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La música de la década prodigiosa aun cautiva a los jóvenes cubanos

En medio del reguetón y otros «ritmos calientes», algunas provincias reabren las puertas a la música de los años 60

Autor:

Juventud Rebelde

«Eva María se fue buscando el sol en la playa...», tararea el público, visiblemente derramado en sentimientos, mientras da palmas al compás del grupo estrella en el escenario.

«Globos rojos te compraré...», irrumpe otro tema, y algunos jóvenes estallan de euforia al fondo del salón, donde un lumínico titila su referencia explícita a The Beatles.

«Yesterday, all my troubles seemed so far away...», esparce el altavoz, y Eugenio se lleva instintivamente las manos a la cabeza. Suspira entonces, al palparse en lugar de la copiosa melena unas exiguas canas que apenas rebasan la altura de su nuca.

A la entrada del salón, los mismísimos John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison «disfrutan» por igual de la descarga de los noctámbulos, pese a cierta expresión pétrea reflejada en sus rostros.

Pero ni aquel hombre, ni los muchachos gozosos del fondo, ni siquiera los cuatro «monstruos» de la música, viven la escena desde un sótano inglés. Están en Cuba, en la Caverna de los Beatles, recinto gastronómico de Holguín donde hace más de dos años se le hacen odas en vivo, y entre cócteles, a la llamada década prodigiosa.

En estos tiempos de reguetones y ritmos «calientes» puede que alguien pegue el grito en el cielo ante la existencia de un local así. Pero no es, ni mucho menos, el único.

A unos 80 kilómetros del lugar, en la ciudad de Bayamo, vive en todo su esplendor, con una gigantesca pantalla para video y otras cuatro esculturas a tamaño natural de los míticos británicos, el espacioso centro recreativo The Beatles, inaugurado en enero de 2006.

Ambos locales surgieron, para el sano esparcimiento, de la mano de agrupaciones que desde hacía varios años se dedicaban por entero al rescate de estas melodías de cuatro décadas atrás.

También, quizá, por la imperiosa necesidad de traer al presente letras y armonías más espirituales o reposadas, en medio de una época catalogada por algunos como de «textos demasiado vacíos y sonidos machacones, agresivos, repetitivos». Tal vez por eso sus propósitos caen, de un modo u otro, en una ligera contradicción con la modernidad...

¿AGUJAS EN UN PAJAR?

La sorpresa fue mayúscula. En lugar del coreado cuento de que los jóvenes de hoy están solo para las sacudidas y no para la música «romanticona», estos reporteros chocaron con una realidad algo increíble: cientos de mozalbetes, mezclados con no pocos cincuentones, disfrutaron con frenesí del primer festival Arañando la nostalgia, realizado hace varios meses en plazas de Holguín.

El evento contó con disertaciones teóricas sobre aquella era y reunió a solistas y grupos de diversas partes del país, como Los Modis, Bouquet, Fórmula Gemes, Cubayán, Recuerdo.com, Imagen 4, Retorno, S.O.S, Los Beltas, Mephisto y Corazón del Caribe.

Partiendo de ese antecedente de asombro, este equipo realizó durante semanas una encuesta a jóvenes de distintas ocupaciones —de 15 a 25 años de edad— residentes en las capitales provinciales de Granma y Holguín. De ellos, el 80 por ciento aceptó su gusto por las melodías de la década prodigiosa.

«Son preciosas en el ritmo y la letra» (Yadilis Leonor, 24 años). «Crecí oyéndolas de mis padres, y son como una conexión con los tiempos en que ellos eran jóvenes» (Dairis Zamora, 21 años). «Creo que nunca han pasado de moda, especialmente los Beatles, quienes no han tenido comparación», (Elisa Serrano, 20 años).

Otros fueron menos apasionados: «Funcionan para una ocasión determinada, para enamorar, pero no en una descarga» (Yailín, 20 años). «Algunas me gustan mucho, otras son para viejos» (Emilio, 15 años).

Los primeros puntos de vista reflejados se emparentan de forma mágica con un aula de la secundaria básica Enrique J. Varona, de Holguín, y el profesor integral Pedro Antonio Rodríguez, de 52 años de edad.

En ese recinto, JR indagó tímidamente, para que los alumnos mencionaran intérpretes y títulos de la época, y la realidad abrumó: todos levantaron la mano.

