Cayo Loco, sede de la Jefatura del Distrito Naval. Foto: Archivo de Granma El silencio de la madrugada de aquel 5 de septiembre de 1957, se quebraba con las voces de los combatientes que irrumpían en la vieja fortaleza de El Cayo. En Cienfuegos no se habían recibido noticias de la suspensión del alzamiento y a esa hora el plan estaba ya en plena ejecución.
En esta ciudad, como en La Habana, se unieron varios procesos conspirativos que se desarrollaron en Cuba prácticamente con independencia uno de otro hasta esa fecha. Antes del desembarco del Granma, el Movimiento 26 de Julio había hecho contacto con un pequeño grupo de clases y alistados de la Base Naval cienfueguera, quienes trataban de promover un alzamiento que permitiera, junto a la acción de las milicias, ocupar la ciudad y las armas de ese enclave militar para abrir un frente guerrillero en la Sierra del Escambray.
Se registraron varios intentos: uno fue el 1ro. de noviembre de 1956 y después en abril de 1957, los cuales no se ejecutaron, así como otro nuevo alzamiento previsto para el 28 de mayo, que se frustró por la detención de 35 combatientes del 26 de Julio sorprendidos cuando estaban acuartelados en una casa en Cienfuegos. Después de esta situación el dirigente del 26 de Julio en esa ciudad, Emilio Aragonés, se vio obligado a exilarse y la Dirección del Movimiento queda en manos de Pedro Antonio «Totico» Aragonés. También formaban parte de este ejecutivo Miguel Merino y Raúl Coll, quienes se vieron en la necesidad de pasar al clandestinaje.
La población cienfueguera pidió armas para incorporarse a la lucha. Foto: Editora Política
Por otra parte, un grupo de oficiales jóvenes de la Marina de Guerra conspiraba casi desde el mismo golpe de Estado del 10 de marzo de 1952. Entre estos figuraban Juan M. Castiñeiras, Rolando Díaz Aztaraín, Dionisio San Román y Rolando Fernández Saborit. Algunos de ellos al final son licenciados de la Marina de Guerra; mientras quedaron en activo oficiales como Tirso Virgos, Ollarzábal y otros.A mediados de 1957 delegan en Fernández Saborit la misión de entrevistarse en Santiago de Cuba con Frank País, dirigente del Movimiento.
Otro grupo de conspiradores de la línea de acción y sabotaje del 26 de Julio en La Habana desarrollaban contactos desde principios de 1957 con algunos oficiales de las Fuerzas Armadas.
Para junio de ese año se encuentran comprometidos: el ex teniente Sotolongo, del ejército, y el piloto Álvaro Prendes de la Fuerza Aérea, además de otros oficiales del ejército de Pinar del Río y algunos dentro de la Policía Motorizada.
Después de la segunda reunión de Saborit con Frank País se comienzan a perfilar algunos acuerdos organizativos. Saborit hace contacto con Haydée Santamaría en La Habana y luego se reúnen en J y 23 con Aldo Vera, Jorge Valdés Miranda y otros participantes del Grupo de Acción y Sabotaje del Movimiento en la capital.
Julio Camacho Aguilera. Foto: Santiago Calero Con posterioridad se entrevista con Faustino Pérez, quien tras salir de la cárcel había asumido la dirección del M-26-7 en la capital. Este se reúne a su vez con Aldo Vera y Valdés Miranda, en un local de la Compañía Lechera, en Luyanó.
Gonzalo Miranda, que tiene conocimiento de los planes de acción en Cienfuegos, por intermedio de Miguel Merino, hizo contacto con el grupo de Aldo Vera, que también se había entrevistado con Dionisio San Román. De esta manera se ha unido inicialmente la conspiración de Cienfuegos a los otros planes conspirativos de La Habana. Para precisar las acciones futuras se cita a una reunión en La Bodeguita del Medio, en la que participan entre otros Saborit, San Román, Merino y Raúl Coll.
En la primera quincena de agosto se convoca a un nuevo encuentro en el pueblo de Jamaica, cerca de la ciudad de La Habana, a la que asisten René Rodríguez, Valdés Miranda, Saborit, San Román, Prendes, Sotolongo y otros complotados. En ella se analiza el plan general del levantamiento de Santiago y La Habana y la posible incorporación de Cienfuegos.
