Cómo vio este capitán del Ejército Rebelde, hoy coronel jubilado de las FAR, el recorrido de la Caravana de la Libertad, hace 50 años, cuando fue uno de los escoltas del Jefe de la Revolución
«La única foto que conservo en la Caravana de la Libertad con el Comandante en Jefe Fidel Castro no está nítida, pero la guardo con cariño».
Orlando Pupo Peña, entonces capitán del Ejército Rebelde y uno de los escoltas del Jefe de la Revolución, alude a una gráfica muy oscura, cuando aquella Caravana pasó por el Parque Leoncio Vidal, en Santa Clara, y él estaba sentado en el capó del yipi, ametralladora Thompson en mano, donde venía Fidel saludando al pueblo. En ese momento Pupo tenía 21 años.
«Haber estado en la escolta del Comandante, con otros compañeros, desde Santiago de Cuba hasta La Habana es uno de los grandes recuerdos de mi vida que no se apagan», apunta.
Jubilado como coronel de las FAR en 1994, Orlando Pupo reside en Santos Suárez, municipio de Diez de Octubre, en Ciudad de La Habana. Subió a la Sierra en el primer refuerzo, en marzo de 1957 y luego estuvo en el pelotón de Juan Almeida. Su bautismo de fuego fue el combate del Uvero, el 28 de abril de aquel año.
Ni a su propia esposa le ha contado lo que ahora nos dice, y es por ella que conocemos que «en una cajita, por ahí por el cuarto, tiene cerca de 30 medallas».
«La mía es una pequeña historia. Muchos otros compañeros de la guerra tuvieron el mismo privilegio que yo, de venir en la Caravana».
Inicio de un trayecto gloriosoRecuerda que el Jefe del Ejército Rebelde concluyó su discurso en Santiago, en la madrugada del viernes 2 de enero de 1959, y poco después partieron rumbo a tierra bayamesa.
«Así comienza el recorrido de aquella Caravana que nadie ensayó nunca, aunque seguramente Fidel, el más visionario de todos, la soñó en la Sierra Maestra alguna vez, pensando en la victoria. Muchos cubanos que entonces eran jóvenes y hoy sobrepasan los 65 años deben recordar que al paso de nuestra fila de carros repletos de barbudos armados, se rindieron soldados y cuarteles, muchos de los cuales se sumaron a nuestra tropa veterana», argumenta.
«No es lo mismo verlo en fotos de la revista Bohemia, por ejemplo, o escucharlo en las casas a través de la Radio Rebelde, que verlo ahí, con su fusil de mira telescópica al hombro, en vivo y en directo, saludando a la gente, barbudo, risueño, vestido con su traje verde olivo y su gorra de la guerra».
Desandando improvisados desvíos«En la mañana del 2 de enero, a través de los desvíos hechos con rapidez a causa de la voladura de puentes durante la guerra de liberación, salimos de Santiago de Cuba por el camino viejo de El Cobre. Por la Central la Caravana avanzó en una cola inabarcable a simple vista desde la carretera misma, hasta llegar a Palma Soriano».
Al pasar por el central América, cerca de Contramaestre, toman por otro desvío, porque una sección del puente de hierro estaba destruida también.
«La emoción que sentimos es grande. Vamos rumbo al Puesto de Mando de Operaciones y la plaza militar de Bayamo, la más poderosa unidad militar que le queda a la tiranía en toda la provincia de Oriente, y que tiene más de 3 000 soldados, tanques y artillería.
«Al pasar por Jiguaní la población corre hacia la carretera. En Santa Rita hay un cordón humano a ambos lados. Fidel desde el carro dialoga con la gente en cada parada».
Se detienen en Cautillo. Los oficiales en su club, junto al río, inclinan las banderas y rinden las armas, con una obligada reverencia.
