Foto: Roberto Morejón Giolkys Rodríguez llegó a La Habana con apenas la muda de ropa que vestía. A los tres días ya manejaba un bicitaxi y dormía en casa de un amigo. Dos años atrás había estado en la capital como joven llamado al Servicio Militar General. Creía conocer bastante de las posibilidades que le ofrecía la ciudad, y decidió probar suerte.
«Vine a levantar cabeza y me las he arreglado como sea. He sido de todo: panadero, zapatero; he chapeado patios, cargado agua, cuidado animales... Menos robar, he hecho cualquier cosa que me dé unos pesos para seguir luchando».
Giolkys vive en el barrio Las Piedras, en el municipio de San Miguel del Padrón, muy lejos de su natal Guantánamo.
Hace algo más de un año conoció a una muchacha habanera y vive con ella. Anteriormente había estado alquilado y en ocasiones durmió donde lo sorprendió la noche.
Durante sus años como bicicletero tuvo que pagar innumerables multas por trabajar sin licencia. Pero eso nunca lo frenó. Pagaba el dinero y al otro día seguía pedaleando. Lo más difícil fue cuando en una ocasión la policía lo detuvo y le pidió los documentos de identidad. Al no tenerlos en regla, fue conducido en un ómnibus hacia su provincia natal. Al día siguiente regresó.
«Hay personas que me preguntan por qué no viro para Guantánamo. Allá tú cuentas con tu sueldo y nada más. Aquí en La Habana, aunque pases trabajo, siempre hay más posibilidades. Ahora estoy haciendo los papeles para cambiar mi dirección legalmente».
A Jorge Luis Ramos también lo cautivó la capital. Con solo 14 años se atrevió a hacer las maletas, para nunca más volver a su natal Pinar del Río. Aspiraba a tener más de lo que sus padres podían darle y era La Habana el lugar ideal para lograrlo.
«Quería hacer mi propia vida y he “arañado” la tierra para conseguirlo.
He tenido momentos duros, porque me he visto sin dinero, sin comida, solo y durmiendo en los parques. Hace unos años pude hacerme de mi casita, tener mis papeles al día, y hasta estudié para ser asistente de enfermería. Ya mi vida ha cogido un rumbo.
«Conozco historias semejantes a la mía. Como yo hay muchas personas que llegan por razones económicas, pero existen otros que vienen porque han tenido problemas en sus provincias y aquí pretenden seguir estafando y robando.
«También los hay que emigran para acercarse a su familia y otros a los que la provincia donde viven les queda chiquita para realizarse profesionalmente».
Ciudad de La Habana sigue siendo el principal punto de atracción para la gran mayoría de los cubanos que deciden mudarse. Y es que, como sucede en el resto del mundo, la gran urbe ofrece encantos —a veces sobredimensionados en el pensamiento popular— que seducen y atrapan a las personas, aunque tengan que atravesar múltiples aprietos.
Las cifras del último Censo de Población y Vivienda, realizado en 2002, muestran que la capital absorbe el 40,8 por ciento del total de los inmigrantes del resto del país.
Históricamente la población de la Isla se ha movido de oriente hacia occidente. Las principales corrientes migratorias que se establecen son cinco y van desde Santiago de Cuba, Granma, Villa Clara, Holguín y Pinar del Río, con un único destino: Ciudad de La Habana.
En Cuba, desde el triunfo del 1ro. de Enero se comenzaron a trazar políticas para reajustar las desproporciones que existían entre los diferentes territorios, lo que tuvo impacto significativo sobre las corrientes migratorias.
Pero la crisis económica detuvo las estrategias de desarrollo que llevaba el país. En medio de esas difíciles circunstancias, en los años 90 ocurrió una gran explosión demográfica en la capital, provocada por el éxodo espontáneo y desmedido desde otros territorios.
Ahora, cuando se vislumbran otras condiciones, la nación se enfrenta al reto de diseñar y aplicar nuevos instrumentos que reanimen la vida de otras localidades y reviertan esta tendencia.
El país está ante el imperativo de equilibrar los desajustes en el desarrollo territorial acumulados en estos años, y restablecer, en la medida que se recupera la economía, la política que en este sentido inauguró la Revolución.
El desarrollo local regularía en cierta medida los procesos migratorios, aseguró Alfredo Jam, director de Análisis Macroeconómico del Ministerio de Economía y Planificación. Foto: Roberto Morejón
Distorsiones heredadasLa migración interna ha sido definida por varios especialistas como un componente del crecimiento demográfico, de rápida y sensible variación en su tendencia, que impone modificaciones apreciables y a corto plazo a la distribución territorial de la población.