Acciones propuestas
Embarcación Guardacostas. La línea general del plan insurreccional estaba concebida a partir de que fuera definida la fecha para la acción. Ese día una unidad naval zarparía del puerto de La Habana y efectuaría varios disparos contra el Estado Mayor de la Marina en el Castillo de la Punta y al Palacio Presidencial. Se contaría con la seguridad de que la Fortaleza de la Cabaña no haría fuego sobre el buque; seguidamente los oficiales complotados sublevarían a los oficiales y marinos de otras unidades y juntos se colocarían en el litoral frente a las playas de La Habana y Marianao y amenazarían con cañonear el Estado Mayor del Ejército en Columbia; mientras tanto, la aviación conjurada despegaría y amenazaría también con bombardear y ametrallar Columbia. En caso necesario se ejecutaría el bombardeo.
Por supuesto, el cañoneo inicial sería la señal para entrar en acción los grupos del 26 de Julio, los cuales tomarían la CMQ (estación de radio y televisión) y los policías complotados ocuparían la Motorizada, estaciones de policía, ministerios y otros objetivos.
Este plan se fue complicando a partir de la incorporación progresiva de otros factores: algunos oficiales del Regimiento de Tanques en Columbia, oficiales y cadetes de la Escuela Naval del Mariel y seguidores del coronel Barquín, una de las figuras prominentes que conspiraban contra Batista dentro del ejército.
En Santiago de Cuba la sublevación de la fragata Máximo Gómez y la toma del Distrito Naval, con el bombardeo al Moncada por la aviación de La Marina y los grupos de acción de la milicia del 26 de Julio, serían los planes para rendir la plaza.
En La Habana la conspiración se fue ampliando de una manera asombrosa con la incorporación de nuevos elementos. Saborit captó a Jorge Caíñas Sierra, en la Academia del Mariel; este invitó al comandante Andrés González Lines. Los nuevos conspiradores sostuvieron otras reuniones; en una de ellas González Lines capta a Miguel Pons Goizueta, comandante del Baire (buque de guerra) quien después anunciará la llegada de dos altos oficiales, los coroneles Juarrero y Driggs.
Faustino convoca el 30 de agosto a otra reunión para ultimar los preparativos, a la que asiste el Comandante del Movimiento 26 de Julio René Ramos Latour, así como Castiñeiras, Valdés Miranda y otros miembros involucrados en la conspiración. Ese mismo día Saborit es detenido y Castiñeiras asume el mando con los elementos complotados de la Marina. La fecha acordada inicialmente para las acciones fue el 3 de septiembre pero luego fueron aplazadas para el día 5.
Ratifican los planes
Las milicias armadas, la población y los soldados incorporados al levantamiento establecieron defensas en torno al parque José Martí, el Ayuntamiento y el colegio San Lorenzo para detener el avance del ejército de la dictadura. Fotos: Granma y Editora Política El día 4, Julio Camacho se entrevista con Faustino. Se confirman los planes de alzamiento con la participación de la Base Naval de Cienfuegos. Camacho es designado responsable por el Movimiento de las acciones y Dionisio San Román, como jefe militar para la toma de la Jefatura del Distrito Naval en Cayo Loco.
Camacho y San Román se encuentran y parten al anochecer hacia Cienfuegos. Esa misma tarde, en La Habana, dentro del ambiente de las celebraciones del 4 de septiembre, fiesta oficial de la dictadura, coinciden en el Arsenal de Casa Blanca varios oficiales navales comprometidos con la conspiración y allí alguien informa que Juarrero y Driggs habían planteado su inconformidad con la hora para el día siguiente. González Lines, apoyado por Pons Goizueta, logra imponer el criterio de que la acción debe ser aplazada por lo menos dos días y se toma el acuerdo de avisar a los demás oficiales complotados, a Castiñeiras y a otros. (Algunos testimoniantes sostienen que estas decisiones obedecían a elementos extraños a la conspiración).
Cuando en la noche del día 4 le comunican a Castiñeiras la suspensión de la fecha de alzamiento, este no acepta la decisión porque la considera unilateral y da la orden de que localicen a González Lines. En horas de la madrugada logra hablar por teléfono con él, pero este ratifica que ya todos los conspiradores han sido avisados, inclusive los del interior.