Paul Anka, Juan y Junior, Leonardo Fabio, Los Diablos, Los Brincos, The Beatles, Nino Bravo, Los Fórmula V, Los Cinco Latinos y Estrella Rabal, Julio Iglesias, Los Pasteles Verdes, Los Zafiros, Benny Moré y Roberto Carlos, estuvieron en la lista de cantores citados entre tarareos.

«Yo no les impongo nada: Solo me esmero en inyectarles la espiritualidad necesaria para que puedan identificar una letra chatarra de otras que no hay que escucharlas dos veces para hacerlas propias... Para darse cuenta que estuvieron inspiradas en lo más puro de los sentimientos», refiere Pedro.

En el grupo 1C4 del colindante Politécnico Pedro Díaz Coello, varios advirtieron que la difusión de este tipo de música quedó relegada a apenas unos programas de la radio nacional o local, y conseguir un casete o un CD es algo solo posible en el mercado subterráneo.

Sin dejar de aceptar que gustan también de los más variados ritmos actuales, aseguraron que entre sus compañeros no faltan quienes enseguida les pondrían el cartelito de anacrónicos a los apegados a la Década.

«Sí, existen tabúes», opina Suleika Martínez, de 18 años. «Alguien puede llegar a “sonar” diferente si no acepta por completo la hegemonía del reguetón o del hip hop».

Estas consideraciones se enlazan con uno de los resultados paradójicos de la encuesta: tras ratificar confidencialmente su apego a la música de la Década prodigiosa, la mayoría de los cuestionados replicó de forma negativa a la pregunta: ¿Crees que al resto de tu generación le guste esa música?

La causa tal vez esté, como apunta el sociólogo bayamés Noel Lara Sarmiento, en que funciona a escala personal una vieja leyenda, fundada en las repeticiones: todos los de una época son iguales.

Lo cierto es que detrás de tal «absolutización» puede incurrirse en un desliz: el de la pereza a la hora de la necesaria mirada atrás.

DIAL TRUNCO

Sucede que la Década de 1960 a 1970 no solo resultó prodigiosa melódicamente. También lo fue en lo social, lo científico, lo político... En todo caso, la música estuvo entre una de las tantas vías para expresar el espíritu de aquel tiempo, que marcó para siempre al género humano.

«No puede existir hoy sin ayer: Es algo intrínseco de la humanidad, y por eso es natural que con cierta frecuencia en la historia se viaje al pasado y haya vaivenes o retornos».

Estas son algunas de las valiosas reflexiones de Senobio Hernández, investigador del Centro Provincial de la Música en Holguín, quien no encuentra nada de extravagante en esos deleites por lo pretérito.

«Lo sucedido con The Beatles, y más tarde con aquella saga de formatos y estilos, no ha tenido precedentes. Emplearon una fórmula que perdura y perdurará para bien del arte musical: la fusión de una gran diversidad de fuentes y estilos para crear timbres melódicos nuevos».

Pero nuestro entrevistado se detiene en un detalle interesante: El hecho de que, contrario a lo que vivimos hoy, en cada etapa musical anterior —y sobre todo en aquella— confluyeron varias opciones o corrientes. «Convivían entonces la balada en Italia, el rock and roll en Norteamérica, el bossa nova en Brasil y el mambo y el cha cha chá cubanos... En nuestro país llegó a disfrutarse además del bolero y el son.

«Aunque cada tiempo tiene su música, de lo que adolecemos en esta época es de esa necesaria diversidad. Es algo que se ha perdido, tal vez en buena medida, por aquello de la globalización o evolución de las tecnologías, o sencillamente por la inercia.

«En casa, al margen de las polémicas en torno al hip hop o el reguetón, a lo que deberíamos asistir es a una paridad de oportunidades para disfrutar de cualquier estilo, bien en su modo tradicional, o bien por asimilación de lo más representativo de lo moderno.

«Basta que se les den los espacios esperados, tanto para la concurrencia como dentro de la discografía o la radio», agregó Hernández. «Sería también, en buena medida, un justo modo, no solo para contribuir a la formación o el enriquecimiento del gusto musical y estético individual, sino también para aprender a respetar a aquellos que difieren de los nuestros».

Y aunque el cordón teórico es largo y tendido, y el ser humano no podrá vivir solo de nostalgias, esos son detalles que debieran y pudieran leerse, más allá de «Imagine all the people...» o de una Eva que se fue con ligereza a tomar sol en la playa.

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