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Bomberos relatan sus experiencias

El Cuerpo de Bomberos de Cuba cumple 310 años

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Miles de jóvenes bomberos en el país arriesgan su vida diariamente por salvar la de muchas personas. Foto: Franklin Reyes Fue en Villa Clara donde se registró la más antigua acción de extinción de incendios. Cuentan que los vecinos de esta floreciente villa se vieron en la necesidad de organizar este servicio previendo tales accidentes.

Este hecho ocurrió a finales del año 1696, fecha que marcó el nacimiento oficial de la historia del Cuerpo de Bomberos en Cuba.

A 310 años de su creación, jóvenes del Comando 1 de la Unidad de Bomberos del municipio capitalino de La Habana Vieja cuentan anécdotas impresionantes de su vida de bomberos.

Exentos de palabras anodinas, estos intrépidos muchachos comentan sobre las vivencias que tuvieron en acciones de prevención y extinción de incendios, y en operaciones de salvamento y rescate.

BOMBERO, BOMBERO...

Integrantes del Comando 1 de la Unidad de Bomberos de la capital.

«El yate estaba incendiado. Llegamos y había un compañero atrapado. Él lo estaba limpiando cuando ocurrió la explosión, y le fue imposible salir. Tenía muchas lesiones, pero entramos y lo rescatamos en 20 minutos».

Deybis Rodríguez, de apenas 19 años, rememora así su primer rescate. Nunca lo podrá olvidar, porque esta experiencia inicial tuvo lugar en plena combustión. El incidente ocurrió en Tarará, al oeste de la capital, en el conocido Circuito Azul de La Habana. El joven lleva más de un año en el Comando 1, radicado en la calle Corrales, de La Habana Vieja, y ha participado en incendios de gran categoría. Pero el que ocurrió en la refinería Ñico López, todavía le provoca nerviosismo, por lo peligroso que resultó. «Mi familia nunca pensó que yo llegara a estar en un Comando como este. Está muy orgullosa de mi labor. Y a mí aún me sigue latiendo bien fuerte el corazón cada vez que suena la campana y nos montamos en el carro para dar un nuevo servicio. Siempre es gratificante ayudar a las personas y a la sociedad en su conjunto».

A Osmel Rodríguez Trujillo, chofer del equipo de bomberos del mismo Comando capitalino, le satisface el reconocimiento del pueblo, que los aplaude cada vez que apagan un incendio.

Reconoce que tuvo que aprender lentamente a maniobrar el carro de bomberos, ya que el proceso requirió de interés y responsabilidad para alcanzar las habilidades.

«Aún me sigo impresionando cada vez que suena la campana; ahora mismo estamos conversando, y si se activa tenemos que movilizarnos, porque algo sucedió y ahí tenemos que estar combatiendo las llamas», confiesa Osmel.

Alji Odel Paneque Guevara tiene solo 20 años y admite que hace más de uno cuando comenzó su vida de bombero, sintió un poco de temor cuando se enfrentó a las primeras llamas, pero se adaptó rápidamente gracias a la ayuda del colectivo y de sus superiores. «Desde pequeño me gustó ser bombero, pero nunca pude integrar un círculo de interés de esa especialidad. Luego, cuando dije en mi casa que iba a hacer el servicio militar como bombero mi mamá puso el grito en el cielo y mi novia se preocupó mucho. Ahora ya están acostumbradas.

Entre tantas acciones en las que ha participado —en un día ha tenido que salir hasta diez veces— Paneque tiene una grabada en su memoria: el incendio de la droguería Johnson, en el municipio de La Habana Vieja.

El foco del incendio de la farmacia se originó en el dispensario, donde se preparaban sustancias como alcanfor y mentol, entre otros.

«Aquel siniestro alcanzó escala 105, lo que significa que fue de gran magnitud. Cuando llegamos, las llamas cubrían todo el edifico y el humo no nos permitía divisar nada. Estuvimos cinco horas para apagarlo completamente, pero no hubo ningún lesionado».

DESAFIANDO EL PELIGRO

«Había una gran concentración de humo que no nos dejaba llegar al noveno piso, y aún no se había encontrado el foco del incendio.

«Estábamos dos jefes de compañía; mi compañero hizo el despliegue de mangueras de la parte superior hacia abajo, y yo me dediqué a explorar el sitio para ver si descubría el foco.

«Teníamos muy poco tiempo cuando encontramos el lugar donde se originó el incendio; entonces cogimos los extintores para hacer una nube de polvo y sofocar las llamas».

Maykel Pacheco, jefe de compañía del Comando 1, lleva la convicción de bomberos desde niño.

Así describe el jefe de compañía del Comando 1, Maykel Pacheco, el incendio de regulares proporciones en el noveno piso del Edificio del Ministerio de Comercio Exterior, el cual hizo arder la estructura de madera y el falso techo, provocando afectaciones en 17 oficinas.

Maykel lleva la vocación desde muy pequeño. Cuando estaba en sexto grado de la primaria José Martí, en el municipio de Playa, comenzó a dar sus primeros pasos como bombero.

«Empecé en un círculo de interés; participábamos en las actividades internas del Comando 8, en los ejercicios de despliegue de mangueras, técnicas de nudos... hasta que tuvimos la edad suficiente para salir con el jefe de compañía, y allí, como auxiliares, comenzamos a desempeñarnos en el terreno. En el año 1994, con 18 años, fue que me hice bombero».

DE NACIMIENTO

Nació para ser bombero. Y de los buenos. No lo dice nunca, pero lo demuestra diariamente, que es mejor. A los 17 años se puso por primera vez traje y casco especial para apagar un fuego, y hace casi 15 años que esa riesgosa profesión es parte inseparable de su vida.

Su modestia le impide expresarlo, pero ha ayudado a extinguir más de 700 incendios y el pasado año fue seleccionado el mejor bombero del país. Y por si fuera poco, hace solo unos días recibió la Medalla de Servicio Distinguido por su impecable trayectoria.

Noel Silva García fue seleccionado el mejor bombero del país el pasado año.

Es el primer teniente y jefe de compañía Noel Silva García, quien con su ejemplo se ganó el respeto de sus subordinados. Estos aseguran que lo seguirán siempre sin importarles la altura de las llamas, ni la extensión del incendio.

Noel transitó por todos los cargos de la vida militar para llegar a ser jefe de compañía. Empezó como bombero y ahora tiene la responsabilidad de atender los incendios que ocurran en los densamente poblados municipios de Centro Habana y La Habana Vieja.

«Uno llega y no sabe cuántas veces tiene que salir como un ciclón a sofocar un incendio en alguna parte. Esta es una tarea muy riesgosa. Ningún día es normal en esta profesión», agrega el oficial de 31 años.

«Para ser buen bombero hay que llevarlo en el alma y en la sangre. Tenemos que estar convencidos de que el buen cumplimiento de una misión puede salvar varias vidas humanas y evitar el sufrimiento de mucha gente», asegura Noel Silva

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