Antes de operar, los médicos estaban seguros de enfrentarse con algo inmenso, pero nunca con un quiste de ovario de 16 libras y 35 centímetros de largo
CIEGO DE ÁVILA.— Sin haber comido, Angelina Saavedra Mirabal se sentía llena. No obstante, según contaron los familiares, su vida transcurría tranquila a pesar de lo protuberante de su abdomen. Fue tanta la insistencia de la familia, que por fin accedió a encontrarse con el médico para descubrir las causas de aquella redondez.
En el policlínico del poblado de Gaspar, en el municipio de Baraguá, le hicieron el ultrasonido y por lo que apareció en pantalla los técnicos y especialistas levantaron las cejas.
Enseguida la remitieron al Hospital Provincial Antonio Luaces Iraola, en la ciudad de Ciego de Ávila. Allí se repitió el asombro. Los doctores Ángel Alberto de Armas Puentes y Hugo Santana Echemendía se miraron al ver una señora de 63 años, tan delgada y con un vientre tan enorme.
«Parecía que estaba en una etapa final de embarazo», contó el doctor Santana. El doctor De Armas, especialista de primer grado en Ginecobstetricia, procedió a realizarle el chequeo. Explica: «Cuando se le hizo el tacto, el útero lo tenía de tamaño normal, pero de ahí nacía algo bien grande. Entonces se confirmó el diagnóstico del ultrasonido. Teníamos en consulta a una paciente con un quiste gigante de ovario».
Los cuatro alegres compadresAngelina presentaba un quiste de ovario que la biopsia postoperatoria identificó como un cistoadenoma seroso. Estos son tumores de dimensiones variables, que crecen libremente y pueden adquirir gran tamaño, al punto de desplazar de su sitio a órganos cercanos. Los ejemplos son variados y para sentarse a meditar.
La Revista de Obstetricia y Ginecología de Venezuela reportó una intervención quirúrgica realizada en 2003 en la ciudad de Maracaibo a dos pacientes, una de 17 años y otra de 21, a las que se les extirparon quistes gigantes de unos 3 000 gramos (casi seis libras y media).
En Haití, los especialistas Tania O’Reilly Jiménez, Julio Ángel Quintana González y Rafael Godoy Rivero vivieron otro asombro. En 2006, en el Hospital Universitario de La Paz, en Puerto Príncipe, llegó una joven de 19 años que parecía tener un gran embarazo. Al operar, vieron un cistoadenoma seroso que pesó 3 000 gramos y tuvo 16 centímetros de largo por 13 de ancho.
La nueva marca«En el caso de Angelina —recuerda el doctor De Armas— decidimos ingresarla al momento e iniciar las valoraciones quirúrgicas. El tamaño que se estimaba del tumor era considerable y eso, a su edad, podía conllevar a otras complicaciones».
Refiere el especialista que los tumores de ovarios son comunes, pero lo inusual es que alcancen tamaños tan desproporcionados. Cuando ocurren crecimientos importantes, en períodos cortos de tiempo, es porque existe, entre otras causas, una torsión parcial de la base del tumor; entonces la sangre pasa, no retorna y la masa del quiste se desarrolla.
«El tumor extirpado era benigno —cuenta De Armas—, y había desplazado de su lugar al estómago y las demás vísceras abdominales. Al útero lo tenía convertido en algo pequeño, era realmente un “uterito”, que debimos manipular con cuidado en medio de aquella masa de carne que afloró al hacer la incisión».
Sin embargo, pese a la frialdad del análisis, los especialistas no rehuyen la sorpresa. El doctor Santana, residente en Ginecobstetricia, confiesa que al practicarse el corte, exclamó: «¡Pero... ¿Esto qué es?!». Porque ahí estaba el quiste con sus colores oscuros y brillando bajo las luces del salón de operaciones.
En la atención a los partos, los ginecólogos reconocen que un niño de nueve libras es un formidable bebé y que la excepción de la regla, los macrofetos, pueden rondar las 12. Sin embargo aquel quiste que salía del vientre de Angelina había llegado a las grandes marcas, al menos en el caso de Cuba. Medía 35 centímetros de largo por 24 de ancho. Pero el récord estaba en su volumen. Pesaba 7 300 gramos, el equivalente a 16 libras bien medidas. Ni una más ni una menos.