La alegría revoluciona la atención médica en el servicio territorial de Oncohematología pediátrica del Oriente cubano
Santiago de Cuba.— «Para payaso, yo», decía el abuelo, un español que levantó finca en La Güira de Matahambre. «En mi familia, el payaso soy yo». Y el pobre Manolito debió renunciar a sus sueños de estudiar arte circense en la Unión Soviética.
Desde muchacho le gustaba ese mundo. Nadie como él mantenía un palo de escoba en equilibrio en la nariz. En el preuniversitario reafirmó su vocación, pero contradecir a la familia era entrar en la jaula del león. En la universidad participó en cuanto festival de aficionados o espectáculo artístico se organizara. Su dominio de las variedades y la soltura en escena hicieron dudar a muchos sobre su condición de estudiante de Medicina.
«Pensaban que era un artista o un ex alumno de alguna escuela de circo», recuerda el doctor Manuel Verdecia Jarque, ajeno entonces a que la vida le reservaba una gran oportunidad. De cualquier manera, guardó una carta bajo la manga.
A mal tiempo...Treinta años tiene ya el servicio territorial de Oncohematologia pediátrica, que funciona en el hospital Infantil Sur, de Santiago de Cuba, y al que acuden pacientes de toda la región oriental.
En la institución se reportan cada año entre 40 y 45 nuevos casos de cáncer; pero el pasado año el registro ascendió a 62.
«Junto a una atención médica altamente calificada, el niño con cáncer exige un apoyo psicológico especial», dice el doctor Verdecia, único especialista en Oncopediatría de la provincia.
«En este paciente se afecta seriamente su proceso de inserción escolar, y está sometido al riesgo de segundas neoplasias y a las complicaciones propias del tratamiento...
«Imagínese una joven a punto de cumplir 15 años con alopecia (pérdida parcial o total de cabello) como consecuencia de la quimioterapia», ejemplifica.
Y la familia, principal soporte emocional y psicológico, también vive inseguridades y miedos con respecto a la evolución y futuro del paciente.
En el servicio de Oncohematología del hospital Infantil Sur se atiende a niños y adolescentes de comunidades urbanas como la misma ciudad de Santiago, o rurales e intrincadas como la granmense Buey Arriba, e incluso más serranas.
«Soy un cirquero frustrado», reconoce el doctor Manuel Verdecia Jarque. Los pacientes disfrutan de pase los fines de semana y algunos permanecen hospitalizados muchos meses.
La leucemia es la principal causa de cáncer infanto-juvenil, pero se reportan también tumores en el sistema nervioso central, sarcomas de partes blandas y óseas, retinoblastomas... causados por factores genéticos o hereditarios, trastornos inmunológicos o infecciones.
Enfermos y familiares enfrentan momentos muy difíciles y necesitan un médico positivo, honesto, comprensivo, accesible, comunicativo, bien informado y capaz de percibir las necesidades de cada uno de ellos.
Un profesional así es un pilar en el equilibrio emocional del paciente y sus allegados, en la mejoría de su estado de ánimo y, por consiguiente, en la respuesta favorable al tratamiento.
Es entonces cuando saca el conejo de su sombrero el doctor Verdecia, coordinador del proyecto Cruzada de la alegría, sustentado en los efectos benéficos que provoca la risa en el ser humano, más si está enfermo.
Buena CaraLa risa alivia los dolores ¡Quién no quisiera un médico así! «Un corazón alegre es buen remedio...» (Libro de los Proverbios). La risa es importante para la salud, dijo en el siglo XVI el humanista inglés Richard Mulcaster, al tiempo que su contemporáneo, el médico francés Francois Rabelais, aconsejaba a sus pacientes: La risa es lo mejor del ser humano.
Desde 1970, el doctor Patch Adams ha revolucionado la atención médica en varios hospitales de Estados Unidos con la aplicación de la terapia de la risa.
Gracias al estímulo y colaboración de este peculiar científico y de otros amigos norteamericanos y colombianos —donantes de material fílmico, textos, trajes de payaso y accesorios— la atención a los niños con cáncer resulta una fiesta cada miércoles y viernes en el hospital Infantil Sur.
