Cuentan los que han viajado por mar alrededor de la Isla de la Juventud, que al sudeste del municipio, exactamente en la zona conocida como Cabezo de Zambo, se pueden ver desde la superficie cañones de naves que sucumbieron ante los ataques de otras más poderosas, o debido a la furia de algún huracán.
La cifra real de buques y personas que un día se hundieron en las cálidas aguas del Mar Caribe se pierde con antiguas leyendas de tesoros escondidos que los vecinos más viejos y hasta escritores de renombre se han encargado de difundir.
La otrora Isla de Pinos fue descubierta por Cristóbal Colón durante su segundo viaje al Nuevo Mundo, el 13 de junio de 1494. Llegó por la ensenada de Siguanea, y pensando que estaba en el medio de dos islas, trató de seguir por el canal, pero llegó a la ciénaga de Lanier y tuvo que regresar. Permaneció allí 12 días, en los que dio descanso a los hombres y reparó las naves: La Cardera, la San Juan y la Niña.
Según reveló a JR Juan Colina, historiador del territorio, el descubridor la bautizó con el nombre de San Juan La Evangelista.
«La isla se encuentra al paso de todos los ciclones que entran o se forman en el mar Caribe, y son pocos —como el Mitch, que pasó lejos— los que no nos afectan.
«Cada vez que encuentro algún documento referente a esta área geográfica, se habla de un ciclón que la azotó. Desde los tiempos de piratas y corsarios. De aquí salió el famoso pirata holandés Cornelio Cornelisum Jol, en 1660 aproximadamente, con más de 20 naves para atacar La Habana. Pero en el Cabo de San Antonio lo arrasó un ciclón y tuvo que volver. Desde entonces ya se habla de ciclones en la Isla».
Aunque el Presidio Modelo se construyó entre 1926 y 1931, durante la dictadura de Machado, desde 1838 España había comenzado a mandar al territorio conspiradores contra la monarquía. Gustav también detuvo un plan de rescate que incluye lo deportivo y cultural. Pero solo eventualmente, pues los lugareños no tardarán en levantar sitios tan sagrados como el ahora maltrecho estadio Cristóbal Labra.
La Isla del tesoroNo son pocos quienes aseguran que el escritor escocés Robert Louis Stevenson se inspiró en las crónicas de corsarios y piratas que visitaron la Isla de la Juventud —incluidas las del mismo Francis Drake, quien escribió abundantemente sobre esta— para escribir su novela La isla del tesoro.
Algunos refieren que el mapa que da pie a la historia posee un gran parecido con el esbozo realizado por el capitán de fragata y explorador Juan de Tirry, a finales del siglo XVIII. Además, en la novela se describen montañas similares a la Sierra de Caballos y a la Sierra Las Casas, y se resalta el olor de los pinos. Incluso hay quienes afirman que los apellidos de dos personajes, Hawkins y Morgan, proceden de John Hawkins y Henry Morgan, dos de los piratas más famosos que en más de una ocasión carenaron en aguas pineras.
«España nunca le prestó mucha atención a la Isla —asegura Colina— y por ello se convirtió en un refugio de piratas, corsarios y filibusteros.
«Los españoles que habían venido aquí a desarrollar la agricultura se convirtieron prácticamente en bucaneros, en negociantes con corsarios y piratas. Y con mucha razón, porque aquí había que pagar la transportación de pieles y carne salada, con sus correspondientes impuestos por cada producto.
«El negocio con los piratas era de tú a tú. Ellos traían desde esclavos hasta cualquier producto que pudieran intercambiar. Los nativos, por su parte, los abastecían de pieles y carne. John Hawkins, que era fundamentalmente traficante de esclavos, vino cuatro veces aquí. Y se sabe que los bucaneros utilizaban el río Las Nuevas para bajar a los esclavos, sanearlos y distribuirlos. Muchos de ellos lograron fugarse y esconderse en el monte, donde hacían sus palenques.
«No hay un solo pirata que haya navegado en el Mar Caribe que no haya estado en la Isla de la Juventud. El territorio no tenía ningún tipo de defensa. Los piratas tenían la Siguanea como lugar donde carenar la nave, limpiarle el casco y sacarle el agua, porque en aquel tiempo no había diques secos. La ponían en la playa, la viraban de un lado y limpiaban el casco, después al revés. Además, se surtían de agua potable y alimentos frescos».
