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La familia cubana apoya a los movilizados para la recuperación del país

Tras el gesto de los jóvenes que en lugares distantes ayudan al país a recuperarse de los embates de los huracanes, está el sacrificio y apoyo incondicional de sus familiares

Autor:

Juventud Rebelde

 Familia de Alexander: de izquierda a derecha, Breisy, Juanky, Idania, la abuela Isabel Luisa (sentada) y el vecino DavidCorrea, debaten sobre la mala racha de su equipo de béisbol, por ellos y por Alexander. SANTIAGO DE CUBA.— Desde hace unos tres meses la vida de Argelia Herrera Sánchez, en el santiaguero Reparto Municipal, es un estresante hervidero.

A pesar de la bursitis en una pierna que la mantiene de certificado médico, con la habilidad de una abejita laboriosa divide cada día entre la atención a dos de sus hijas, a punto de dar a luz, el cuidado de sus tres nietos: la escuela, la merienda, el juego...; las labores de la casa, los animales...

Joania, la más pequeña de sus «niñas», y la que por las características de su trabajo pudiera ayudarla más, no está hoy en casa. En gesto a la altura de su tiempo, se ha ido por seis meses a apoyar con su esfuerzo la recuperación del país...

«Ella vino y me dijo, “me hace falta que me cuides el niño, porque me seleccionaron por la UJC para ir a la Isla de la Juventud”, a ayudar en lo que haga falta a ese territorio, tan duramente castigado por los ciclones.

«Yo le dije, mi’ja, para mí eso es tan importante como ir a Haití o a Venezuela; ahí estarás apoyando a tu propia gente, que en esa zona, tan golpeada por los ciclones, debe necesitarlo mucho. Tengo dos partos por delante y estoy sola, pero no te preocupes, yo seguiré adelante hasta que vengas...

«Yo no cuido nietos para una fiesta ni para un carnaval, pero para esto sí. Cuando las madres tenemos que ayudar a nuestros hijos, mientras sea para lo bueno, hacemos cualquier sacrificio», dice ufana Argelia, y sus relampagueantes ojos transmiten orgullo, complacencia.

En lo adelante, con esa fuerza que ha aprendido a multiplicar en sus años como supervisora de la Campaña Antivectorial santiaguera, Argelia sortea sus días actuales, y aunque, confiesa, a veces debe lavar y limpiar en las noches, cuando todos duermen, y el tiempo para el descanso es poco, la satisfacción ahoga al cansancio.

Siempre tiene, eso sí, el gesto tierno y comprensivo para sus nietos, especialmente Richard, el pequeño de Joania, de 11 años, para quien la separación tiene aparejada la nostalgia y los tropiezos del hijo único, alejado por primera vez de su madre.

«Ella nunca había salido tan lejos ni se había separado por tanto tiempo del niño ni de mí, relata Argelia, así que el niño estaba inconsolable; al principio decía que le prepararan la ropa, que él también iba: “si mi mamá va a sembrar, yo le echo agua a la matica...”, decía, y lloraba mucho...

 Reina Isabel, madre de Lázaro. «Imagínate, él está muy acostumbrado a su mamá, a que lo mime, y mis mañanas, como puedes ver, son muy difíciles...; ella lo llama todos los días y le explica, su papá y la otra abuela también apoyan, y ahora se ha ido acostumbrando un poco; aunque no hay noche que deje de preguntarle a su mamá cuándo viene...».

Quizá porque lo ve como una prolongación de su tiempo, Argelia admira la decisión de su hija Joania Almenares Herrera, quien trabaja como custodio en el Centro Juvenil Recreativo Orestes Acosta, de la Ciudad Heroína, y es además estudiante de Psicología en una sede universitaria.

«A pesar de ser la más chiquita de mis tres hijas, y la más malcriada, Joania es muy decidida y siempre ha dado el paso al frente en todo, por eso yo siempre le digo que siga adelante, y si luego tiene que ir para otro lado, mientras sea por una buena causa y yo esté viva, siempre estaré aquí para apoyarla», dice y la amplia sonrisa es la mejor confirmación de su certeza.

Cosecha del ejemplo

Aún frescas en la memoria las imágenes de los tiempos en que con el hijo revoloteando a su lado, preparaba las maletas para irse como movilizada permanente a la caña o el café, Reina Isabel Lavín vive hoy la satisfacción de quien cosecha los frutos del ejemplo.

Siguiendo la tradición vista en la casa de contribuir con su esfuerzo al desarrollo del país, su hijo, Lázaro Castillo Lavín, joven chofer de la Asamblea Provincial del Poder Popular, apoya hoy la recuperación nacional, como parte de la Columna Juvenil Aniversario 50 del Triunfo de la Revolución.

«Llegó y me dijo, mima, me voy seis meses o más para la Isla de la Juventud, lo único que quiero es que me cuides el equipo de música...

«Al principio no le creí, pero luego, cuando vi que era en serio, me sentí muy emocionada. Desde chiquitico a él le ha gustado aportar, en esta casa tenemos costumbre de estar siempre donde la Revolución nos necesite, pero eso no impidió que su espontaneidad y sus deseos de cumplir me impresionaran.

«Ahora te toca a ti, y estoy muy orgullosa —le dije— por eso aunque la casa se siente por estos días vacía, pues todos lo extrañamos mucho, cada vez que hablamos le repito que siga así, cumpliendo con la Revolución».

