SANTA CLARA.— Luego de emplear casi una hora para encontrar el lugar donde estaba desplegada una parte de las unidades para la defensa antiaérea, nos percatamos que funcionó el enmascaramiento. Nuestro práctico sabía solo la referencia de la zona en la que estaban acantonadas, pero no el lugar específico.
En esta área, prácticamente despoblada, indagamos con las personas que transitaban por el camino y, para sorpresa nuestra, nadie había visto pasar los vehículos, y mucho menos apreciado el movimiento de las tropas. Al final, alguien que ejercía como custodio de un área, previa identificación, indicó el probable lugar que buscábamos.
No nos quedó más remedio que reírnos, pues pasamos anteriormente muy cerca del sitio. El Puesto de Mando exhibía un camuflaje de lujo, a tal punto que solo se filtraban unos rayitos de sol bajo aquel techo de tapizado natural.
Cuando llegamos, el jefe de la tropa, con tono pausado pero enérgico, planteaba las misiones para enfrentar y aniquilar un posible desembarco aerotransportado cerca de la ciudad de Santa Clara, con la utilización de helicópteros para el trasiego de las tropas de asalto, apoyados por patrullas aéreas de combate. Las órdenes las describía sobre un gran mapa en el que todos tenían la vista fija, a pesar de conocer cada recoveco de aquel terreno y, por momentos, les recordaba a sus subordinados algún que otro detalle de la geografía del lugar, que podía ser útil en función de batir al enemigo.
La plana mayor y jefes de las pequeñas unidades, tras conocer las intenciones del enemigo y recibir las misiones para crear una emboscada integral de defensa antiaérea, indagaron con el jefe de las tropas por uno u otro detalle o se esclarecieron alguna duda. La suerte del enemigo se acababa de decidir.
El más velozEl sargento de segunda Sandri Molina Cuba se siente orgulloso de su grupo de combate. Y le asiste razón, porque son los más rápidos en estar listos para realizar el tiro. En cinco años que llevan en esa especialidad jamás fallaron un disparo; siempre los cohetes han hecho añicos los blancos.
Su destreza la avala bien el hecho de que en el Ejército Central resultan los más rápidos en emplazar la rampa para realizar el tiro y desmontarla, una cuestión vital.
Sandri Molina sonríe cuando uno indaga cómo logran tal resultado. «Para ello solo se necesita dedicación y que cada cual haga lo que le corresponde y domine a la perfección su trabajo específico. Pero te voy a confesar algo: Estoy seguro que cuando sea real lo haremos con más prontitud todavía».