Mientras su esposa y tres hijos eran evacuados de la vieja casa colonial que horas después perdería parte del techo, Andrés Méndez Robaina, como muchos de los hombres de Radiocuba en Pinar del Río, se encontraba al pie de las torres de radio y televisión.
En la loma de Salón, a unos 564 metros sobre el nivel del mar, está la unidad de Radiocuba que él dirige. Allí existen dos de estos colosos metálicos, imprescindibles para la comunicación en Vueltabajo.
Salón brinda servicios a San Cristóbal, Candelaria, Bahía Honda y parte de Los Palacios, además de zonas de la provincia de La Habana como Artemisa, Mariel, Guanajay, San Antonio y Caimito.
«Aquí estábamos Pepe, el especialista de Radioenlace; Pedro, de Sistemas de televisión; Jorge Luis, el agente de seguridad y protección, y yo», rememora Andrés.
«Sobre las dos de la tarde de aquel sábado terrible dejamos todo lo más protegido posible y nos retiramos para la Academia del CITMA, que queda a un kilómetro de aquí, en la misma loma. Dejamos en el aire los servicios de Cubavisión, con un grupo electrógeno.
«Los vientos comenzaron a arreciar. Sobre las seis de la tarde la señal televisiva se fue del aire y salimos bajo el agua para averiguar qué había ocurrido, porque calculábamos que aún la torre no había sido derribada.
«Efectivamente, la interrupción se debía a un corte en el servicio que viene de Televilla, en La Habana. Restablecimos los sistemas por la cadena de microondas analógica antigua, preparada para tiempo de emergencia, y volvimos a retirarnos hacia el lugar protegido.
«Las ráfagas se tornaron insoportables. Y la lluvia era una pared de remolinos que lo cegaba todo. Óigame, yo fui oficial de radionavegación de la Marina y sé lo que son las tormentas bravas en alta mar. Pero como estas rachas no las había sentido nunca. Eran más de 300 kilómetros. Y el crujir de los árboles partiéndose... Y las piedras... Todo arreciando en un turbión ensordecedor.
«Nosotros sentíamos como si la estación del CITMA, que es de mampostería y placa, la estuvieran levantando de la tierra.
«Finalmente, madrugada adentro se hizo la calma, y al amanecer el panorama de destrozos nos enfrió aún más. En el camino hasta la unidad, el espectáculos de los cientos de macurijes, majaguas, yagrumas y otros árboles centenarios que el ciclón había hecho pedazos nos entristeció muchísimo.
«Bajo una lluvia fina llegamos al centro. Presentíamos que iba a ser impactante y lo fue. La torreta de televisión cayó del cielo como un misil en el salón de monitoreo de los canales. Pero, fíjese lo que son las cosas, increíblemente no dañó un solo equipo electrónico».
Ahora tras la embestida de la naturaleza hay que recorrer el mismo camino de esfuerzo. Andrés y sus hombres han montado sistemas de transmisión provisionales en la torre que quedó en pie para intentar transmitir, a más tardar la semana próxima, Cubavisión y Tele Rebelde: los dos canales VHF. Los educativos (UHF) tardarán más.
Junto a los pinareños labora una brigada de torreros de la División de Construcción y Montaje Nacional de Radiocuba. Las horas de la noche se les han unido con el trabajo del día en el empeño por sacar la imagen lo antes posible.
También hay hombres que parecen torres.