CONOCIDA por su delicioso sabor, la miel es una sustancia de elevados niveles proteicos, que presenta poderes curativos muy eficaces, probados científicamente.
Según investigaciones recientes, el consumo diario de miel es una fuente de energía y aumenta el flujo sanguíneo, combatiendo los trastornos del ritmo cardiaco. Tiene, además, propiedades diuréticas y es muy útil cuando el organismo está descompensado.
Igualmente es expectorante y antibiótica, seda las afecciones de garganta, el asma, y durante los estados gripales los especialistas recomiendan mucho su mezcla con el zumo de limón para elevar las defensas del cuerpo.
Para el aparato digestivo, la miel ayuda a la secreción de las glándulas y los movimientos peristálticos (contracciones a lo largo de los intestinos para impulsar los materiales de la digestión), y puede impedir el desarrollo de bacterias nocivas y los procesos de fermentación. Alivia las úlceras gástricas y regula el funcionamiento intestinal, e incluso funciona como laxante.
Por las propiedades antes mencionadas, también favorece la eliminación de grasas en el hígado y se ha comprobado que puede calmar la excitación de aquellas personas que desean dejar el alcohol.
En la menopausia muchos especialistas la recomiendan como estimulante hormonal; y para prevenir los dolores menstruales los especialistas aconsejan tomarla con infusiones de tilo días antes del período de sangramiento.
La miel posee además una acción insulínica al favorecer la utilización y el paso de la glucosa a la célula, sobre todo a las del corazón y los músculos.
Los investigadores la recomiendan como un sustituto seguro de la glucosa. Además, el alto contenido de azúcares posibilita que pueda ser usada para promover la absorción de sodio y agua en el intestino.
Otra de las aplicaciones beneficiosas de este maravilloso regalo de la naturaleza es su utilización como ungüento en heridas, porque no es irritable, ni tóxica, y es estéril, bactericida, nutritiva, fácilmente aplicable y más confortable que otros ungüentos.