—¡Kikirikí! —se anuncia el médico.
—¡Canta el gallo! —responde un niñito, y su carita se ilumina. Es que el doctor Verdecia acaba de llegar y va a pasar visita.
Una niña está demasiado seria. Amaneció con la nalga torcida, dice la mamá. Pero a las payasadas no hay quien se resista. Porque este médico es gracioso, y cae en gracia.
Le pone una nariz punzó, le tira una foto y le hace una mueca. Y despierta la sonrisa. Entonces todos revolotean a su alrededor.
Danielito adora a su doctor. «Los niños se espantan solo de ver una bata blanca», revela el médico. «Vestido de payaso o en bata verde les hago de todo y no lloran. Es muy importante que no estén tristes».
Mediante la risa se pretende que el paciente centre su atención en ideas y situaciones positivas y que se aleje del efecto inmunodepresivo de las emociones negativas.
«Científicamente se ha comprobado que la risa, la carcajada, alivia dolores y ayuda a eliminar estrés, ansiedad, depresión y colesterol; y favorece el sueño y el funcionamiento de los sistemas cardiovascular y respiratorio.
«Nos aporta aceptación, comprensión, alegría, relajación, abre los sentidos y ayuda a transformar nuestras pautas mentales. Recientes estudios sobre la capacidad de las carcajadas indican que mientras reímos liberamos endorfinas, responsables en gran parte de la sensación de bienestar».
La Cruzada de la alegría apenas tiene antecedentes conocidos en Cuba. Si acaso, las visitas de Patch Adams a hospitales capitalinos, algunos intentos con niños nefróticos en el hospital Infantil Norte santiaguero, o la participación de payasos en fiestas que no pocos colectivos laborales ofrecen a los pequeños ingresados en la sala de Oncohematología del Infantil Sur y otros sitios similares del país.
Por eso uno de sus objetivos del proyecto es extender la risoterapia a los servicios de Oncología pediátrica de Holguín, Camagüey, Villa Clara, Ciudad de La Habana y Pinar del Río.
—¿Existen otros médicos dispuestos a vestirse de payasos?
—Aún no, pero no soy el único atrevido.
—Los adultos también necesitan reír más...
La sala de Oncohematología se ilumina cada miércoles y viernes con la Cruzada de la alegría.
—Pensamos extender las experiencias a otros servicios del hospital, quizá Neurocirugía, y a otros centros de la provincia, pediátricos o de adultos. Y queremos salir a la calle, porque la risa también es necesaria a la gente sana.«Nos hace falta sumar a payasos profesionales y otras muchas personas que crean que la alegría es importante y cura».
Como el común de los cubanos, el doctor Verdecia encuentra en la cotidianidad su principal fuente de humor y vida. Habla y ríe con estrépito... «porque me crié con una abuela hipoacúsica».
Adereza con el cancionero criollo sus continuos refranes y chanzas. «Dime la verdad que la mentira la invento yo», y ríe sabroso.
La Cruzada de la alegría será evaluada dentro de seis meses por un grupo multidisciplinario, en el cual resultarán decisivos los criterios de psicólogos.
Los expertos diagnosticarán los estados afectivos, a partir de métodos y técnicas específicas —observación, dibujo libre, composición, exposición de los diez deseos y entrevistas— y así podrá revelarse el impacto de la terapia de la risa en el estado emocional y el bienestar general de pacientes y familiares.
«Esta enfermedad debe verse como una más entre las crónicas no transmisibles. Podemos aprender a vivir con ella e incluso curarla, en dependencia de su localización, momento del diagnóstico y tratamiento», apunta el doctor Verdecia, aún en su traje colorido.
La institución asistencial santiaguera apuesta por curar el tumor, o controlarlo aunque no desaparezca, y siempre mejorar la calidad de vida del niño enfermo y prolongar su supervivencia.
En ese combate diario por la esperanza se emplean todos los tratamientos aplicables en Cuba, .Y a partir de ahora, uno más: reír.