorios, así como por las unidades militares del territorio.
El coronel Jorge Alfonso Reyes, especialista en Organización y Táctica de los Servicios Médicos, y actual director del centro, precisó que las asignaturas del programa son las mismas que las concebidas por el Sistema Nacional de Salud, junto a otras específicas de la formación médico militar.
«Tenemos ciclos como Preparación Militar Especial, donde el conocimiento de la higiene y la epidemiología militar y el diagnóstico de salud tienen características propias aplicadas a las exigencias de esta vida».
El teniente coronel Alberto Saldaña Bernabeu, Doctor en Ciencias Médicas y especialista de Segundo Grado en Fisiología, con más de dos décadas dedicadas a la docencia, definió los mayores retos que tienen él y sus compañeros: «Además de estar todo el tiempo actualizados en las novedades del campo de la medicina a nivel mundial, tenemos que lograr que nuestros egresados tengan un elevado nivel político ideológico, sean capaces de cumplir las más diversas misiones y se desempeñen exitosamente, incluso en condiciones desfavorables.
«Además, nuestros médicos en formación deben salir de estas aulas, desde el punto de vista de la instrucción, preparados para desempeñarse dentro del medio militar: trabajando en hospitales y unidades militares, o cumpliendo misiones como oficiales al frente de un grupo de efectivos», concluyó.
Ya de regreso al diario, imaginé a estos jóvenes en el futuro: de traje de campaña, cuidando y dando aliento a los suyos, al estilo de aquel honorable médico, Luis Galván, quien entregó todo, hasta su vida, en Cangamba.