Castiñeiras no puede establecer contacto con los compañeros del 26 hasta horas de la mañana del día 5. En Cienfuegos no se han recibido noticias del aplazamiento y a esa hora el plan estaba en plena ejecución. En la bahía de La Habana, no se ha ejecutado la acción, por lo tanto no se han disparado los cañonazos del buque de la Marina. Los grupos del
M-26-7 se han reunido en los lugares convenidos. Los comprometidos en Columbia han acudido a la cita. Los pilotos están listos.
En Santiago de Cuba los detalles del plan no se habían podido precisar, por lo que no ocurre nada; mientras tanto en Cienfuegos, abandonada a su suerte por culpa del aviso que no llegó oportunamente, el pueblo, junto a los marinos, combate heroicamente.
El Estado Mayor de la Marina acuartela a sus unidades navales; el ejército y la aviación están en la misma situación. La policía estrecha la vigilancia. A los pilotos se les ordena partir hacia Cienfuegos con el objetivo de bombardear la Base Naval. Los pilotos comprometidos en la conspiración hacen un simulacro de ametrallamiento, las bombas caen en el agua y regresan a su base. En la noche del día 4, Camacho, San Román y Merino habían salido de La Habana. Camacho sigue hacia Santa Clara para luego continuar hacia Cienfuegos. Los otros dos compañeros ya han llegado a esta ciudad en la madrugada del día 5 y contactan con el cabo Ríos para comenzar el plan de alzamiento. A las 02:00 horas, junto a otros marinos complotados, entran en Cayo Loco y ocupan el Puesto de Guardia y las postas. Se ha dado la orden de movilización a las milicias del 26. Camacho, San Román y otros compañeros del Movimiento ocupan el Cayo, y hacen prisionero al jefe del Distrito Naval, coronel Comesañas, así como a otros oficiales y marinos que no se unen al levantamiento.
Comienzan a llegar los combatientes del Movimiento 26 de Julio y se les distribuyen las armas. El pueblo cienfueguero reclama su derecho a combatir y se les entrega también el armamento. Camacho imparte las primeras órdenes, mientras en el patio, San Román arenga al personal insurrecto. Se organiza la salida para cumplir distintas misiones: el primer grupo debe capturar al comandante Eugenio Fernández, jefe del cuartel de la Guardia Rural, y se envían otros destacamentos a ocupar la jefatura de la Policía y a la Policía Marítima. Un grupo va a la estación de radio, al correo y al telégrafo. Sobre las ocho de la mañana ha fracasado la captura del coronel jefe del escuadrón del ejército, que ha logrado evadir a las fuerzas revolucionarias. En el Parque Martí se han tomado posiciones y se combate contra la jefatura de la Policía. El grupo que fue a la policía marítima logra ocuparla y reparte las armas al pueblo, que acude a reclamarlas. Los policías presos son trasladados a la cárcel de El Cayo. Otro grupo tiene un encuentro con una perseguidora antes de llegar al cuartel, en el que caen algunos policías muertos, toman prisioneros en otras pequeñas acciones y deciden regresar a El Cayo a entregarlos.
Bombardero B-26.
Los combatientes repelen el ataque de un avión Catalina, de la Marina, y más tarde de un cazabombardero B-26. La jefatura de la Policía ha pedido una tregua antes de rendirse, la cual le conceden, y la utiliza para comunicarse y pedir auxilio a Santa Clara. El cuartel de la Guardia Rural está rodeado por fuerzas insurgentes, pero logra comunicarse con el Regimiento para pedir un apoyo. El teniente Rosell, oficial de guardia del escuadrón del ejército, establece comunicación con Camacho con la idea de rendirse, pero desde Santa Clara prometen refuerzos y comienza el acuartelamiento del Tercio Táctico y su envío a Cienfuegos.Cerca de las 09:00 horas la Dirección del Movimiento tiene información de la situación militar en el país. Como el Puesto de Mando estaba situado en el cuarto de la telegrafía, se han interceptado las comunicaciones del enemigo por Santa Clara. Se conoce también que La Habana está tranquila. Al recibir estas noticias, Camacho insiste con San Román en reunir sus fuerzas y partir rumbo a la Sierra del Escambray, que eran los planes originales del movimiento 26 de Julio. San Román no acepta esa variante e impone su mando, al parecer en espera del alzamiento en la capital, en cumplimiento de los planes originales. Ordena arrancar los motores del guardacostas 101, atracado en el muelle de El Cayo, y cursa un radiograma a La Habana en el que solicita recibir órdenes del coronel jefe del levantamiento y lo firma el coronel Comesañas, jefe del Distrito; con este ardid pretendía recibir una información exacta de las condiciones en que está La Habana. Sobre las diez de la mañana se envía un grupo en una lancha a ocupar el Castillo de Jagua, en la desembocadura de la bahía, pero la operación fracasa. Por otra parte, se sitúa una ametralladora calibre 50 frente a la Jefatura de la Policía y después de varias ráfagas esta se rinde.