—¿Cuándo comenzó la metrópoli a interesarse por la Isla?
—En 1797, el capitán de fragata Juan de Tirry y Lacy había recibido la encomienda del Rey de España de venir con una comisión de Guantánamo a revisar toda Cuba. Uno de sus objetivos era conocer las condiciones de sus bosques para poder utilizarlos como arboladura de las naves de la Armada Española. Pero sobre todo fomentar la población blanca y crear nuevas colonias.
«Finalmente, el 17 de diciembre de 1830 se fundó la colonia Reina Amalia —nombrada así en honor a la esposa del Rey Fernando VII—, con su capital, Nueva Gerona, en homenaje al entonces capitán general de Cuba, Francisco Dionisio Vives, pues Gerona era una ciudad española defendida por él».
La Isla de los deportados«Nuestra llegada, sucios después de un viaje de 8 o 10 horas, sin lavarnos las manos siquiera, en camisa y cargados de bultos, fue un espectáculo en aquel pueblo en el que se habla de Cuba como de una porción lejana y distinta. Grupos de personas, con el silencio de los grandes acontecimientos, nos miraban desde la distancia».
Así narraba Pablo de la Torriente Brau, periodista y luchador antimachadista cubano, su llegada a la Isla de Pinos como preso político, en el año 1931, en una serie de crónicas publicadas en el periódico El Mundo, bajo el título de «105 días preso».
Recluido en más de una ocasión, Pablo conoció tanto la cárcel de Nueva Gerona como el Presidio Modelo. Estas vivencias le permitieron escribir más tarde La Isla de los 500 asesinatos y Presidio Modelo, obras en las que describió el horror que reinaba en aquellas galeras. «El Presidio traicionó a la Isla de Pinos. Su crueldad incomparable no se conformó con los hombres y se extendió al paisaje», escribió.
Pero no fue el Presidio Modelo, remedo de las cárceles norteamericanas de la época, con las construcciones circulares, el que inició la triste tradición carcelaria del territorio. Así lo ratifica Juan Colina, quien añade un nuevo nombre al hoy municipio especial: Isla de los deportados.
«En 1834 el territorio se declaró colonia penal. Para construir la ciudad, el comandante militar había venido con un cuerpo de soldados y con 14 reos, y después enviaron más. Cuando se funda Gerona, ya había alrededor de 49 o 50 presos.
«Desde nuestras luchas de independencia, muchos cubanos que conspiraban fueron enviados para acá. Aunque a partir de 1838, España había comenzado a mandar conspiradores contra la monarquía. Durante la Guerra de los Diez Años llegó a haber más de 800 deportados de distintas provincias. También vinieron alrededor de 40 mujeres condenadas por delitos comunes.
«O sea, la colonia Reina Amalia nació con la fuerza de trabajo de los presos, no de esclavos. El esclavo aquí no creó la riqueza material desde el primer momento, como sucedió en el resto del país. El dueño de esclavos más poderoso llegó a tener un poco más de cien.
«En 1872, por ejemplo, su población total no llegaba a 1 400 personas. Y ya tienes que hablar de cantidad de deportados: 400, 600 y más. Nunca dejó de haber, hasta 1899, cuando España entregó a Estados Unidos la propiedad de la Isla».
—¿Qué significó la construcción del Presidio Modelo para los pineros?
—En la época en que se construyó este penal, en los años de 1926 a 1931, la Isla comenzaba a vivir un momento muy difícil, que se extendió por toda la década del 30, la del 40 y la del 50. El Presidio era el lugar fundamental donde el pinero aspiraba a una plaza de soldado o vigilante. En el escuadrón trabajaban 120 hombres, más 82 vigilantes. Eran 200 personas».
—¿Se pagaba bien?
—No era que se pagara bien, era el trabajo que había. De un soldado vivía una familia compuesta por cuatro o cinco personas. Por eso el Presidio fue la institución más importante del territorio.