Según la doctora Blanca Morejón, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), tanto este proceso como la distribución territorial de la población tienen una naturaleza económica, porque han estado sujetos a la acción determinante del emplazamiento geográfico de la producción y los servicios.
«Mas otros mecanismos de naturaleza psicosocial explican la intensidad y dirección de la migración en las condiciones del socialismo, entre los que no deja de encontrarse el efecto demostrativo que todavía ejercen las áreas más urbanizadas.
«Los flujos migratorios suelen continuar incluso después de haberse satisfecho los requerimientos y necesidades de un área de desarrollo económico, pues las expectativas sociales de muchas personas prevalecen y superan los límites de las exigencias de esa área en desarrollo», precisó.
La Revolución heredó una capital cuyos moradores constituían el 21 por ciento de la población urbana, que a su vez era el 35 por ciento de la población total del país. Al alto grado de concentración de las poblaciones citadinas se oponía un elevado grado de dispersión de la población rural, donde las inversiones eran muy precarias.
Después del triunfo de enero de 1959 se orientaron medidas para el control de la metropolización y revitalización de las zonas rurales que tuvieron efecto sobre la migración, especialmente en la detención de esta en determinadas áreas y el desvío de las corrientes hacia otras regiones.
En 1966, durante el discurso por el XIII aniversario del asalto al Cuartel Moncada, Fidel hacía referencia a los propósitos de tales esfuerzos, cuando manifestaba que «si nosotros no nos ocupamos de desarrollar el interior del país, si nosotros no llevamos a cabo una política de crear condiciones que hagan agradable la vida en el interior del país, el fenómeno de querer mudarse para La Habana seguirá manteniéndose y el problema de la capital será cada vez peor».
Como resultado de una política de equilibrio capital-resto del país, la Revolución cambió las desproporciones heredadas del sistema precedente.
Las leyes de Reforma Agraria, el mejoramiento de los servicios rurales, la disminución generalizada del desempleo y las políticas de equilibrio de los ingresos de los obreros agrícolas e industriales, terminaron por crear las bases para la reducción del éxodo rural-capitalino. Además, se aplicaron el diseño y control del Plan Director de la Ciudad de La Habana y los planes de desarrollo e inversiones regionales.
En 1975 y 1980, en los dos primeros congresos del Partido, se formularon de manera precisa objetivos en materia de política migratoria y distribución territorial de las fuerzas productivas.
El segundo de estos eventos incluyó en su Informe Central, presentado por Fidel, una indicación precisa al respecto: la distribución de las fuerzas productivas debe tener como objetivo una profunda transformación de las estructuras territoriales, con una distribución más eficiente de las actividades productivas, el aprovechamiento más racional de los recursos naturales y humanos, un desarrollo más balanceado y acelerado de las provincias más atrasadas y el progresivo igualamiento en las condiciones de vida de los distintos territorios del país, la adopción de medidas de orientación de las migraciones internas y la estructuración consecuente del sistema urbano.
Tendencias revertidasLa revitalización de las ciudades medianas y pequeñas, que asumieron nuevas funciones administrativas, especialmente desde 1976; la creación de nuevos planes de desarrollo agropecuario e industrial a escala regional, y la construcción de más de 300 nuevos poblados rurales o comunidades, elevaron la importancia de los movimientos migratorios locales.
Así lo ratificó Blanca Morejón, para quien fue vital el proceso de institucionalización de esos años.
«En 1976 —comentó— se convierten en cabeceras provinciales ocho ciudades. Una capital provincial requiere servicios que no requiere una municipal. Por tanto lleva un hospital provincial, una escuela de arte, una universidad... y ese proceso de institucionalización hizo que las corrientes migratorias se acomodaran, y empezara a ser más intensa esa migración a nivel local. Las personas, en vez de ir directamente hacia La Habana, se iban para su cabecera provincial».
«Recuerdo, por ejemplo, en el Primer Congreso del Partido, un lineamiento que decía que habría provincias donde si usted desempeñaba un puesto de trabajo igual a otro de Ciudad de La Habana, a lo mejor el sueldo era más alto. Eso se hizo en la ciudad camagüeyana de Nuevitas. Se usaba el salario como estímulo para que la población se asentara allí, al igual que la posibilidad de tener una vivienda más rápidamente».
