Las horas que Yury Valdés Balbín vivió hace años en el central Haití, de Camagüey, fueron insuperables. Mientras estaba entre quienes inmunizaban a un niño de dos meses para protegerlo de las enfermedades causadas por el Haemophilus Influenzae tipo b, sabía que en las afueras del recinto donde se acometía el experimento clínico esperaba, machete en mano, el padre de la criatura. «El hombre estaba dispuesto a todo. Si las reacciones de la vacuna hubieran sido adversas...».
Para este joven de 31 años, graduado de Licenciatura en Química, nada podría compararse hasta el sol de hoy, en términos de realización personal y valor, con aquel suceso. Ni siquiera los libros más codiciables, ni todos juntos, «ni la Guía de béisbol, deporte que me fascina».
Quienes vivieron esa experiencia sintieron un estremecimiento que no llegó a ser tan intenso ni siquiera cuando probaron en sus cuerpos la vacuna que habían obtenido. «Porque no hay como sentir que se hizo algo grande por los demás».
Yury Valdés trabaja en el Centro de Estudios de Antígenos Sintéticos, perteneciente a la Facultad de Química de la Universidad de La Habana, cuyo Comité de Base de la Juventud Comunista recibió este 4 de Abril la Bandera de Honor que otorga la UJC a los centros donde los jóvenes tienen gran protagonismo y ostentan resultados nacidos del esfuerzo incesante.
Buscando las razones que sustentan el reconocimiento, estos reporteros llegaron al espacio donde lo primero que marca es el olor de los productos medicinales, y después, hacia lo profundo del alma, la vitalidad de un universo habitado por jóvenes amantes del trabajo, soñadores de un país donde cada vez sean más quienes les den sentido al empeño individual como parte de la suerte colectiva.
Donde tan bien se está...«Primero me gradué como técnico de nivel medio en Química y durante toda la carrera he estado de cierto modo vinculado al centro. ¿Por qué no me hallo en otro lugar? Desde que llegué —de casualidad, por unas Brigadas Estudiantiles de Trabajo (BET)— percibí un ambiente de pasión por la ciencia, por lo que se hacía, de satisfacción personal por ser útiles a la sociedad. No conozco muchos otros lugares como este. Tengo la preocupación de que en otros sitios los jóvenes no se exigen mucho a sí mismos. Quisiera que esa tendencia no se incrementara. A veces percibo que algunos prefieren irse por la vía económica más beneficiosa.
«El fruto más grande de mi trabajo es la admiración que sienten mi familia, mi pareja y mis amigos —incluso los que decidieron no trabajar en un lugar como este— por lo que hago. Creo que los patrones de consumismo que en los últimos años se entronizaron en nuestra sociedad influyeron en muchas personas a la hora de elegir un camino, de decidir si venían o no a un centro como este. La satisfacción que tenemos es que lo que hacemos sirve para salvar vidas. Nos entregamos contra reloj. Cada día de trabajo que perdamos es un día más en que alguien necesitado no se beneficia.
«Estamos desarrollando una posible vacuna contra el cáncer de mama. Pudiera tener otras aplicaciones. Eso me reporta el orgullo de pertenecer a un colectivo que lucha contra un mal que pudiera dañar a mi madre, mi abuela, mi novia, o a una futura hija. Continuar... así es como interpreto el compromiso de haber recibido la Bandera de Honor». (Abel Regalado Calderín, 25 años, estudiante de quinto año de Licenciatura en Química)
RecuentoEl próximo mes de noviembre el centro cumplirá 25 años. En 1989 se inició el proyecto de obtención de la vacuna contra el Haemophilus Influenzae tipo b. El afán atravesó los tiempos críticos del período especial. En aquellas horas de largos apagones muchos especialistas emigraron a otros lugares. El año 2000 abrió las puertas a la etapa de los ensayos clínicos; y para 2003, al cabo de 14 años, estaban listas las conclusiones de la investigación y se presentó el producto comercial.
El comité de base, organizado en el laboratorio desde el año 2001, había entendido la trascendencia de emplearse a fondo en el trabajo científico. En la fase final del proyecto de la vacuna los jóvenes del Centro de Estudios de Antígenos Sintéticos, junto a estudiantes de la Universidad de La Habana, jóvenes del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) y de otros lugares, fueron los primeros seres humanos en someterse al ensayo clínico y probar el producto. Después fueron vacunados centenares de niños de 4 y 5 años en la provincia de Camagüey, y por último tocó el turno a más de mil lactantes de dos meses —población diana de las patologías asociadas al Haemophilus Influenzae. Aquellas jornadas acontecidas entre los años 2001 y 2002 son rememoradas con especial cariño por quienes las vivieron.