«A las once de la noche entra la Caravana en Bayamo. Ya en la madrugada, desde el Ayuntamiento, Fidel le habla al pueblo bayamés. Pronuncia breves, pero emotivos discursos».
Los poblados «paren» gente«El extenso convoy avanza con lentitud. Se detiene en pueblos y en localidades más pequeñas. Alguien dice, en broma, que los poblados más desconocidos “paren gente” con el fin de saludarnos.
«En la tarde del sábado 3 de enero, en Holguín, Fidel ofrece una larga entrevista de prensa. Después pasamos por Las Tunas, mi pueblo natal. ¡Cuántos recuerdos! Al amanecer del día 4 llegamos a Camagüey, con una columna de tanques de guerra. Fidel descansa en una casa a la entrada de la ciudad.
«Más tarde habla al pueblo camagüeyano en la plaza de La Caridad. Allí, en la tierra de Ignacio Agramonte, el Jefe de la Revolución dice: “La libertad es la primera parte, la libertad para tener derecho a luchar”.
«En la mañana del 5 de enero Fidel habla en Ciego de Ávila y en la madrugada del 6 en el parque Serafín Sánchez, en Sancti Spíritus.
«El Comandante, desde Cienfuegos, se dirige a Cayo Loco, una islita en la bahía donde está enclavada la principal base naval de la costa sur. En la madrugada del 7 de enero, en el Parque José Martí, recuerda el heroico 5 de septiembre de 1957.
«Llegamos a Manacas en la mañana de aquel mismo día y el líder habla también a los obreros de la cervecería del lugar. La siguiente parada es en Colón, provincia matancera.
«Seguimos la marcha. El júbilo se repite y se agranda en las mayores poblaciones. Visitamos el Regimiento No. 4. Fidel poco después habla de nuevo frente al Parque de la Libertad, ¡simbólico nombre! Y en la madrugada del 8 de enero arribamos a Cárdenas.
«Llegamos a la casa de José Antonio Echeverría. El Comandante abraza a la madre del líder estudiantil. Va incluso a su tumba, donde deposita el tributo de unas flores frescas. Allí menciona a los mártires del 13 de marzo de 1957.
«Retornamos a la capital matancera y continuamos rumbo a La Habana. No sabemos si ella se acerca a nosotros o viceversa. ¡Es tanta la alegría!
«En el Cotorro ocurre una escena que vale por mil palabras y 20 fotos: Fidel se abraza a su hijo Fidelito. En la Virgen del Camino, el Comandante Camilo Cienfuegos se suma a nuestra tropa, en el carro de Fidel, claro.
«Pasamos frente al Castillo de Atarés. Como es la primera vez que estoy en La Habana, esos sitios los voy conociendo por boca de un oficial rebelde que me explica casi todo.
«Cuando Fidel ve el yate Granma en la bahía se emociona, baja del tanque que ahora lo lleva, y entra en la embarcación, como lo hizo a fines de 1956».
La Caravana se desvía por la Avenida de las Misiones y llega al antiguo Palacio Presidencial. Desde la Terraza Norte, saluda Fidel al pueblo que lo aclama. Minutos después desandamos el Malecón y la Caravana sube por la calle 23. Frente a Radiocentro —actualmente el cine Yara— el líder se detiene, dialoga con algunos artistas que se lo han pedido, pero enseguida reanudamos la marcha hacia Marianao.
«Entra en la antigua fortaleza militar de Columbia. Camilo la ha ocupado en el atardecer del 2 de enero. En el podio de la tribuna que han preparado para que el Comandante hable, sueltan varias palomas blancas y una de ellas se le posa en el hombro izquierdo.
«Fidel comenta allí: “Si a mí me preguntan qué tropa prefiero mandar, yo diría: prefiero mandar al pueblo, porque el pueblo es invencible (...)”. Se vira para su compañero del Granma y de la Sierra, y le hace una de las más emblemáticas preguntas de estos 50 años: “¿Voy bien, Camilo?”».