Foto: Garal La neblina invade las montañas y los valles. El gran astro baña con sus rayos el inmenso paisaje, y el murmullo de los árboles y el trinar de las aves comienzan a mover la existencia.
Entre el follaje hay vida, la respiración se hace cada vez más rápida y cada mirada es una orden. Son las fuerzas de una pequeña unidad de infantería ligera de montaña del territorio central, hombres y mujeres de campo.
Como afirma Orlando Carrazana, nacieron, viven y están dispuestos a dar la vida por su Patria, por su hogar, por la obra que edificaron con sus manos los abuelos, padres y hermanos.
Aparece la aviación enemiga, explosiones, el olor a pólvora se esparce... El enemigo trata de tomar con sus efectivos los principales accesos a esa zona.
Pero los invasores desconocen que están a punto de caer en la primera emboscada. Corazones cubanos, la tropa confundida dentro de la vegetación lanza el grito de ¡Venceremos!
La sorpresa da el golpe efectivo. La acción es apoyada por todo el dispositivo defensivo del territorio, el Ministerio del Interior, las Brigadas de Producción y Defensa y las Tropas Especiales populares.
Comienza la dispersión de los intrusos. El caudal de fuego es superior, accionan con energía las fuerzas y los medios.
Sufren nuevas bajas, desorientación. Cambian la estrategia y buscan refugio en el bosque. Introducen las reservas antes de tiempo... Desconocen que los montañeses, que dominan palmo a palmo cada trillo, vereda, aguada, cueva en el terreno, los esperan para el golpe final.
El silencio vuelve a interrumpirse. Se vuelan los caminos, los lanzacohetes y los francotiradores ocasionan nuevas bajas y la resistencia cede, dice Carrazana.
Aquí ondea firme la Bandera Cubana, mientras la voz de Victoria recorre el lomerío en una hermosa mañana, como parte del Ejercicio Moncada 2007.