En breve tiempo se recibe en el guardacostas 101 la confirmación de que no ha ocurrido el levantamiento en La Habana; poco después San Román embarca y ordena zarpar, alegando que va al encuentro de la fragata Máximo Gómez. Al percatarse Camacho de la salida de San Román trata de establecer comunicación con el guardacostas para que regrese, pero no obtiene respuesta.
Las fuerzas del Tercio Táctico de Santa Clara, unidas a los soldados del escuadrón de la Guardia Rural, avanzan por distintas calles hacia el centro de la ciudad. Los combatientes revolucionarios se atrincheran en los edificios que circundan al Parque Martí y ocupan posiciones en algunas calles cercanas. Se entabla el combate y el enemigo se ve obligado a replegarse después de sufrir cuantiosas bajas y caer en una bien preparada emboscada.
Por ferrocarril se acercan tanques del Regimiento Blindado 10 de Marzo, fuerza enviada desde el Campamento de Columbia en La Habana. La aviación reanuda un ametrallamiento masivo de la ciudad.
Caza F-47. Alrededor de la una de la tarde, una escuadrilla de aviones caza F-47 se dirige a Cienfuegos y cruza sobre el guardacostas 101. San Román desde un principio le ha planteado al comandante de la nave que ponga rumbo hacia un lugar donde puedan exiliarse, maniobra que se considera imposible de ejecutar porque la aviación los hundiría fácilmente. Ante esta situación, y para evitar más pérdidas de vidas con marinos que no son enemigos, San Román le pide al Jefe del Guardacostas que le comunique a La Habana que lo lleva a él preso a bordo.
Hidroavión Catalina. Como respuesta, el comandante de la nave recibe la orden de que le amarre un ancla en las piernas a San Román y lo lance al mar, situación que el oficial rehúsa cumplir. Momentos después, otro radiograma de La Habana le comunica que un avión Catalina recogerá al prisionero. El guardacostas entra de nuevo a la bahía y fondea cerca de Cayo Carenas, no muy distante de la cañonera 22.
La situación se hace cada vez más crítica, tanto en la ciudad como en El Cayo. El ejército se mueve con tanquetas T-17. Los combatientes civiles y los marinos han reforzado sus posiciones defensivas, pero el ejército ha recibido tropas de Camagüey y de Matanzas. El jefe de El Cayo manda los últimos recursos en hombres y armamento de que disponen.
Tanqueta T-17 Como la situación en El Cayo es insostenible, Camacho ordena a las fuerzas sitiadas abandonarlo y deciden salir por mar hacia algún punto de la costa que les permita alcanzar el Escambray. El intento fracasa y regresan a la ciudad, donde logran esconderse hasta la noche.
Alrededor de las seis de la tarde, amariza junto al guardacostas 101 el hidroavión Catalina que viene a recoger a San Román, quien se encuentra amarrado, después de ser rescatado del mar, adonde se lanzó para huir. Fue transportado a La Habana y allí fue torturado, asesinado y se hizo desaparecer su cadáver.
El asalto a las posiciones rebeldes se inicia alrededor de las seis de la tarde; se combate sin tregua toda esa madrugada y el día siguiente; los revolucionarios fueron héroes que lucharon hasta la última gota de sangre.
La ciudad cayó de nuevo en manos del enemigo; en el cementerio fueron enterrados 37 combatientes (11 civiles y 26 marinos) y 13 cadáveres sin identificar, para un total de 50 mártires que dieron sus vidas por ver triunfar la Revolución.
Cienfuegos, heroica y valiente, entró a paso de gigante en la historia revolucionaria de Cuba.
*Investigador de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.