No fue casual que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) evaluara, de acuerdo con un estudio realizado por ella sobre las políticas económicas y sociales en Cuba, que «ha sido el único país de América Latina que ha revertido las tendencias prevalecientes en otras partes mediante políticas deliberadas».
La Habana no aguantaba másLa crisis económica en los más duros años del período especial impidió llevar a cabo muchas de aquellas estrategias. En medio de fuertes tensiones económicas tuvo lugar una gran migración hacia la capital.
«En aquellas condiciones —señaló Juan Carlos Alfonso, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo—, la ciudad no podía satisfacer la alta demanda de viviendas, transporte y otros servicios. No poseía una infraestructura capaz de resistir aquel flujo demográfico. Había que tomar algún tipo de medida para controlar y ordenar ese proceso».
En abril de 1997 se puso en vigor el Decreto Ley 217 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros sobre Regulaciones Migratorias Internas para Ciudad de La Habana, como medida para detener el incremento sostenido de la migración que de manera desordenada venía registrándose, y complicaba aún más la situación de su población residente.
Esta regulación, según se refleja en una investigación de la doctora Norma Montes, especialista del CEDEM, no significó en modo alguno impedir las migraciones internas hacia Ciudad de La Habana, sino controlarlas. Su aplicación no solo redujo la magnitud de los migrantes hacia el territorio, sino que de forma general impactó a todo el movimiento interno del país.
«El decreto, con su justeza económica —señaló el doctor Omar Everleny, del Centro de Estudios de la Economía Cubana—, frenó el fenómeno. Lo que pasa es que luego las personas vuelven a rearticularse y buscan la manera de llegar hasta la gran urbe. Es frecuente que el recorrido de las migraciones no se haga directamente hacia el destino final, sino de forma escalonada por otros territorios.
«Estamos conscientes de que las migraciones se acomodan al desarrollo económico, y los lugares de mayor atracción van a ser siempre los de mejores condiciones de vida. Por eso, en la misma medida en que el país se vaya recuperando, se tienen que renovar las estrategias de desarrollo proporcional de todas sus regiones, porque esta será la mejor manera de encaminar las migraciones».
Juan Carlos Alfonso ilustró la tendencia: «En el crecimiento poblacional del año 2007 se evidencia claramente la relación lineal que se establece entre población-actividad económica. Ejemplos de ello son los municipios de Morón, en Ciego de Ávila, y Rafael Freyre y Moa, de Holguín, así como Cienfuegos. En estos lugares, donde se han reanimado diversos sectores económicos, su población ha aumentado notablemente»
Las principales corrientes migratorias que se establecen son cinco y van desde Santiago de Cuba, Granma, Villa Clara, Holguín y Pinar del Río, con un único destino: Ciudad de La Habana. La capital absorbe el 40,8 por ciento del total de los inmigrantes del resto del país.
Rescatando equilibriosBlanca Morejón, especialista del Centro de Estudios Demográficos, consideró que ya se está recuperando la perspectiva que se tenía sobre este proceso demográfico.
«Tenemos un horizonte a mediano y a más largo plazo. Ya hay ciertas condiciones para volver a rescatar políticas que regulen la tendencia, sobre todo invirtiendo en los territorios más emisores».
Para Juan Carlos Alfonso, si la gente se va de un lugar a otro es por alguna razón, no por placer, «porque existe algún tipo de presión que los conduce a ello», puntualizó.
«La solución del problema pasa necesariamente por el desarrollo de las iniciativas locales. Todavía las decisiones son muy centralizadas. En la medida en que la gente participe en las producciones y en las decisiones de su entorno, va a ser más armónico el desarrollo y se va a ir regulando también la migración.
«Es una estrategia diferente a la que había antes. Todo no puede venir del centro, de la capital. Tiene que haber iniciativa municipal, tiene que haber vida municipal para que sean otras las motivaciones de su gente».
El doctor Omar Everleny insistió en que hay que ir reanimando poco a poco esos lugares, porque el recurso tiene que generarse lo más pegado a la base que sea posible y un porciento debe quedarse ahí. Las producciones y los resultados tienen que irradiar hacia el territorio.
«Hay que recuperar los polos industriales sin pretender hacer cosas gigantescas».
Al respecto, Luisa Íñiguez, investigadora del Centro de Estudios de Salud y Bienestar Humano de la Universidad de La Habana, advirtió que no se debe descuidar el hecho de que aunque sean unidades territoriales del mismo nivel, no todos los municipios son homogéneos.