En el barrio de Reina y Lázaro, allá en el Micro 2, del Reparto Abel Santamaría, todos sus amigos, sobre todo los mayores con los que acostumbra a departir, transpiran regocijo. Los muchos choferes que habitualmente solicitan sus servicios como mecánico graduado, lo extrañan, pero admiran su decisión.

«Esta es la primera vez que se va a un lugar tan lejos, donde yo no pueda ir a verlo. Cuando se iba a la escuela al campo, yo iba todos los domingos; luego cuando cumplió con el Servicio Militar, también iba cada 15 días... Ahora me queda la satisfacción de que no equivoqué el camino de su formación».

Quizá por eso, con la sonrisa a flor de labios, Reina disfruta hablar del gesto de su hijo, lo mismo allá en el policlínico Ramón López Peña, donde labora como técnica en Estomatología desde hace 25 años y donde todos lo quieren mucho, que en el barrio, con sus amigos...

«Para cuando regrese o pueda venir, le guardo la comidita que a él le gusta, y le estoy cuidando, como me pidió, su equipo de música...», reitera, y junto al cariño de la madre, en el rostro de Reina convergen el gozo y el orgullo del deber cumplido.

Historia de tiempo nuevo

La habitual peña deportiva que en tiempos de campeonato forman los vecinos de calle C, entre 4ta. y Avenida, en el Reparto Sueño, tiene hoy una baja entre sus integrantes: el joven Alexander Hernández, licenciado en Historia y trabajador del Museo Histórico 26 de Julio.

Y es que, aunque en su propio barrio, y también entre sus conocidos, muchos puedan preguntarse qué hace un intelectual trabajando en el surco, el novel museólogo, fiel a su costumbre de estar siempre a la vanguardia, ha decidido hacer historia nueva apoyando la recuperación de la Isla de la Juventud.

En casa, su joven esposa Breisy Tito Plutín; su madre, Idania Hernández; la abuela Isabel Luisa Iglesias; sus hermanos: Juanky y Alexey Eduardo; vecinos como David Correa Espinosa y hasta su querida Danka, la cachorra que entrenó con paciencia de artesano, hasta convertirla en campeona nacional de disco, lo extrañan y esperan, con la satisfacción de quienes saben aquilatar exactamente la magnitud de su gesto.

Así lo siente Breisy, más que esposa, su compañera de filas desde los tiempos en que Alexander se estrenaba como estudiante universitario y dirigente de la FEU y la UJC, en el Pedagógico santiaguero.

«Desde la carrera los dos hemos estado muy vinculados a las actividades de la UJC y habituados a dar el paso al frente siempre, de manera que cuando se enteró de los destrozos que habían provocado los ciclones allá en el Occidente no dudó en dar su disposición de ir a apoyarlos.

«Yo estoy acostumbrada a ver en él siempre una persona arrojada, sacrificada y para apoyarlo haré todo lo necesario», sentencia Breisy, aunque no oculta que lo extraña a rabiar y que los días sin él no tienen el mismo sabor.

Para acortar la distancia, la joven profesora de Historia no pierde ningún detalle de la estancia de Alexander en la Columna Juvenil, y sobre todo le alienta en sus luchas para mantenerse a la vanguardia, lo mismo en la siembra de boniatos, que en la rueda de casino que preparan en el campamento, la manera que escogió para contribuir a que su brigada alcance un lugar destacado en la emulación allá.

Con complacencia similar, lo anima Idania Hernández, la madre: «Cuando me comunicó que se iría para la Isla, le dije: “esta es tu oportunidad”. Alexander fue siempre muy activo, desde pequeño manifestó lo que es hoy, por eso cada vez que hablamos lo exhorto a seguir adelante.

«Debe extrañar allá el no poder apoyar como siempre a su equipo de pelota, a él le gusta ir al estadio con toda la familia y hasta los vecinos; incluso este año había hecho la promesa de no faltar a ningún juego de los que se celebren aquí; pero estamos seguros de que desde allá seguirá apoyando al equipo Santiago, que buena falta le hace con esta mala racha».

La abuela, Isabel Luisa Iglesias y los hermanos también transforman la nostalgia en orgullo, especialmente Juan José, (Juanky), de 14 años, estudiante de la ESBU Alberto Fernández Montes de Oca, y quien como ofrenda al gesto de su hermano le ha regalado por estos días la noticia de que le iniciarán el proceso para militar en la UJC.

«Estoy acostumbrado a tenerlo cerca, a que me aclare dudas y me ayude con las tareas, pero aunque lo extraño, sé que él está allá por una buena causa, y sigo su ejemplo», comenta el adolescente.

Como un patrón para el barrio ve asimismo a Alexander su vecino y compañero de peña deportiva David Correa Espinosa. «Es un privilegio para nuestro CDR, el número 4 de la zona 70, de aquí de Sueño, el que uno de los jóvenes santiagueros que apoya hoy la recuperación de la Isla de la Juventud, sea de aquí.

«Alexander es un joven valioso; por eso a los vecinos no nos extrañó que diera ese paso y estamos seguros de que cumplirá con cualquier misión que le den allá. Es sin dudas un paradigma para los demás jóvenes de la cuadra, que al igual que él quieren apoyar, ayudar al país».

Así, vestidos de modelos de su tiempo, andan jóvenes como Joania, Lázaro, Alexander... En sus hogares y familias, desde la retaguardia de la ternura, habitan la savia y el sostén de su gesto.

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