Condición sin retroceso«Esta tarea nuestra de hacer vacunas, de crear medicamentos para salvar vidas, es la causa más noble que nos incentiva a trabajar. Es una labor bonita, y muy sacrificada. Tenemos un horario que no es de consagración, pero eso es relativo, porque cuando son las seis de la tarde y las reacciones químicas no han terminado alguien tiene que quedarse; cuando es fin de semana y los productos no pueden esperar hasta el lunes, porque se echarían a perder, alguien tiene que estar en el laboratorio. Nos sentimos muy comprometidos». (Yudit Molina Izquierdo, 30 años, graduada de Ingeniería Química)
Al igual que sus compañeros, Yudit Molina, Janoi Chang y Yury Valdés, encuentran en el trabajo un camino de realización. «Tengo mis gustos como todos los demás: me encanta irme por toda Cuba, de guerrillas. Pero cuando estoy fuera del centro o en él, vivo pensando en cómo hacer mejor mi trabajo. He adquirido una particular identidad con el centro, y me siento parte de cada logro». (Raine Garrido Arteaga, 29 años, licenciado en Química)
«Al salir de aquí hacemos lo mismo que todo el mundo: vamos a fiestas, tenemos familias, salimos a pasear. Pero lo cierto es que el trabajo absorbe la mayor parte del tiempo. Tenemos horario de conciencia. Estamos convencidos de que solo con esfuerzo tendremos resultados. Martí, por ejemplo, era un gran trabajador. Solo así pudo haber escrito tantas páginas. Para mí es preocupante que un grupo de jóvenes no haya interiorizado el valor de esforzarse.
«Con la Bandera de Honor pasa como cuando alguien es campeón olímpico. Es una condición que ya no pueden quitarte. Puede que nunca más la alcances, pero estará siempre en tu aval». (Yury Valdés Balbín)
«La bandera nos la ganamos por todo el trabajo desplegado en los últimos años. Ha sido una entrega ardua, sobre todo de los que estuvieron antes de mí, en años anteriores. No tenemos horario de consagración establecido, pero sí voluntario. Trabajamos horas extras los sábados, y los domingos también, si hace falta». (Marisel Martínez Pérez, 26 años, graduada de Ciencias Farmacéuticas)
El méritoEn el mundo existe la vacuna comercial contra el Haemophilus Influenzae. Cuba la adquiría en el mercado internacional por altos precios que no dejaban de ascender. Cuando la Isla logró producir su propio medicamento y además exportarlo, las cosas cambiaron radicalmente. Los que obraron esa maravilla, y los que llegaron después, hablan amorosamente del episodio, como si estuviera sucediendo ahora.
El mérito científico de la vacuna es que constituye la primera y única de su tipo en el mundo obtenida a partir de un antígeno sintético —sustancia obtenida por síntesis química, que sirve para crear vacunas conjugadas, cuyo destino final son los niños.
Claroscuro«Hay gente que se queda. Las hay que se van. Así pasa en muchos lugares. Estamos en una sociedad compleja. Los hay que emigran a otros centros en busca de mayor comodidad, remuneración mayor o buscando una vía más fácil en el sentido de no tener que consagrarse, no tener que venir los fines de semana. En el caso de los que se quedan estoy yo. Llevo once años en el mismo lugar. Los proyectos en los cuales trabajamos son para salvar vidas. Cada paso es un compromiso que se establece con la sociedad y el país. El sentido del comité de base está en asegurar y empujar para que cada trabajo llegue a su fin. Eso es más importante que si el comité tiene más o menos actividades, o es más o menos conocido. Para nosotros no hay nada más relevante que evitar que un niño contraiga neumonía o meningitis». (Roberto Carlos Veloso Pita, 32 años, licenciado en Química)
«El noventa por ciento de los trabajadores de este centro son jóvenes. Ellos han tenido mucho que ver en cada logro, además de la dirección del centro. Para mí ser destacado se traduce en hacer algo que pueda tener algún impacto en la sociedad, en resolver algún problema. Ese es el mayor mérito que nosotros como investigadores podemos tener: que nuestro resultado sea aplicable, generar un producto biotecnológico que pueda insertarse dentro del sistema nacional de Salud. Dedicamos más o menos el 80 por ciento de nuestras vidas a estar en el laboratorio, a generar resultados. Quien venga creyendo que aquí se trabaja por dinero se equivocó de lugar. Lo que marca nuestra diferencia es la satisfacción espiritual por estar haciendo lo que nos gusta, y saber que eso impactará directamente a nivel de sociedad». (Luis Peña Icart, 32 años, graduado de Ciencias Farmacéuticas)
«Soy estudiante de quinto año y se me escucha como un investigador más. He tenido responsabilidades muy grandes, como participar en la obtención de una vacuna. Como estudiante piensas que jamás te llegará ese momento. Somos muchachos normales, muy cubanos, como los otros de la sociedad. Vamos a fiestas; hacemos chistes; me gusta practicar deportes... Heredé el sentido del sacrificio de mis compañeros. A veces veo a jóvenes de mi edad que no tienen ese valor incorporado; veo personas que se esfuerzan y sacrifican para que las cosas salgan adelante, y otras en posiciones que no deberían ser. Hasta hoy me aplico una máxima que no me falla: si una cosa está bien, hazla mejor; y si está mejor, perfecciónala. Ese es también el pensamiento del comité de base, y así obtiene resultados». (Gerson Hernández Acevedo, 23 años, estudiante de quinto año de Microbiología)
Dedicación«Este es el departamento de Síntesis Orgánica —explica Abel Regalado Calderín—; lo que obtenemos aquí son antígenos sintéticos con el fin de hacer vacunas. ¿Qué es un antígeno?: una sustancia que el organismo puede reconocer y ante la cual es capaz de levantar una respuesta inmunológica». El muchacho continúa su explicación, detalle a detalle, sobre los pasos que se operan en el laboratorio para obtener los productos deseados.