«En la década del 50, con el gobierno de Fulgencio Batista, las condiciones de esa cárcel, más la presencia de revolucionarios, van cambiando la mentalidad del pinero. Llegó a haber un movimiento revolucionario, aunque nunca como en el resto del país. Aquí se crearon dos células del Movimiento 26 de Julio. Todo fue trabajo clandestino, de apoyo a los presos».
En la avicultura, fuertemente castigada por el huracán, la Isla cifra perspectivas de desarrollo. Las playas en la Isla de La Juventud vuelven a la normalidad
La Isla de las toronjasLa principal industria del pinero había sido siempre la ganadería. Hay que subrayar la etapa de 1955 a 1959, en que la Isla fue una zona franca (área con régimen aduanero especial y diferente al del resto del territorio nacional), y la mafia neoyorquina, con la anuencia del presidente Fulgencio Batista, quería convertirla en un bulevar del Caribe. Dicho régimen arancelario fue eliminado en 1959.
«Una vez el Comandante Raúl Castro —narra Colina— dijo que aquí fue donde más rápido y fácil se implantó la Ley de Reforma Agraria. Eso fue porque había solo cinco grandes terratenientes. En el plan de desarrollo que explicó Fidel el día 7 de junio de 1959 se proponía desarrollar la ganadería, y como parte de ella, hacer un gran criadero de ganado cebú. Ya en 1960 se hicieron cinco granjas agrícolas.
«Todas eran ganaderas ante todo. Pero cuando se creó el plan especial Camilo Cienfuegos, en 1964, fue para poder emplear a los presos que estaban todavía en el penal, para su reeducación mediante el trabajo pecuario. Todas las vaquerías que se edificaron en aquel momento, las hicieron ellos. Claro, se desarrollaron otros renglones, pero fundamentalmente para el sistema de autoabastecimiento».
—¿Qué sucedió con el proyecto?
—Vino el ciclón Alma en 1966 y acabó con él. Entonces se decidió sacar a todos los reclusos de aquí, y como la cantidad de personas que vivían en la Isla no podían asumir el plan ganadero, la Revolución movilizó a la juventud cubana, le dio la tarea de venir aquí a rescatar lo perdido y avanzar mucho más.
«Y comenzó el desarrollo posterior, que ya no fue solo ganadero, sino el del cítrico, con alrededor de 5 000 caballerías, donde se llegaron a producir más de 150 000 toneladas.
«Se constituyeron 16 empresas para garantizar el agua para toda la ganadería pinera, porque llegó a haber más de 60 000 cabezas de ganado. Teníamos dos barcos, el Vía Láctea I y el Vía Láctea II, que llevaban leche para La Habana. Se construyeron cinco estaciones de bombeo y redes viales por todo el territorio. Fue un gran trabajo que hizo la juventud cubana aquí.
«Por eso cuando te reúnes con cien personas y preguntas cuántos son pineros hijos de pineros, no hay ni diez. Por ello en 1978, en el transcurso del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, el pueblo votó por el cambio de nombre de Isla de Pinos a Isla de la Juventud. Y lo decimos con todo derecho. Porque fueron los jóvenes quienes vinieron a transformar este territorio, junto con los pocos pineros que había.
«En 1970 se hizo un censo y había casi 30 000 albergados y 10 000 pineros naturales. En 1988 la cifra ascendía a 95 000 habitantes, porque había 21 000 estudiantes extranjeros aquí que comían, dormían, salían y gastaban su dinero en la calle en la Isla. Muchos maestros vinieron acá a trabajar. Había un movimiento migratorio positivo».
¿Hacia dónde va?Cuando en los años 90 Cuba sufrió la peor crisis económica de su historia después del triunfo revolucionario, la Isla de la Juventud todavía podía sobrevivir un poco mejor que el resto del país en todos los sectores.
Lo confirman personas que acostumbraban visitar aquel pequeño territorio, así como jóvenes pineros que, al llegar a la capital para cursar estudios superiores, se asombraban de los largos apagones eléctricos que oscurecían las noches habaneras, y de la «magia» a la que muchas veces tenían que acudir sus habitantes para poder sobrevivir.