«Los hay de 8 000 habitantes y otros de más de 400 000, o los tenemos de mil kilómetros cuadrados y otros de 3,2 kilómetros cuadrados. Por esta razón, a pesar de que se potencia el desarrollo local, puede que existan lugares a los que haya que ayudar durante un buen tiempo».
Los especialistas alertaron acerca de otras complejidades que pesan sobre la regulación del proceso migratorio.
«A pesar de las necesidades económicas, Cuba ha logrado un desarrollo educacional e intelectual significativo de su población. Por eso muchas veces existen contradicciones reales para quien un día salió de Yateras a formarse en la universidad y cuando regresa a trabajar, lo que encuentra no lo compensa. Son mayores los niveles de expectativas que se crean que lo que puede solucionarse», sostuvo Juan Carlos Alfonso.
Impacto de la iniciativa local«Creo que fundamentalmente nos faltan objetivos de desarrollo local, lo que incidiría fuertemente sobre las migraciones. Por ejemplo, cuando la producción de azúcar empezó a dejar de ser eficiente y desaparecieron centrales azucareros, dondequiera que esos centrales dejaron de existir, había cadenas productivas de más de 200 años y se perdieron. Los pobladores sintieron que desaparecía su fuente de empleo, y aunque les estás pagando por estudiar, su aspiración no es únicamente esa. Y empiezan a emigrar.
«Si le agregas los polos turísticos cercanos, donde hay otra oferta de empleo, el joven se va para allá. Para resolver ese problema hay que buscarle un sentido al desarrollo económico de esa localidad, que antes lo tuvo en la industria azucarera.
«Pienso que los municipios que son de corte agropecuario, por ejemplo, pueden tener un desarrollo fuerte, y no hablo solo de la producción agrícola de alimentos, sino de la industrialización de esa producción».
Así expresó Alfredo Jam, quien está al frente de la Dirección de Análisis Macroeconómico en el Ministerio de Economía y Planificación (MEP).
«El desarrollo local puede generar un encadenamiento productivo de varios territorios, que repercuta finalmente hasta en exportaciones para el país. A veces las personas piensan solo en la potencialidad específica de la zona, pero esa producción puede encadenarse a otro lugar y generarse una industria. Esto reanimaría las condiciones de vida de los territorios.
«Este proceso ocurriría sin restarle importancia a las grandes empresas nacionales, porque hay determinadas actividades que tienen que ser de subordinación nacional y que están enclavadas en territorios donde existen otras de tipo local. Ambas tienen que coexistir.
«Si definimos determinados recursos como locales, ese gobierno debe incluirlos en su programa de desarrollo. Que no es lo mismo que considerar que toda la actividad que está en el territorio, independiente de su subordinación, sea posible dirigirla desde allí.
«Creo que en la producción de alimentos se han dado pasos en este sentido. Lógicamente esos procesos no se organizan en un día, pasan por la actitud de la gente ante ese tipo de trabajo, por motivar a las personas, crear condiciones reales. Son cadenas productivas que hay que establecer.
«Hay un mundo por desarrollar en esto. El día que lo logremos, la gran preocupación entonces no serán los recursos materiales y tecnológicos, sino la gente».
—¿Por qué la gente?
—Existen jóvenes que hoy no encuentran su lugar y que abandonan sus sitios de residencia, que están pensando en otra cosa y preparándose para otro futuro.
«Es muy frecuente ir a un municipio agrícola y encontrar que no hay nadie que estudie para ser agricultor. No quieren ser ni ingenieros agrónomos, ni veterinarios... Y muchas veces hasta los mismos padres que son agricultores no desean que estudien nada relacionado con eso.
«El problema es muy complicado. Hay quien dice: “vamos a aumentar las capacidades para estudiar las carreras de Ciencias Agropecuarias”, pero que se aumenten las plazas no significa que los muchachos se interesen.
«Tienes que empezar con ese niño desde que está en primer grado a crearle vocación por esas labores, con sus mismos juguetes, sus hábitos, para que cuando crezca sienta compromiso con la realidad de su comunidad y no quiera irse de su lugar natal.
«Tenemos un poco más del 60 por ciento de la población en edad laboral. Eso es una ventaja. Claro, están pegándose más a los cuarenta y pico de años, y rápidamente se van transformando en un grupo de edad avejentado.
«Pero pocos quieren los trabajos que hay: la agricultura, la construcción... Porque son sectores que no poseen altos niveles de mecanización ni de tecnología, como para que sean atractivos. Por ejemplo, menos del diez por ciento del hormigón se bombea, hay que palearlo. Hay que transformar las condiciones de trabajo de esos sectores. Eso es un reto, tan importante como comer.