Habla de la lucha contra el cáncer, de todos los requisitos imprescindibles para lograr una sustancia en medio de un clima tan húmedo como el de la Isla; y no obvia la preocupación por obtener medicamentos confiables, cuyos destinos son muchas veces los cuerpecitos frágiles de los niños. El muchacho, como los demás de este lugar, es muy seguro mientras lleva el diálogo; trasunta reconcentración, conocimiento, autoestima alta, y un apego asombroso al espacio donde reinan los matraces, los tubos transparentes, los goteos y artefactos de medición. Al muchacho se le va el tiempo aquí, pero no parece preocuparle.
Igual se siente muy unida al centro Gemma Vinent González, de 30 años: «Estoy estudiando ya el sexto año de la carrera de Ingeniería Química, a través del curso para trabajadores. Este es el único centro donde he laborado. Empecé como adiestrada».
Las cosas de la vidaLa sociedad cubana del futuro, según reflexionaron los jóvenes entrevistados, mejorará en dependencia del esfuerzo de quienes la habitan. Fotos: Albert Perera Castro, Calixto N. Llanes «Aquí también hablamos fuerte sobre la situación del país. Discutimos bastante. Es duro, por ejemplo, que uno trabaje como promedio 12, 13 horas diarias en algo que puede decidir sobre la vida de muchas personas en el futuro, y que cuando vaya a algún lugar, necesitado de un servicio, encuentre colas largas, y en estas, a aquellos que sobornan para ser los primeros. Nos preocupan temas como el esparcimiento, la violencia, la corrupción como manifestación que podría dañarnos mucho a la larga... No puede ser que al salir a la calle nos sintamos apabullados por las circunstancias. Estamos muy inconformes con cosas que suceden y no nos parecen correctas, pero inconformes desde la posición de defender esta sociedad». (Yury Valdés)
«La ciencia que se hace aquí es una cosa que me priva. Llevo dos años de graduado, pero prácticamente todo el período de estudiante lo pasé aquí. Desde el segundo año de la carrera estoy vinculado de una forma u otra al centro. Tuve otras opciones de trabajo, pero me gustó estar aquí. Prácticamente entro a las ocho de la mañana y no suelo salir a las cinco de la tarde, sino que permanezco hasta la medianoche. A esa hora me marcho a la casa, y al día siguiente vuelvo a estar a las ocho de la mañana. El trabajo me llena, me satisface lo que hago. Eso explica que siga viniendo cada día, que salga a la calle y me monte en un ómnibus —por suerte el transporte está mejorando. A veces cuando veo a tantas personas paseando, divirtiéndose, tantos caminando por la Universidad o por la calle 23, me digo: Yo también quiero hacer lo mismo. Pasear bastante, disfrutar. Pero después vuelve a mí la idea del trabajo y mis deseos de seguirme esforzando. Vuelvo a sentirme inspirado para volver al centro. Aunque, por supuesto, no descarto mis aspiraciones de ir a un cine, una discoteca, a un lugar cuyo precio resulta inalcanzable en estos momentos. Muchas personas no se dan cuenta de que, para que suban los salarios y mejore nuestra vida social, es preciso esforzarse, no preferir los caminos fáciles, trabajar duro. A veces veo un gran número de personas en la calle y me pregunto: ¿Producen o no producen? Si son más los que no producen, es imposible que el país pueda avanzar». (Michel Pila Falcón, 27 años, licenciado en Química)
«Casi todos los resultados que se han obtenido aquí son palpables en la sociedad. Creo que ese espíritu de poder aportar es lo que más ha enganchado a la gente en este lugar. Ese es el sentido que yo quisiera para la Cuba del futuro: que todos intentaran trabajar de la manera más consciente. Si no trabajamos todos unidos, no podremos mejorar la economía, tan importante para que el país pueda subir su nivel. Tenemos cosas muy claras: está generalizado el pensamiento según el cual no queremos ser colonia de nadie. Nos gusta ser libres, mover los hilos de nuestro propio destino. Somos antiimperialistas. Lo que tenemos que hacer es empujar para que el país tenga un nivel determinado, el que todo el mundo desea. Un país donde no haya problemas con la luz, con el transporte, donde todo el mundo pueda trabajar y el salario alcance para cubrir las necesidades. Y eso se puede alcanzar —y a lo mejor estoy soñando— si todos se sacrifican pensando que tendrán beneficios para él y para todos». (Janoi Chang Calderín, 32 años, licenciado en Ciencias Farmacéuticas)