Algunos pineros piensan que la situación después fue diferente. No obstante, la Isla no ha estado olvidada. Haydeé Toranzo, vicepresidenta del Consejo de Administración Municipal, y Miguel Valle, especialista de la Dirección de Economía y Planificación del Gobierno, explicaron a JR que desde julio de 2007 la dirección del país había aprobado un plan especial para revitalizar la Isla de la Juventud, fundamentalmente en la agricultura, las actividades de comercio y la reparación de escuelas.
«Este plan ya se venía cumpliendo. Se veían acciones en lo deportivo y lo cultural; la agricultura ya tenía un nivel considerable de viandas sembradas: plátano macho, yuca, malanga, boniato, maíz, rubros que casi no existían en la Isla.
«Pero solo cogimos pocas producciones, la mayoría estaban casi para cosechar cuando pasó el Gustav. Todo se perdió, además de recursos que se había asignado en fertilizantes, porque las tierras de la Isla no son buenas para cultivarlas.
«También la ganadería estaba recuperando sus vaquerías. Y se iba a empezar la crianza de pollos, que no existía. Las naves estaban preparadas, pero todo se perdió; las afectaciones son millonarias en materia económica, al igual que en la pesca, pues muchas embarcaciones marítimas sufrieron roturas.
«El huracán también nos ha deshecho la infraestructura productiva, la eléctrica y la telefónica».
—¿Cuáles eran las principales actividades que aportaban ingresos antes del ciclón?
—En la economía de divisa, las actividades que han estado aportando son la pesca, con la captura de langosta, y el turismo.
—Antes del período especial, la Isla florecía con la producción de cerámica, mármol, cítrico y ganadería. ¿Qué puede recuperarse de eso?
—En relación con la producción de cerámica está prevista la recuperación de un horno de gas más eficiente, pero sucede que ese equipamiento ya está obsoleto, con técnica de la antigua República Democrática Alemana.
«Recuperar la industria nuevamente implicaría invertir una gran cantidad de dinero en maquinaria y equipos nuevos. No obstante, no estamos parados; se produce, pero a un nivel mínimo, sobre todo para el turismo, para recuperar divisas, porque todas las materias primas se compran en moneda convertible.
«En cuanto al mármol —explica Valle—, el problema radica en su color gris, porque el mercado internacional demanda mármol blanco. De todas formas estamos produciendo una cantidad, vinculada fundamentalmente a las obras de la Batalla de Ideas. Y aquí también nos golpea el atraso de las técnicas.
«El cítrico fue nuestro principal renglón económico. A su alrededor se desarrolló el plan de escuelas en el campo, la construcción de viales, industrias para el tratamiento y proceso de la fruta, vinculada sobre todo con el extinto Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME, mecanismo de intercambio entre los países del extinto campo socialista).
«Cuando se derrumbó el socialismo en Europa del Este, el principal comprador, nos quedamos sin mercado ni financiamiento. Nos quedamos batallando conjuntamente con los compañeros del Plan de Jagüey Grande, en Matanzas, y reiniciamos el programa mediante la diversificación, de manera tal que lográramos más materia prima para la industria. Pero vino otro golpe, el de las plagas».
—¿Y la ganadería?
—Creo que ese es uno de los renglones en el que amerita la pena invertir, por lo que aporta a la alimentación, y porque aquí tenemos abundante agua. Y aunque es cierto que nos azotan ciclones frecuentemente, casi nunca el ganado —no solo el vacuno, estoy pensando también en el ovino, el caprino, y los búfalos— sufre un impacto tan grande. Es cierto que hay pérdidas, pero incluso muchas reses pueden ser aprovechadas».
—¿Qué potencialidades le permitirían a la Isla un desarrollo a mediano y largo plazo?
—Una rama que puede llegar a tener gran importancia en el territorio es la silvicultura. ¿Hasta dónde? Hasta donde dé nuestro ecosistema. La veo en dos vertientes: la producción de energía, que se está iniciando aquí con una planta pequeña en el poblado de Cocodrilo, para usar la madera en la generación de energía.
