La llegada de los catamaranes alivió la travesía entre la Isla grande y la menor. NUEVA GERONA.— Quedan en el recuerdo; pero no en la nostalgia. Porque los pineros enseguida levantan las cejas cuando le mencionan la palabra viaje y los años duros del período especial.
«Aquello no era fácil», nos confiesa Maikel, un joven. «Te montabas en unos barcos que se demoraban seis horas en salir de Batabanó y llegar al puerto».
Criterios similares se recogieron durante un recorrido de JR por esta isla sureña. Durante la década de 1990, la flota de 14 lanchas —los cometas, que tanto bien hicieron— comenzó a colapsar. Al final del camino solo quedaban dos, y su vacío se fue llenando con varios barcos, entre ellos el Océano y el Comandante Pinares.
«Subíamos y el viaje se hacía a como fuera. En asientos apretados, la gente bien pegada. Si llovía, nos mojábamos, y si aparecía la marejada, pues también nos empapábamos», contaron varios de los entrevistados.
En los momentos más críticos, la única conexión con la isla grande fue a través del avión, aunque el viaje estuviera teñido con las esperas infinitas en la oficina de reservación.
Sin embargo, hoy todo quiere cambiar. La llegada de los catamaranes Río Júcaro y Río Las Casas, como parte de las cuantiosas inversiones en medios de transporte que realiza el país, comienza a lanzar al baúl de los recuerdos los viajes del infortunio.
Asientos confortables, climatización, proyección de películas durante el viaje, entre otras, son algunas de las mejoras introducidas en el servicio de transportación con los catamaranes. Ahora se viaja con comodidad, climatización, desde el asiento se puede ver una película... De seis horas por mar, la travesía se redujo a dos y media aproximadamente. No obstante, y pese a la mejoría, el pinero aún tiene algunas cosas que decir.
QUE REGRESE LA MERIENDACuando se menciona el servicio de catamarán, todos los entrevistados reconocen que ha sido una gran mejoría. Yunia Figueredo, de 32 años y funcionaria de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, valora de positivo el confort y la rapidez con que se realiza el viaje.
«Yo diría que casi se ha resuelto el problema», expresa, y cuando se le pregunta por lo que falta, dice: «Que regrese la merienda a bordo y se mejore la oferta de alimentos que se brinda en las terminales de Nueva Gerona y Batabanó».
«Reconocemos que ese es un punto débil que tenemos en el servicio», señala Carlos Caboverde, director de la Unidad Empresarial de Base Viamar, una de las responsabilizadas con la transportación de pasajeros en estas embarcaciones.
Tanto Caboverde como Elia Margarita Parra, directora de la Unidad Empresarial de Base Viajeros, coinciden en que si se quiere dar un servicio de alimentación óptimo, debe incorporarse el concepto con que la Aeronáutica Civil ofrece sus alimentos en aeropuertos.
OTRAS SUGERENCIASA pesar de los cambios a bordo, hoy la Terminal de Batabanó no luce sus mejores galas. Al desembarcar del catamarán, por ejemplo, los reporteros de JR comprobaron que no existen señalizaciones que guíen a los pasajeros a la salida, por lo que corren el riesgo de perderse; en muchas partes las paredes muestran las huellas de la erosión y el lugar, en general, podría mostrar una ambientación más agradable.
«La práctica indica que hay que ser cuidadosos con los viajeros de catamarán. Ellos tienen que hacer esperas prolongadas y trayectos largos para llegar a su destino. Por ahí puede estar la causa por la que se muestren muy susceptibles en este medio de transporte», expresan los capitanes Jorge Gómez y José Rafael Ameijeiras Viltres.
De acuerdo con las autoridades del Transporte en la Isla, deberán realizarse mejoras en el sistema de reservación. Entre otras, llevar a tres meses de antelación el plazo para comprar el boleto, en lugar de 30 días, como se hacía antes; y el servicio de reservaciones llegue a poblados distantes como La Fe y La Demajagua, para que los habitantes de esas zonas no tengan que viajar a Nueva Gerona solo para reservar.
Sin embargo, otros puntos polémicos quedarán en suspenso. Uno de ellos será el precio de los pasajes. El director Carlos Caboverde no aprecia que estos puedan mostrar una baja en el futuro.
«Si se sacara el costo de lo que se tiene que invertir en el servicio, el precio de los boletos del catamarán superaría fácilmente los cien pesos. Hoy el pasajero solo paga un 20 por ciento del valor de transportación; el resto se subsidia, y el transporte por mar es costoso», explica.
No obstante, el servicio tiene otros lunares que no saltan tanto a la vista de los pasajeros y no son responsabilidad de las Unidades Empresariales Viajeros y Viamar, y sí de los encargados de la administración del muelle de Nueva Gerona.
En conversación con las tripulaciones de los catamaranes y durante un recorrido por el muelle, se apreció que es pobre el sistema de iluminado, lo que dificulta el desembarco de los pasajeros en horario nocturno. También la existencia de una sola toma de agua para todas las embarcaciones que se arrimen al puerto, lo cual crea tensiones para habilitar los catamaranes y lograr que estos se encuentren listos en su hora de salida.
Con todo, la travesía por el Estrecho de Batabanó ya no es igual. Un joven y corpulento tripulante del catamarán Río Júcaro conversa con los reporteros durante el viaje de dos horas y media. «Pueden quedar detalles —nos dice—, pero los días difíciles ya quedaron atrás.»