Fotos: Calixto N. Llanes
El amor entre el ser humano y la naturaleza puede expresarse de las maneras más curiosas e inusitadas. Hace unos días una llamada telefónica a nuestro diario develó cómo gracias a un simple gesto de ayuda, especies silvestres pueden convertirse también en grandes amigos del hombre.
Xiomara García, una vecina del capitalino municipio del Cerro, relataba cómo una pareja de totíes se ha convertido en la mascota de su hogar, desde que ella salvó la vida de su pichón, tras el «pedido» de las propias aves.
En el balcón de su apartamento, situado en un segundo piso, este equipo de JR comprobó cómo los pájaros alimentan a su cría, guardada cuidadosamente en una cesta, sin importarles en lo más mínimo nuestra presencia ni asustarse ante la cámara fotográfica. Le traían insectos, o recogían granos de arroz cocinado que nuestra anfitriona ponía en el balcón, y se los colocaban en el pico a su retoño.
«Hace más de un año —relató Xiomara a esta reportera— se les cayó un pichoncito. Unos niños lo encontraron en el piso, y los totíes se pusieron como locos a graznar. Yo les pedí que me lo dieran, que lo iba a salvar. Entonces le hice una jaula con la tapa de un ventilador y lo metí adentro a ver qué pasaba, aunque no estaba segura de que resultaría.
«Ahí lo tuve más de un mes. En ese tiempo los padres venían y le traían comida, y nunca mostraron miedo, ni a mí ni a mi familia. Cuando estaba grande ya, lo solté. Qué alegría cuando vi que podía volar sin problemas, y se fueron los tres juntos hacia lo lejos.
«Pero hace como 20 días, estaba tendiendo la ropa y vino uno y revoloteó arriba de mis manos. Me asusté y lo espanté. Pero no se fue. Al contrario, vino la pareja y se posaron los dos en el balcón. Lo comenté con una vecina y ella me dijo: “¿No será que se les cayó otro pichón?”. Bajé y, efectivamente, el pajarito estaba en la hierba, casi muerto. Lo recogí y desde ese momento está conmigo».
Un día Xiomara sustituyó la tapa de la cesta por un colador, para que las aves pudieran alimentar a su hijo con más facilidad. Sin embargo, el cambio los alejó. De la misma manera sucedió al sacar al pichón de la cesta y dejarlo al descubierto para tomarle una mejor fotografía.
Interrogado al respecto por vía telefónica, el licenciado en Medicina Veterinaria, Carlos Soto, de la Sociedad Ornitológica de Cuba, explicó que la modificación en la actitud de los pájaros se debió a un cambio en el contexto.
«Ellos estaban acostumbrados a darle la comida a su hijo con este encerrado. Aunque no lo vieran bien, sabían que estaba ahí. Pero al sacarlo de la cesta, se modificó el contexto y el ave tomó una actitud defensiva, de protección. Es un instinto natural en los animales. No podemos analizar eso con nuestros sentimientos; para la naturaleza vale más un reproductor que un pichón».
Según el especialista, un biólogo podría identificar qué tipo de ave es la de Xiomara, pues en Cuba habitan tres de color negro: el totí, el mayito y el chichiguaco, aunque la población, al verlas, enseguida piensa en la primera, por aquello de que «todos los pájaros comen arroz, pero la culpa la tiene el totí».
«Los pichones se caen por varias razones —explicó Carlos—; a veces los padres son muy jóvenes y no tienen experiencia; otras, las condiciones para formar un nido no son las mejores».
—¿Qué opina de la actitud de esta persona?
—Es una conducta que debe imitarse. En nuestra sociedad, cuando vienen niños con pichones que han recogido en el suelo, nosotros no les cobramos la consulta, para estimular comportamientos de ese tipo.
Por ahora, y hasta que el pichón de ¿totí? crezca lo suficiente, Xiomara seguirá levantándose a las 7:00 a.m., con los chillidos de sus «mascotas», que le hacen compañía hasta las 7:00 p.m., hora en que se marchan. Esto, más que engorroso, ha sido causa de alegría. Porque para ella preservar la naturaleza es preservarse a sí misma y a los demás.