«Se está pensando en una escala mayor desde el punto de vista técnico, y montarla en otra zona, para aprovechar los forestales y hasta algunas plantas indeseables como el marabú. Esto contribuye a mantener el ecosistema, obtenemos una energía bastante limpia y va haciendo más sostenible nuestra economía, porque si genero energía, me estoy ahorrando una inversión.
«Claro que cuando pensamos en silvicultura nos vienen a la mente machete y hacha. Pero esto no puede ser así, eso tiene que llevar maquinaria y técnica moderna. Y al final esa actividad debe generar un nivel de empleo importante en el sector forestal e industrial».
—¿Turismo?
—Si no extendemos el turismo en este territorio, no veo muchas perspectivas de desarrollo. Es muy costoso traer la fuerza de trabajo desde afuera. A los trabajadores nuestros de Cayo Largo del Sur los traemos para acá cada 20 o 25 días, a ver la familia y a estar en sus casas, y se va otro grupo. Pero además, tenemos que tener allá una infraestructura de alojamiento. Y el traslado de las mercancías cuesta mucho más que cuando se hace en territorio nacional.
«Creo que hay que desarrollar el turismo aquí, dentro de la Isla. Con diferentes modalidades: con hostales, con nuestro hotel Colony, un producto turístico conocido internacionalmente, y rescatar su renombrada área de buceo. Para eso hay que ejecutar ampliaciones en su infraestructura y mejorar el acceso hacia esta, cuando sea posible. Poseemos la fuerza de trabajo y la experiencia.
«Otro elemento con el que contamos es con las aguas minero-medicinales, que se pueden vincular con el desarrollo turístico, un producto que se conoce internacionalmente. De las siete principales fuentes de aguas minero-medicinales del mundo, la Isla de la Juventud, a pesar de su pequeño espacio, tiene cuatro. Y aguas de mesa igualmente. El agua mineral La Cotorra, que se comercializaba desde antes de la Revolución, salió de aquí, de La Fe; ahí está el manantial. Su composición es muy buena.
«Debemos aprovechar la historia. Tenemos el Presidio Modelo, un lugar importante, por el que han pasado todas las generaciones revolucionarias desde 1933. Está la casa de El Abra, donde estuvo Martí, quien no fue a muchos lugares de Cuba, pero estuvo aquí para privilegio nuestro.
«Otra rama es la del tabaco, que se comenzó a producir durante el período especial. Tenemos una fábrica, y se produce una capa de calidad. Las vegas de la Isla son las terceras en cuanto a la calidad de la capa, después de las de Pinar del Río y Matanzas.
«Por cierto, la única fábrica de caolín del país está en nuestro territorio, y tiene uso en las industrias del neumático, cerámica, medicina y cosméticos. Y hay diferentes tipos de caolín: blanco, gris... El país consume grandes cantidades. Hay que pensar en modernizar en algún momento la planta que lo produce y seríamos los suministradores principales».
—No podemos obviar el transporte, que asegura el resto de las ramas productivas.
—El transporte se ha ido recuperando, con el apoyo y la organización del Ministerio de Transporte. El traslado de pasajeros hay que asegurarlo, en lo fundamental por vía marítima, que es más económica. No obviamos la aérea, pero no es la fundamental, pues su explotación es muy costosa.
—¿Con los medios que poseen ahora para la transportación marítima es suficiente?
—Cuando las embarcaciones están técnicamente bien, si no alcanzamos el ciento por ciento, al menos estamos cerca. Hemos detectado fallos en las máquinas de las embarcaciones que teníamos, y ello nos llevó a hacer gestiones con el Ministerio de Transporte para traer otra embarcación y acelerar la reparación y el mantenimiento de las otras.
«Lo importante ahora es recuperarnos, y para eso hay que ir estableciendo una escala de prioridades. Tenemos confianza en la ayuda de la dirección del país, que no nos ha faltado en momentos tan graves. Sobre todo contamos con nuestro principal tesoro, que es la gente. Una población de jóvenes y de adultos dispuestos a hacer lo que sea necesario para reconstruir.
«Igual que en los años 70, hoy estamos en una nueva etapa de rescatar lo perdido y avanzar mucho más. Y aunque sigan viniendo ciclones, aquí siempre estaremos preparados para hacerles frente».