«Y no se puede olvidar el desarrollo social que hemos alcanzado. Estamos tratando con personas que cada vez son más educadas y con expectativas mayores».
—En los últimos años, el país ha llevado una migración ordenada hacia sectores laborales específicos en la capital (policías, constructores, maestros...) Muchas de esas personas después se quedan aquí. ¿No hay otra forma de resolver ese problema de Ciudad de La Habana?
—Esas son decisiones puntuales sobre carencias muy concretas. En Ciudad de La Habana hay fuerza laboral para suplir esos trabajos. Esa gente no trabaja por miles de razones.
«El primer obstáculo para que la gente acceda a las profesiones que se ofertan es la seguridad de que aquí nadie por su trabajo vive o se muere de hambre.
«Si no protegiéramos tanto al que no trabaja, estoy seguro de que tendríamos gente para eso y resolveríamos esas cosas puntuales de otra manera. Hay que ir tomando medidas que garanticen que la gente viva de su trabajo. Premiar el trabajo, lo que significa no premiar el «no trabajo».
«El exceso de protección de la sociedad ha traído como consecuencia estas cosas, e influye en que la gente se deforme y tenga conductas sociales inadecuadas. Eso hay que revisarlo, pero no hay dudas de que lo que tiene que salir privilegiado es el trabajo».
—Usted se refería a potenciar el desarrollo local. Sin embargo, las personas se quejan precisamente de la falta de autonomía de los gobiernos provinciales y municipales para disponer de sus recursos y tomar decisiones.
—En un territorio hay diferentes actores productivos, unos dependen de una empresa vertical, otros de la actividad local. Realmente tenemos un proceso de centralización excesivo en estos años debido a determinadas carencias.
«Hay un desarrollo social porque el presupuesto equilibra los gastos sociales a nivel nacional, no es por municipio. Que eso requiera un programa de desarrollo y una definición correcta de qué debe ser de patrimonio local como recurso, es otra cosa.
«Para que un municipio gobierne tendría que tener sus planes, sus objetivos de desarrollo local, definir antes qué es local y qué no, así como fijar cuáles son sus atribuciones y hasta dónde pueden llegar.
«En la misma medida en que ellos tengan un programa con esos objetivos, podrán defenderlo».
Migraciones en cifras
Según el Censo de Población y Vivienda realizado en 2002, la cifra total de migrantes interprovinciales (de toda la vida) es de 1 692 012, o sea, el 15 por ciento de la población nativa total.
Son significativas las corrientes migratorias que se originan entre provincias limítrofes, proporción que al-
canza la tercera parte de la movilidad total interprovincial, y que demuestra que la migración es más intensa en la medida en que es menor la distancia que se debe recorrer.
Las mujeres representan el 53 por ciento del total de los migrantes interprovinciales. Dicho de otro modo, por cada cien féminas que se mudan a otra provincia, 89 hombres hacen lo mismo.
El porcentaje de nativos de cada provincia que residen allí, va desde un 68 por ciento en el caso de la capital, hasta un 96 por ciento de naturales en Pinar del Río y un 94 por ciento en Guantánamo. Estos valores indican, en el primer caso, que la capital ejerce un gran poder de atracción para los migrantes, mientras que Pinar y Guantánamo no son nada llamativos.
En sentido general, los mayores porcentajes de población nativa residiendo en su municipio natal tienden a concentrarse en la porción más oriental del país y de hecho en aquellos con menor nivel de desarrollo relativo, los que resultan poco atractivos para que alguien de afuera se asiente allí.
Por el contrario, los municipios que son asiento de cabeceras provinciales se caracterizan por poseer porcentajes relativamente más bajos de población nativa, debido a su papel de centro de atracción para el resto de la población que reside en los restantes territorios de esa provincia.
Se aprecia que las provincias que muestran saldos migratorios positivos (lugares que reciben más personas que las que emiten), son ordenadas según valor decreciente de dicho saldo, son: Ciudad de La Habana, La Habana, Camagüey, Ciego de Ávila, Isla de la Juventud y Matanzas. Las provincias con saldos migratorios interprovinciales negativos mayores según orden descendiente son: Granma, Santiago de Cuba, Guantánamo, Holguín y Villa Clara, seguidas por Pinar del Río, Las Tunas, Sancti Spíritus y Cienfuegos.